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Un Ministro de Defensa contra Uribe, la Policía y el Ejército

A partir del 7 de agosto, los objetivos de alto valor estarán en el interior de las Fuerzas Militares y la Policía. Y en El Ubérrimo.  

Salud Hernández-Mora
23 de julio de 2022

Si quería dar un golpe de efecto y confundir a los militares y a la ciudadanía que sufre en propia carne la arremetida de las bandas criminales, hay que felicitar al presidente electo.

Difícil elegir un ministro de Defensa que sepa menos de su cartera. Más propio de Dinamarca que de Cundinamarca. Pero ante las ONG zurdas, que son mayoría y las más influyentes, y ante la ONU de la politiquera izquierdista Bachelet, obtendrá un sonoro aplauso. Se acabaron los informes negativos sobre nada que hagan nuestros uniformados. Entre otras, porque ya no tendrán que hacer nada.

Poner de jefe de las Fuerzas Militares a un exmagistrado que se dedicó a investigar la parapolítica y, después, la corrupción de altos vuelos de Guatemala, supone enviar el mensaje a los altos mandos castrenses de que son una pandilla de ladrones con rezagos paramilitares. Que no merecen nada diferente a un investigador de sus robos y atrocidades.

Lo habían dicho Petro y el Pacto Histórico en sus trinos y lo constatan con la elección del exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema, Iván Velásquez: desconfía de los oficiales y tampoco necesita a nadie que combata a los grupos armados que apoyaron su candidatura y obligaron a votarle en sus zonas. A partir de ahora, los enemigos a abatir se encuentran en las brigadas y batallones, en los CAI y estaciones. Lo de enemigos internos es un cuento uribista.

Por cierto, que Uribe debe estar pensando que el nuevo mandatario le dio una lección de habilidad política. Consiguió la fotico de la reconciliación para enseguida lanzarle un puño directo a la mandíbula. No olvidemos que el uribismo siempre acusó a Velásquez de estar solo interesado en buscar falsos testigos para señalar a Uribe de paraco.

La designación también da pistas de las prioridades del Ejecutivo petrista en materia de seguridad. La Policía sale de Defensa y se va al idealista Ministerio de la Paz, propio de Dinamarca. Se suprime el Esmad y que cada ciudadano vea cómo defiende su propiedad de los vándalos.

La Policía se vuelve citadina y en los pueblos tipo El Tarra o Convención del Catatumbo les retiran las trincheras y los dejan sin protección. Argumentarán que no serán necesarias porque el ELN, las Farc y los Gaitanistas, con Petro a la cabeza, se volverán pacifistas.

Algo que la Policía agradecerá será no erradicar matas de coca, un trabajo duro y peligroso, máxime para ellos que casi nunca son campesinos.En cuanto al Ejército, poco le costará que se crucen de brazos. Ya lo hicieron en la segunda etapa de Juan Manuel Santos. Frenó varios operativos contra jefes criminales y los oficiales y suboficiales pronto comprendieron que lo bueno era hablar maravillas de la paz y la reconciliación. Ser militar tropero era lo peor. Por eso le fue tan bien a Mejía, un deshonroso oficial que supo bailar al son que convenía.

Santos dejó todo listo para que crecieran las bandas criminales y Duque, a pesar de cortar varias cabezas de importantes mafiosos de todo signo, no logró recuperar territorios copados por el narcotráfico y la minería de oro ilegal. Y el esfuerzo por interceptar cargamentos de cocaína y arrancar matas de coca no fue suficiente por falta de recursos y la presión de las comunidades que no los dejaron actuar.

El ejemplo más claro lo tienen en Argelia, Cauca. Las Farc y el ELN dejaron una red de asociaciones campesinas muy bien estructuradas, capaces de reunir 2.000 y 3.000 labriegos en minutos. Entre los corregimientos de El Plateado y El Mango conté 17 laboratorios de base de coca al pie de la carretera, y eso que estaba Duque al mando. Ahora que saben que el Ejército no los perturbará, vivirán aún más sabroso.

Igual que en Suárez, el pueblo de la vicepresidente Francia Márquez. Los cultivos cocaleros están disparados y aunque dieron de baja a Mayimbú, un asesino en toda regla, las Farc están muy bien organizadas y seguirán felices con el narco, igual que el ELN, también presente en la zona.

Por supuesto que no más bombardeos de campamentos, podrán abandonar las profundidades de la selva e instalarse cerca de las poblaciones. A partir de la declaración de los diferentes ceses al fuego, la única restricción será no dar bala a policías y militares. Los demás crímenes, como ocurrió con Santos, quedan santificados. La extorsión, el secuestro y asesinato de civiles, traficar con estupefacientes, no entrarán en el trato.  

Que es necesario limpiar las Fuerzas Militares de corruptos, no tengo la menor duda. Yo misma he denunciado varias veces a altos mandos sin éxito alguno.  

Y si habrá un sector afectado por la designación, será el ganadero. Si ya el robo de sus reses importaba poco, a partir de ahora vale huevo. Tampoco llamen a militares ni policías si les invaden sus fincas. Perderán el tiempo.

A partir del 7 de agosto, los objetivos de alto valor estarán en el interior de las Fuerzas Militares y la Policía. Y en El Ubérrimo.

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