Opinión
Javier Milei: un nuevo muro de Berlín
Toda una pesadilla hecha realidad para la izquierda, especialmente para la izquierda latinoamericana del foro de Sao Pablo: un nuevo muro de Berlín, pero esta vez en casa.
Luego del colapso del socialismo representado en la caída del muro de Berlín, no quedaba ninguna duda de que la democracia liberal, con su modelo económico de capitalismo y libre mercado, era lo único que garantizaba la prosperidad y eliminaba la pobreza, mientras el estatismo socialista solo producía miseria, corrupción, escases y represión. El fin de la historia, lo denomino Francis Fukuyama.
Pero el estatismo tiene unos ganadores que son los políticos que controlan el estado, y para ellos el veredicto del muro de Berlín fue una derrota que no estaban dispuestos a aceptar. La izquierda internacional volvió a la carga con nuevas narrativas de odio que calaron en una generación indiferente a la historia del siglo XX. Y se levantaron nuevos estados gigantescos en nombre de una lista interminable de derechos ciudadanos, que no fueron otra cosa que letra muerta, pero una trampa muy efectiva para que las personas rindieran sus libertades a los políticos. Argentina prohijó un Leviatán de esas características que empobreció masivamente a la población, para no hablar de casos dramáticos como el de Venezuela. Y en Europa, a pesar de haber sido el escenario donde el estatismo perdió la batalla, los políticos de izquierda han ido creciendo el estado hasta llevarla al estancamiento, y de seguir así, a poner en riesgo su bienestar.
Faltaba un segundo muro de Berlín para recordarle al mundo el poder que tiene la iniciativa individual para generar progreso social, y el peligro que representa la izquierda estatizante para la libertad y el progreso de las naciones. Y ese nuevo muro de Berlín se lo está dando al mundo Javier Milei. Por eso, como nunca, un líder latinoamericano es foco de la atención global.
Que un pueblo empobrecido, cuya precaria supervivencia dependía de las migajas del estado, y por esa razón sometido al designio de sus políticos, fuera capaz de discernir correctamente y elegir a Milei, sorprendió a la izquierda. Pero ya ser capaz de resolver el problema en que ellos mismos habían metido al Argentina, eso sí que lo consideraban imposible. Ya Macri lo había intentado sin éxito, y el pueblo volvió al populismo, como el joven que intenta rehabilitarse de la droga, pero recae y vuelve donde el jibaro.
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Ahora es diferente: Milei, como el gran economista que es, le dio a la economía Argentina una dosis concentrada del jarabe de la escuela austriaca, y contrario a los pronósticos de la izquierda, el enfermo se esta alentando y agradece el tratamiento a juzgar por los altos índices de popularidad que conserva Milei. La izquierda se revuelve, no lo entiende: cómo puede un presidente hacer el ajuste fiscal más grande de la historia de la humanidad, de 14 puntos del PIB ( 5 en el gobierno y 9 en el banco central) en tan solo un año, y subir la pobreza en 15 puntos (de 42% a 57%), sin que un levantamiento social se tome las calles, lo deponga y clame por el regreso de sus verdugos? La respuesta es que la pobreza nunca subió, lo que Milei hizo fue sincerarla, ya que en el Kishnerismo había control de precios, y esos precios artificiales eran insumo para calcular la línea de pobreza, pero el ciudadano, o pagaba más por los productos, o la escasez los hacia inaccesibles. Cuando Milei liberó los precios, el indicador simplemente reflejo la realidad, ósea que estaba subestimado en 15 puntos.
Gracias a los ajustes económicos, la inflación paso de 12,8 % mensual a 2,7 %, con lo cual los salarios y pensiones se han venido incrementando en términos reales, el riesgo país paso de 2,750 puntos básicos a 750, con lo cual el servicio de la deuda es más barato y la financiación empieza a fluir para el sector privado, y la economía crece en un 8,5 %. Todo lo anterior ha hecho que el índice de pobreza este cayendo aceleradamente, haciendo a Milei aún más popular. Toda una pesadilla hecha realidad para la izquierda, especialmente para la izquierda latinoamericana del foro de Sao Pablo: un nuevo muro de Berlín, pero esta vez en casa.