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Aurelio Suárez Montoya. Columna Semana

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Las reformas del “cambio” cambian para atrás

La desvergüenza es que Petro y sus corifeos presenten estas reformas como gran “cambio” para calmar el desencanto general que los empieza a acosar. Tan premeditado engaño las hace todavía más nocivas.

Aurelio Suárez Montoya
24 de febrero de 2024

Las principales reformas que presentó el Gobierno Petro en el Congreso se juegan la suerte este semestre. La de la salud inicia el tercer debate en la Comisión VII del Senado, la pensional espera el segundo debate en la plenaria del Senado y la laboral sigue en la Comisión VII de la Cámara con 16 artículos tramitados de 98 en total.

Si las dos primeras no se aprueban en la legislatura presente, se hundirían por falta del proceso debido; pero, fuera de las urgencias, el debate deja entrever evidentes retrocesos en seguridad social y secuelas en el imperfecto mercado nacional del trabajo, una cosa es la retórica y otra la realidad.

Por ejemplo, en la nueva salubridad para 52 millones de habitantes, no se conoce el monto de los recursos que la harían factible. En abril de 2023, el Ministerio de Hacienda dijo que valdrá, entre 2024 y 2033, $114 billones y en noviembre la estimó en la mitad, en 67,94. En “divagaciones”, el ministro Jaramillo clama por una reforma tributaria para financiarla, a la vez que la academia y los colegios médicos y científicos afirman que el éxito de la reforma estribará en la suficiente financiación. De no darse, habrá un salto al vacío en el derecho del usuario.

La verdad es que, sin despojar a las EPS, que percibirán hasta 8 por ciento de los fondos para la salud, las IPS serán primeras ganadoras en la reforma. Tendrán giro directo y sin auditoría para el pago del 85 por ciento del valor de cada factura y se beneficiarán, en particular, las 100 mayores, que acaparan la mitad del ingreso del sector, varias de propiedad de EPS, como Sánitas y Sura, o las extranjeras United Healthcare, Quirónsalud-Fresenius, Christus Sinergia y Steward Health Care International.

En la pensional, la población, como lo ideó el Banco Mundial en 1994, se divide en cuatro categorías, o pilares, con lo que destruye la solidaridad, fundamento básico de todo sistema de jubilación, tanto la social (quien más gana más pone) y la intergeneracional (los jóvenes soportan a los mayores). Cada cual quedaría a su suerte.

La exposición de motivos del proyecto de reforma destaca, asimismo, el ahorro fiscal en la aplicación de recursos públicos al sistema, introducidos en el mundo desde 1942, indispensables para garantizar mesadas dignas, en contravía de los países de la Ocde, que gastan –en promedio– 8 por ciento del PIB. “El pilar contributivo y semicontributivo genera ahorros… de aquí a 2070”, dijo el ministro Bonilla (Portafolio, 21/2/2024).

Miremos cuentas. En 2024, el gasto neto del Gobierno iniciaría en 13,5 billones y en 2035 bajaría a 2,8 billones, recorta 10,5 billones y, en un escenario sin reforma, casi más de 20 billones (pág. 50). Ese superávit se causa porque en ese año, de 6,95 millones de potenciales beneficiarios, solo 11 de cada 25 tendrían pensión igual o superior al salario mínimo (ídem). Aplausos del FMI.

Los del grupo solidario recibirán un subsidio igual a la línea de pobreza extrema y los del pilar semicontributivo, una “renta vitalicia,” que no superará el 80 por ciento del mínimo. La edad para ambos óbolos será de 65 años en hombres y quizás 60 en mujeres; sube la que rige ahora.

Fortuna diferente tendrán las administradoras de fondos privados (AFP), que entregarían la mayoría de sus afiliados, los de menos de tres salarios mínimos, a Colpensiones. Los trasladados deben cotizar más semanas, de 1.150 a 1.300, pero sus ahorros individuales permanecerán en las arcas de las AFP hasta que se jubilen, no viajan con ellos. Esto quizás explica el dicho de Luis Carlos Sarmiento Gutiérrez: “La reforma tiene cosas buenas”.

La laboral, como afirma la Embajada de Estados Unidos para apoyarla, cumple “compromisos internacionales” del capítulo 17 del TLC y de la Ocde. La tasa salarial general no crecerá, seguirá fijada por el exceso de mano de obra, por ese “ejército industrial de reserva” (Marx) formado por más de 2,5 millones de desempleados y 12,8 millones de informales (Dane). Mientras persista, toda reforma, así reponga recargos nocturnos y festivos para 2 por ciento de la fuerza laboral, no traerá equidad.

No todo reformismo es progreso y el propuesto por Petro es regresivo. La reforma de la salud es cheque en blanco a las más poderosas IPS en tanto deja el derecho universal al desgaire; la pensional, copiada del Banco Mundial, suprime la solidaridad, cada uno labraría su propio destino, encoge los recursos públicos para el sistema y pone jugosas ventajas a las AFP, y la laboral, ajustada a la Ocde y al TLC, no soluciona la desocupación ni la informalidad y puede agravarlas.

La desvergüenza es que Petro y sus corifeos presenten estas reformas como gran “cambio” para calmar el desencanto general que los empieza a acosar. Tan premeditado engaño las hace todavía más nocivas.

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