Paula López

Opinión

Sabiduría no es más que dolor curado

Esto significa que todos estamos trasegando por el camino hacia el descubrimiento interior.

Paula López
29 de noviembre de 2024

Te haces sabio cuando eres capaz de recorrer tu historia sin dolor, cuando puedes caminar a través de tu biografía y no resentir ni doler aquello que viviste, ni a aquel que te lastimó.

La palabra resentimiento significa “re-sentir”, lo que quiere decir volver a sentir.

Te haces sabio cuando puedes viajar a tus vivencias del pasado sin sentirte víctima, herido, abandonado, traicionado, invalidado, humillado o cualquier otra sensación que te haya puesto en una condición de vulnerabilidad extrema o indefensión.

Sabiduría no es más que dolor curado, esto significa que todos estamos trasegando por el camino hacia el descubrimiento interior, todos somos caminantes peregrinos que nos encontramos en la universidad de la vida.

Esta universidad nos exige aprobar asignaturas existenciales para ir ascendiendo los grados que, como en las universidades académicas, nos van certificando que estamos teniendo más conocimientos y, por ende, nos estamos haciendo más sabios

En nuestro paso por la vida, todos tenemos dos tareas espirituales fundamentales, la transformación personal y la liberación del sufrimiento.

En este sentido, el único camino para aprobar estas dos asignaturas es la curación del alma, es comprobar que el dolor curado te conduce a la sabiduría espiritual que te libera del sufrimiento y te conduce a la paz interior.

Nadie logra una maestría o un doctorado de la noche a la mañana. Las personas más sabias, con mayor conocimiento, son aquellas que se esfuerzan, se preparan, tienen disciplina, invierten tiempo y dinero en su formación; en el mundo del desarrollo humano funciona igual, nadie se transforma en la zona de confort.

Hace poco, en una de mis conferencias, una persona del auditorio me pregunto: ¿el único camino que existe para crecer espiritualmente y madurar es el sufrimiento?

¡Claramente sí! No te haces sabio leyendo libros de los mejores gurús, tomándote unas copas de Martini en la playa de Hawái; tampoco te haces sabio quedándote en la zona de la víctima y la queja para justificar tu infelicidad. Sólo te haces sabio cuando te haces responsable de tu dolor, de tu frustración, de tu insatisfacción y transformas cada vivencia en algo que te convierta en una mejor versión de ti mismo. El camino hacia la sabiduría se recorre cuando dejas de culpar a los demás por tu sufrimiento y comprendes que la responsabilidad es la habilidad de respuesta que tienes ante las circunstancias que te arroja la vida, que no elegiste y que no puedes cambiar.

Viktor Frankl nos enseña en sus escritos que la vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino por falta de significado y propósito. Por eso quien tiene un “para qué” es capaz de soportar “cualquier como”. En ese sentido, el dolor sólo es soportable si sabemos que terminará, no si negamos que existe.

¿Sientes que tus heridas de la infancia no han sanado y que están sangrando aún en tu vida adulta?

Si en tu infancia te sentiste abandonado, no tenido en cuenta, ignorado, criticado, o si te exigían demasiado y nada de lo que hacías era suficiente, si tu padre o tu madre eran muy autoritarios, no eres consciente de que hoy en tus relaciones actuales te vinculas desde esa herida. La solución está en hacer un inventario consciente de cuáles son esas heridas, después tomar distancia de ellas y examinar detenidamente cómo están afectando tus relaciones hoy, y te darás cuenta entonces de cuáles son las heridas que debes trabajar para sanar y trascender.

La palabra sabiduría se asocia siempre con la palabra experiencia, se desarrolla con la aplicación de la propia inteligencia que, como resultado, nos lleva a tener un mejor entendimiento de lo vivido, y a la vez, nos capacita para reflexionar, sacando conclusiones que nos den discernimiento de la verdad, de lo malo y lo bueno, de lo que construye y lo que destruye. Con lo cual se podría decir que la sabiduría nace de la experiencia, siempre y cuando lo vivido profundamente en el alma y en la piel dé frutos, aprendizajes y lecciones que nos lleven a la construcción de una mejor versión de nosotros mismos.

Lo que sucede en ocasiones es que la sabiduría no llega por ósmosis, no está siempre implícita o incorporada a las experiencias. Cada vez hay más personas que viven sin ninguna reflexión ni discernimiento, van por la vida repitiendo experiencias difíciles y dolorosas, que no son revisadas ni tomadas en cuenta para crecer, para transformarse, para cambiar y reflexionar.

Todos conocemos a personas adultas que han vivido un sin número de experiencias, pero que de ellas poco o nada han aprendido, inclusive, hay personas que, a pesar de haber sufrido, de haber perdido relaciones valiosas, trabajos, dinero, entre otras cosas, siguen actuando del mismo modo negligente y torpe, sin detenerse a revisar lo vivido para extraer de cada vivencia un aprendizaje.

De igual modo, la humanidad misma es un ejemplo de esto. Es una verdadera catástrofe que después de haber atravesado el covid y de haber sobrevivido, hoy en día se vuelvan a desatar guerras como la de Rusia y Ucrania, situaciones como la de Israel, y así sucesivamente. Nuestros líderes y quienes los siguen no aprendieron nada, no se hicieron sabios, no transformaron su ego en sabiduría, ni su narcisismo en sensatez. Este es un clásico ejemplo de que, muchas veces, aquello que llega a nuestra vida para construirnos y hacernos crecer, en cambio, pasa sin dejar huella ni frutos; para convertirnos en seres más egoístas, más prepotentes y claramente esto convierte a muchos en una especie de analfabetas en lo que se refiere a madurez, inteligencia emocional y espiritual.

En este sentido, es importante detenerse a pensar en que existen dos tipos de sufrimiento: el sufrimiento vacío y el sufrimiento fértil. El sufrimiento vacío es aquel que pasa por nuestra vida, nos duele, nos lastima y puede llegar a ser profundamente desgarrador, pero como resultado nos deja resentidos, fracasados, heridos y en actitud de víctimas. Este es un sufrimiento vacío, pues no lo supimos aprovechar para aprender aquello que vino a enseñarnos, no nos llevó a un lugar más elevado en nuestra evolución personal espiritual, sino que nos dejó una involución, llevándonos a un lugar de parálisis y estancamiento.

El sufrimiento fértil es aquel que nos golpea, nos aniquila, nos desgarra, pero que, si lo penetramos y lo atravesamos con valentía y un gran nivel de reflexión y conciencia, nos transforma y nos eleva espiritualmente; es un sufrimiento que tiene un sentido y un propósito.

Reitero que Frankl, cuando sobrevivió al terrible Holocausto, nos enseñó en sus reflexiones que la vida nunca se vuelve insoportable por el sufrimiento o por las circunstancias adversas, se vuelve insoportable cuando no le encontramos propósito ni sentido a aquello que atravesamos, lo cual siempre tiene un fin más alto: el llevarnos a superarnos a nosotros mismos para que, finalmente, comprendamos que lo importante no es superar la adversidad ni salir victoriosos para nutrir nuestro ego y decirnos a nosotros mismos: “Yo puedo con todo y soy indestructible”.

Hacerse sabio es inclinar la cabeza ante la vida y ante nuestro Creador, para comprender que cada vez que superamos el dolor, los problemas y los obstáculos, vamos obteniendo esclarecimiento interior, lo cual se convierte en sabiduría, siempre y cuando lo hagamos desde nuestra dimensión espiritual trascendente, no desde nuestro ego, pues el ego y la sabiduría son incompatibles, tanto como el aceite y el vinagre, que jamás se podrán fusionar. Quien vive preso del ego, del engreimiento y la soberbia jamás podrá hacerse sabio.

Así mismo, quien se queda herido y roto, resentido y furioso, justificando su estado de víctima y sintiendo autoconmiseración decide atar su alma al deterioro espiritual, pues solo elevas tu espíritu cuando eres capaz de romper las cadenas de las que tú mismo te has hecho preso.

Mi píldora para el alma

Cierra tus ojos un instante y lleva la mano sobre tu corazón. Siente si aún tienes alguna dolencia interior de la que no te hayas hecho responsable, si reconoces que vuelves a sentir aquello que podrías sanar y soltar. Te aconsejo que no dejes pasar esta oportunidad para hacerte sabio...

¡Pues sabiduría no es más que dolor curado!

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