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Gustavo Petro deseaba ser presidente de Colombia por más de 30 años. Al parecer, en ese tiempo no logró planificar cómo sería el comienzo de su gobierno cuando alcanzara su sueño.

María Andrea Nieto
16 de julio de 2022

Por más que las bodegas virtuales petristas y sus influenciadores insulten y den alaridos en las redes sociales, el alza en el precio del dólar estuvo imparable en el transcurso de la semana. El Gobierno del “cambio” del presidente electo Gustavo Petro tiene que aprender que la economía del país no se maneja con mensajes en Twitter, sino tomando decisiones técnicas y responsables.

Sin empezar aún el Gobierno, los mercados financieros tienen mucha incertidumbre y esa es una de las razones por las cuales los agentes demandan dólares para sacar sus capitales del país. Ahora bien, no se puede desconocer que la Reserva Federal de Estados Unidos aumentó las tasas de interés y eso ha producido un incremento mundial del precio del dólar. Pero la moneda nacional ha tenido una depreciación porcentual mayor que las otras monedas de la región, y lo obvio es observar el acontecer político, que está presionando el incremento del precio del dólar.

Gustavo Petro sigue actuando como si estuviera en campaña y como si no se hubiera enterado de que él es el nuevo presidente de Colombia. Por eso se espera que asuma esa responsabilidad y deje de enviar mensajes erráticos a los mercados desde su casa de verano arrendada en Florencia, Italia.

A pocos colombianos, aparte de los políticos, poco o nada los afecta el precio del dólar. Se dan el lujo de comprar tiquetes aéreos y sostener a sus familias por varias semanas en los parajes más lujosos del continente europeo. Pero al ama de casa y al padre de familia un incremento del precio sostenido del dólar los afecta vía inflación y será en el costo de los productos de la canasta familiar donde resienta el impacto del incremento ocurrido esta semana.

Sin embargo, desde la Toscana, Petro decidió seguir echándole leña al fuego y mandó a decir vía Twitter que no lo reten más y que, sí o sí, va a cambiar la junta de Ecopetrol porque el país va a tomar el rumbo de una transición energética que ni él mismo, al parecer, tiene claro. En el peor de los casos, le terminará comprando petróleo al camarada y dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, en lo que sería una postura soberbia y en contravía de los intereses de las poblaciones más vulnerables del país. Incluyendo, por supuesto, a los millones de venezolanos que llegaron a refugiarse del régimen que los oprimió.

Al presidente tampoco le gustó que el precio del dólar aumentara y, como si fuera el dueño de las decisiones que toman los agentes económicos, escribió también en su cuenta de Twitter que les recomendaba, eso sí, con mucho respeto, abstenerse de comprar dólares.

¿Es que acaso el nuevo presidente pretende devolvernos al pasado con la intervención del mercado de divisas?

Mientras Petro atendía al expresidente César Gaviria y al alcalde de Medellín, Daniel Quintero, que se fueron hasta Florencia a sostener importantísimas reuniones sobre la repartición de la burocracia nacional, los ministros y funcionarios nombrados para ejecutar “el cambio”, y que no salieron de vacaciones, despelotaron más los mercados.

La nueva ministra de Salud, la doctora Carolina Corcho, sigue insistiendo en decir que las EPS se van a acabar. Este anuncio produce más inestabilidad en los mercados financieros, ya que estas entidades, al ser las aseguradoras del sistema, desempeñan un papel preponderante en el mercado de capitales. ¿Si las EPS privadas van a dejar de existir y se van a convertir en fondos públicos, estarán al vaivén del hambre voraz de los políticos?

A la par de la ministra de Salud, el nuevo ministro de Hacienda contradice a su jefe, el presidente electo, y afirma que la exploración y explotación petrolera va a continuar. Pero aprovecha también para decir que Ecopetrol es del Estado y que van a cambiar su junta directiva por las buenas (o, de pronto, por las malas). La ministra de Ambiente dice que va a impulsar la prohibición del fracking, o sea frenar la exploración petrolera, sin que parezca que haya habido aunque sea una llamada telefónica para ponerse de acuerdo entre los nuevos ministros.

Como todos quieren figurar, la ministra de Cultura saca de debajo de la manga la idea de cobrar más impuestos a los colombianos que paguen más de 38.000 pesos en planes en telefonía celular, como si desconociera que la telefonía celular ¡ya paga un 23 por ciento de impuestos! Y como el nuevo director de la Dian tampoco se quiere quedar atrás, dijo que los que ganan más de 10 millones de pesos también tendrán que pagar más impuestos.

¿No será posible que se pongan de acuerdo mientras llega el presidente electo de Florencia, Italia, aunque sea en una reunión por Zoom?

Gustavo Petro deseaba ser presidente de Colombia por más de 30 años. Al parecer, en ese tiempo no logró planificar cómo sería el comienzo de su Gobierno cuando alcanzara su sueño. Improvisar en materia económica en el mundo interconectado del siglo XXI puede llevar al país a una catástrofe de la que sea difícil retornar. Ojalá, mientras se devuelve de sus muy merecidas vacaciones, se dé cuenta de que la Europa capitalista en la que estuvo vacacionando es muy diferente de la Unión Soviética de finales del siglo pasado, por lo cual es innecesario que conduzca al país de manera irracional al empobrecimiento de la economía con repercusiones inmediatas en hambre y pobreza. Así como pasa en la comunista Venezuela.

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