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Los amigos de Trump

Las alianzas históricas no pesan con el actual gobierno de Estados Unidos, llámese Japón, Reino Unido, Canadá, Alemania o Colombia.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
29 de septiembre de 2018

Durante la visita del presidente Iván Duque a Nueva York, quedó al descubierto la coincidencia de pensamiento del gobierno colombiano y la administración de Donald Trump. En su corto discurso el lunes, el mandatario destacó el compromiso de Duque en la lucha contra el narcotráfico, que, según Trump, fue la razón de la victoria electoral de su homólogo colombiano.

Antes de su encuentro cara a cara el martes, Trump planteó la hipótesis de un golpe militar en Venezuela, posición similar a la del expresidente y senador Álvaro Uribe, quien en un video unas horas después les sugirió a los soldados venezolanos apuntar sus armas hacia el Palacio de Miraflores. Con Duque sentado a su lado, el vicepresidente Mike Pence advirtió a Nicolás Maduro de no provocar una confrontación con Colombia y dijo que “Estados Unidos estará siempre con sus aliados”.

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Es evidente la estrategia de Duque de acercarse a Trump: evitar la descertificación por el incremento exponencial en cultivos ilícitos –algo que, me cuentan en Washington, es un riesgo real y permanente con esta Casa Blanca– y lograr un respaldo público y eficaz frente a Venezuela en todos los campos, particularmente con el flujo de refugiados. En Colombia circularon fotos de los sonrientes Trump y Duque como una prueba fehaciente del éxito de ese enfoque. 

Las alianzas históricas no pesan con el actual gobierno de Estados Unidos, llámese Japón, Reino Unido, Canadá, Alemania o Colombia.

Duque no es el único mandatario o jefe de gobierno en jugar la carta de ser el mejor amigo de Donald Trump; lo precedieron numerosos líderes mundiales. El primer ministro japonés Shinzo Abe se fue hasta la Trump Tower en noviembre de 2016 para felicitarlo por su sorpresivo triunfo electoral e inculcarle sobre la relevancia de Japón como gran aliado de Estados Unidos. Poco le ha servido ese gesto. Trump se retiró del TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica), que Abe ve como un mecanismo fundamental para hacerle frente al expansionismo chino. Ha amenazado con ponerle trabas comerciales a los automóviles japoneses.

El presidente francés Emmanuel Macron tuvo el detalle de invitar a Trump al desfile militar anual en el Día de la Bastilla en 2017 y aceptó una visita de Estado a Washington en abril de este año. Esa cercanía personal no se ha traducido en avances diplomáticos. Trump denunció el acuerdo nuclear con Irán –que Francia defiende a capa y espada– e impuso aranceles al acero y al aluminio de la Unión Europea. Hoy son tan distantes las posturas entre los dos líderes, que Macron, esta semana en la ONU, puso como condición de cualquier negociación comercial futura de la UE que la contraparte haya firmado el Acuerdo de París sobre el cambio climático, del cual Estados Unidos ya dijo que se retiraría.

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A los pocos días de posesionado Trump, Theresa May le propuso una visita de Estado al Reino Unido, a pesar de la impopularidad del mandatario en ese país. Fue el primero de varios gestos de amistad que no han sido correspondidos. En julio de este año, en una entrevista al diario The Sun, Trump criticó severamente el plan de brexit de May y elogió a Boris Johnson, quien acababa de renunciar como canciller británico.

Justin Trudeau pensó que la estrecha relación de Canadá con su vecino al sur lo salvaría de los embates de la Casa Blanca. Miles de canadienses murieron en las guerras de Irak y Afganistán. Ese compromiso en vidas humanas le ha valido poco o nada a la administración Trump. Decidió negociar por aparte un nuevo TLC con México y presionar a Canadá a aceptar unas condiciones comerciales desfavorables. Trump no quiso ni verse con Trudeau en Nueva York. A Angela Merkel tampoco le ha servido la relación de amistad de Alemania y Estados Unidos. En el discurso ante la Asamblea General, Trump ridiculizó a los alemanes por depender del gas ruso.

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Las alianzas históricas no pesan con el actual gobierno de Estados Unidos, llámense Japón, Reino Unido, Canadá, Alemania o Colombia. Tampoco la empatía personal, llámense Shinzo, Emmanuel, Theresa, Justin o Iván. Sería un error no aprender de las experiencias de los otros con Donald Trump.

Ya el mismo martes, en la corta rueda de prensa con Duque, el mandatario estadounidense mostró su ambivalencia: “si él (Duque) cumple, pensaremos que es el mejor. Si no cumple, es solo otro presidente de Colombia”.

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