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Nos caparon 3 veces

Lo cierto es que hoy nuestro sistema electoral hace agua por todos lados. Tres elecciones turbias en 30 años y no mejora.

Francisco Santos
10 de junio de 2023

Tres elecciones presidenciales turbias. La de 1994, en la que millones de dólares entraron a la campaña de Ernesto Samper. La de 2014, en la que los dineros de Odebrecht, aún no se sabe cuánto, penetraron las campañas presidenciales. Y la de 2022, en la que 15.000 millones de pesos, que se sepa hasta ahora, entraron a la campaña presidencial de Gustavo Petro.

¡Tres veces en menos de 30 años! ¿Qué diablos nos pasó como sociedad y como Estado? ¿Dónde estábamos los periodistas, que solo nos dimos cuenta cuando el hecho había pasado? ¿Dónde estaban las entidades del Estado encargadas de vigilar que esto no sucediera? ¿Dónde estaban los entes de control?

Necesitamos hacer un mea culpa general. Finalmente, si analizamos los resultados de los cuatro gobiernos después del de Samper en materia de reformas al sistema electoral, estas solo fortalecieron a las mafias enquistadas en un sistema que les favorecía. Andrés Pastrana, a pesar de ser la víctima de los millones de dólares que entraron a la campaña de Samper y le dieron la victoria, no cambió para nada como funcionaban el Consejo Nacional Electoral o la misma Registraduría. Sí, le tocó la crisis económica de 1998, el proceso de paz con las Farc y dejó como gran herencia el Plan Colombia. Sin embargo, el sistema electoral corrupto siguió tan campante como el que permitió que le robaran la elección cuatro años antes.

Álvaro Uribe planteó un cambio fundamental al sistema político en el referendo de 2003, que no fue aprobado precisamente por la corrupción en el sistema, que no depuró el censo electoral y evitó que las grandes reformas tuvieran los votos necesarios. Casi tan grave como el Proceso 8.000, pero como no eran dineros de los narcos, no tuvo tanta repercusión, pero lo sucedido entonces fue un fraude que permitió la consolidación de esa mafia política que aún hoy controla el sistema electoral.

Lo que sí cambió en 2014 fue un abrupto crecimiento electoral en zonas de control político de las mafias electorales, en especial en la segunda vuelta presidencial. A la llegada del dinero ilegal de Odebrecht, que todos sabemos aterrizó en las campañas menos la justicia colombiana, que ha fallado en todo sentido, se dio un patrón nuevo en los resultados electorales.

En esa elección, Santos ganó en la segunda vuelta con un patrón de votación incomprensible en el Valle y en la costa caribe. Fue tanta el alza en sus votos en esas zonas que las cuentas no daban. Municipios con el 90 por ciento de participación y votación a favor del entonces presidente crearon dudas en la seriedad del resultado. La oposición, desafortunadamente, no hizo el trabajo de verificar personalmente esos resultados en muchos municipios, luego nunca sabremos qué pasó. Pero lo cierto es que ya se iniciaba una nueva manera de torcer el resultado de unas elecciones presidenciales.

Y viene el caso actual, el del presidente Gustavo Petro, en el que aparecen los mismos nombres que en la elección de 2014, pues Armando Benedetti apareció mencionado por testigos en los incidentes de dineros recaudados por debajo de la mesa para el entonces candidato Juan Manuel Santos. Era fácil prever que algo similar pudiera suceder si además se añade la historia del video en el que aparece Petro contando dinero en efectivo, sacado de unas bolsas negras.

No es común ese salto en votación de Petro en la segunda vuelta. Algo similar a lo de 2014, pero con una sofisticación mayor. Al Pacto Histórico le aparecieron 700.000 votos más en la elección de Congreso en marzo en el proceso de consolidación, la diferencia más alta en la historia entre el preconteo y el dato final. ¿Coincidencia? No creo. Es apenas un ejemplo de la podredumbre del sistema electoral, pero hay otras prácticas que también lo corrompen y además se utilizan, la compra de votos, la compra de mesas o la compra de comisiones escrutadoras.

Lo cierto es que hoy nuestro sistema electoral hace agua por todos lados. Tres elecciones turbias en 30 años y no mejora, al contrario, se deteriora cada vez más. Un registrador cuestionado y un Consejo Nacional Electoral apegado a los partidos son la base de esa corrupción. Cualquier reforma o mejora al sistema arranca por la creación de una rama autónoma, con poder, con meritocracia y con transparencia, pues hoy estamos en el peor de los mundos: un sistema cooptado por las mafias políticas locales, regionales y nacionales.

Para un cambio institucional vale la pena mirar el ejercicio que hizo México con la creación del INE, que es considerado ejemplo, y que obviamente López Obrador quiere cambiar, pues no puede cooptar. Con tecnología con blockchain puede verse un futuro distinto. Pero se necesita un avance tecnológico en todo el sistema de identificación que hoy está en manos de las mismas entidades permeadas por la corrupción, lo que no da ningún tipo de confianza. Valdría la pena pensar en trasladar la competencia de identificación a una entidad seria como el Banco de la República, tal y como sucede en España. Y ya para el sistema electoral adoptar las mejores experiencias mundiales porque lo que hoy tenemos no funciona.

El famoso dicho “a este perro no lo capan dos veces” parece aplicarse a la situación electoral colombiana de las últimas tres décadas, pero en el sentido contrario. Ya llevamos tres capadas en 28 años, ni hablar de las que no nos hemos enterado en lo local o regional, y vamos para peor. ¿Será mucho pedirles a los partidos, de gobierno y oposición, una reforma de consenso que transforme nuestro sistema electoral? Me temo que no va a pasar, así que, colombianos, por favor, ¡alístense para la cuarta capada!

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