Política
De Petro “presidente de Latinoamérica” a Petro sin visa: las consecuencias de sus acciones que aíslan a Colombia del mapa mundial
Expertos internacionalistas aseguran que el egocentrismo del presidente colombiano pone en riesgo la posición del país. ¿Es una estrategia preelectoral?
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La tensión entre el presidente Gustavo Petro y Washington dejó de ser un ruido de casas diplomáticas para convertirse en un hecho político con repercusiones inmediatas que elevaron a máxima potencia un conflicto que se ha venido atizando con el pasar de los meses y con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.

Hoy, la revocatoria de la visa del presidente colombiano y de otros de sus altos funcionarios, entre esos, la canciller Yolanda Villavicencio, quien renunció al documento, alejan las posibilidades de reconciliación y diálogo entre Petro y Trump, que están en orillas muy separadas del ring de la contienda.
Lo que pasó esta última semana no se trató solo de un trámite burocrático, sino de un mensaje cargado de simbolismo en el que la primera potencia del mundo marca distancia frente al mandatario colombiano. El gesto abre un nuevo capítulo en una relación que, por décadas, ha oscilado entre la alianza estratégica y los pasos cautelosos de ambas naciones.

Con las puertas casi que cerradas
Más allá de lo administrativo, el retiro de la visa plantea un interrogante de fondo: ¿está Estados Unidos dispuesto a reconfigurar el papel que Colombia ha jugado como socio privilegiado en la región? El presidente Petro, con su discurso incómodo para la Casa Blanca y su acercamiento a gobiernos con agendas contrarias a la estadounidense, parece haber tensado la cuerda hasta el punto de fracturar un vínculo que históricamente había resistido los vaivenes ideológicos.
La polémica acción de Petro, según desde donde se mire, de llamar a una revuelta de las fuerzas militares estadounidenses en pleno corazón de Nueva York tras la Asamblea General de la ONU, fue quizá la afrenta más grande que se haya hecho en suelo norteamericano en años por parte de un presidente colombiano. Al menos así lo ven analistas internacionales, exmandatarios de Colombia, exmiembros de cuerpos diplomáticos e, incluso, el gabinete de Trump.

La medida tomada por el Departamento de Estado de Estados Unidos también dejó al descubierto el conflicto interno que enreda al presidente Petro: mientras busca consolidar su liderazgo en América Latina con una narrativa de independencia frente a Washington, en lo doméstico enfrenta un escenario cada vez más adverso en materia política y social.
Así, el retiro de la visa no solo lo aísla en el tablero internacional, sino que le añade presión en casa, donde la oposición y los sectores críticos del Gobierno encuentran un nuevo argumento para cuestionar su capacidad de manejar las relaciones exteriores y de tender lazos con los que se pueda ayudar a reparar la realidad interna del país.

Todo este bucle de declaraciones, contrapunteos y decisiones clave para la relación de ambos países comenzó con el discurso de Petro ante la Asamblea General de la ONU. Petro pidió ante ese auditorio abrir un “proceso penal” contra su homólogo estadounidense, Donald Trump, por dar “la orden” de atacar a supuestas lanchas narcotraficantes en el Caribe, donde —dijo— han muerto “jóvenes pobres” y sin “armas para defenderse”.
Petro, que sospecha que algunas de las víctimas eran colombianas, sostuvo que el mandatario estadounidense debe ser investigado por permitir “los disparos de los fusiles contra los jóvenes que simplemente querían escapar de la pobreza”, durante su intervención en la Asamblea General de la ONU.

El ego de Petro
Y aunque el tema del visado del presidente pareciera ser ajeno a su desempeño en las Naciones Unidas y está más relacionado con su llamado al levantamiento en pleno Times Square, el punto de encuentro de los tres episodios es el mismo: “Los niveles de personalismo que Petro le ha inyectado a nuestra política exterior”, como llamó la internacionalista y profesora asociada de la Universidad de Los Andes, Sandra Borda.

De acuerdo con su visión del panorama, la política exterior del país y las relaciones del presidente con sus homólogos han estado basadas en el incansable intento de “consolidarlo a él solo como un líder con proyección mundial”.
“Su interés en estos discursos no es el posicionamiento del país en esferas internacionales o el ejercicio de un liderazgo nacional, consensuado, estructurado y diseñado con reflexión. No. Si antes nuestro problema era que no teníamos políticas exteriores de Estado, sino de gobierno, ahora el problema es que no tenemos ni siquiera política exterior de gobierno: solo tenemos política exterior presidencial y le pertenece única y exclusivamente a Petro”, señaló Borda.

El analista internacional, Luis Alberto Villamarin, es más crítico de los últimos hechos y le atañe todo el colapso de las relaciones diplomáticas entre ambos países a las “malas dediciones” del gobierno Petro en materia de elección de los cancilleres.
“La conducción de la política exterior del gobierno Petro ha sido un desastre. Primero, por la elección de los cuatro cancilleres, ninguno ha estado a la altura y segundo por la cantidad de hechos de corrupción que ha suscitado el tema de los pasaportes (...) la ruptura de las relaciones con Israel nos han ubicado como un país paria”, señaló.
Además, dijo que la renuncia a las visas no es gratuita: “Renunciaron porque sabían que se las iban a quitar, que ellos eran los siguientes”.

Por otro lado, Rafael Piñeros Ayala, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, hace una revisión de un lado más práctico del asunto y se centra en las consecuencias de que Colombia no tenga un representante acreditado en ese país para asistir a conversaciones de alto nivel, como, por ejemplo, la canciller Villavicencio.
“La situación puede ser compleja. A quienes se la retiraron, deberán tramitar permisos cada vez que haya reuniones en ese país, con la posibilidad de que sean o no otorgadas”, señaló Piñeros.
Sin embargo, también puso otro tema sobre la mesa y fue la intención retórica de todos los comunicados y apariciones de varios funcionarios de este gobierno de renunciar a la visa. “A la visa no se renuncia, por lo tanto, hay que analizar si es más retórica o resultado”.

A delegar hacia abajo
Pero la situación en la que también cayeron, aparte de Villavicencio, el ministro de Hacienda, Germán Ávila; el ministro de Minas y Energía, Edwin Palma; la directora del Dapre y mano derecha de Petro, Angie Rodríguez; el ministro de la Igualdad, Pedro Florián, y el ministro del Interior, Armando Benedetti (que ya estaba sin visa), tiene en términos de consecuencias otros matices.
“Los funcionarios en acto de ‘solidaridad’ entregan la conducción de sus sectores a mandos medios, más técnicos que políticos, con menos capacidad de toma de decisión y que no podrán comprometer recursos o decisiones de alto nivel. Por ejemplo, los viceministros serán entonces quienes interactúen directamente cuando haya reuniones bilaterales en Estados Unidos”, advirtió Piñeros.

Por su lado, Carlos Arias, gerente de comunicación pública y política de la consultora Estrategia & Poder y docente de la Universidad Javeriana, afirmó que, aunque con seguridad habrá consecuencias luego de la ráfaga de decisiones de Estados Unidos contra Colombia, lo cierto es que el alcance del retiro de las visas tendrá un “impacto económico limitado” porque se ha demostrado que las relaciones económicas del país con Estados Unidos se separan siempre del mandatario de turno y se mantienen.
“Aunque el presidente está tratando de crear caos y llamar la atención para construir una narrativa de cara a las elecciones de sus congresistas y su candidato presidencial, este tipo de situaciones no limita las acciones del gobierno porque son relaciones de Estado a Estado”, dijo Arias.
¿Volverá a funcionar?
Pero Arias pone la pelota en otra cancha y se enfoca sobre las repercusiones ya no de Estado, sino a nivel de la estrategia política que se está diseñando en un país que inminentemente irá a elecciones el otro año.

“Victimizarse al presidente Petro le ha servido en varios de los momentos de su vida política. No en vano, cuando llegó a la Alcaldía de Bogotá, su retórica era la de un exguerrillero, la de una persona que había sido torturada, que volvió a la vida civil y que tenía derecho a la paz y a la oportunidad de gobernar (...) Ahora esta visión del perseguido por los Yankees vuelve a esa relación antinómica de guerra entre el bueno y el malo y el perseguido de izquierda”, advierte el experto.
Finalmente, todos los analistas coinciden en que, tanto al presidente como a su gabinete ministerial y demás seguidores, lo único que les importa es adelantar la agenda política propia del presidente y posicionar las narrativas preelectorales de la izquierda, antes que la consolidación real del país en los escenarios internacionales.

Por ahora, solo queda esperar el resto de las posibles consecuencias que seguro resultarán del peligroso cóctel en el que se mezclaron los egos presidenciales de dos mandatarios que parecen no tener intención de desescalar la disputa diplomática y que tienen al borde de la ruptura sin precedentes entre dos naciones históricamente cooperantes.
También hay que esperar a la “seguidilla” de renuncias a las visas y los espaldarazos de los funcionarios de Petro, que anunció el ministro Benedetti, para terminar de entender cómo se configurarán las nuevas relaciones bilaterales con Washington.