Pandemia
¿A dónde viajar para vacunarse?
Es una tendencia mundial. Algunos con tiempo y dinero están viajando a otros países a recibir la inoculación que protege de la covid-19. A pesar de los esfuerzos por controlarlo, muchos creen que el fenómeno continuará.
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Durante la mayor parte del año pasado, Luis Fuentes, un empresario de 70 años, estuvo encerrado en su apartamento de Bogotá, con su esposa Gloria, de la misma edad. Sus antecedentes lo llevaron a este confinamiento estricto para evitar una infección de coronavirus, el patógeno que causa la covid-19 y que hasta hoy ha dejado un saldo aterrador de muertos en el mundo. Lo que más le pesaba era no poder viajar como lo hacía antes, y solo esperaba el día en que la pandemia estuviera controlada para hacerlo.
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Pero eso cambió en enero, cuando supo por amigos que era posible para un colombiano como él, mayor de 65 años, vacunarse en Miami. En cuestión de dos días armó el viaje y pidió una cita por internet para recibir la inyección. En el momento del vuelo todavía no había una confirmación, pero aun así decidió jugársela. La cita finalmente llegó y ese día, en el hospital Jackson Memorial de Miami, le pidieron información que de alguna manera lo vinculara a la Florida. Él mostró su cuenta bancaria y los pagos de servicios públicos de una propiedad que tiene allí. Minutos más tarde, él y su esposa recibieron la primera dosis de la vacuna sin mayores problemas.
“Todo fue muy organizado, no sentimos nada sino el chuzón y luego me dieron una tarjeta de vacunación a fin de presentarnos en 21 días para la próxima dosis”, dice Fuentes. La decisión la tomó así, de manera impulsiva, por el agotamiento que le produce ese encierro tan prolongado y ante la demora de Colombia en el proceso de vacunación. “En el país no hay seguridad de que estas medicinas lleguen pronto. En cambio, aquí todo está muy organizado”, asegura. Agrega que muchos de sus amigos están tratando de hacer lo mismo, aunque no tienen ninguna cita confirmada y hoy las restricciones para acceder a la inyección son mayores. Siente que no hizo nada malo porque cumplió con las reglas y no se saltó ninguna fila.
Estos casos no son nuevos. Desde enero, cuando empezó la vacunación en Estados Unidos, se desató en el mundo el llamado turismo de vacuna, un fenómeno por el cual agencias de viajes e individuos con capacidades económicas buscan cómo obtenerla en otro lugar ante las demoras de distribución en sus respectivas naciones. Un ejemplo de ello fue la agencia de turismo Gem Tours & Travels, que a comienzos de año alcanzó a promocionar un paquete de cuatro días desde Bombay hasta Nueva York por 2.000 dólares, con pasajes, hoteles y vacuna incluida.
Pero otros se han lanzado sin necesidad de intermediarios. Es el caso de Ana Rosenfeld, una reconocida abogada argentina de 66 años que pasaba sus vacaciones en Miami junto con su familia y aprovechó la ocasión para vacunarse en Tampa. De acuerdo con el diario Sun-Sentinel, la abogada siempre había querido tener la vacuna, y “si hubiera podido en Argentina, lo hubiera hecho”.
En la Florida hay reportes de que canadienses, brasileños, venezolanos y colombianos están viajando para obtener el pinchazo. Esto se debe a que en un comienzo el gobernador Ron DeSantis firmó una orden ejecutiva para ofrecer la vacuna a todos aquellos que tuvieran 65 años y más, pero no especificó que debían ser residentes del estado. Eso llevó al turismo de vacuna a una controversia que dividió a la comunidad: quienes lo condenan por sus implicaciones éticas y los que dicen que lo importante es que las vacunas no se pierdan.
El turismo no solo es internacional, sino nacional. Richard Parsons, expresidente y CEO de Time Warner, contó que había viajado de Nueva York a la Florida a recibir la vacuna. “Es ordenado”, dijo el ejecutivo de 72 años a CNBC. “No sé cómo lo lograron en ese estado, pero uno va a internet, pide una cita y la obtiene”.
Gracias a esta situación, del más de millón de personas que han sido vacunadas en la Florida, más de 40.000 no viven en el estado, e incluso así han recibido la vacuna contra la covid-19, según cifras oficiales. Esto excluye a aquellos que tienen segundas residencias o negocios en ese estado. “Pero ahora las vacunas empezaron a escasear y la gente se dio cuenta de que estaban vacunando a extranjeros”, dice el infectólogo Germán Camacho, miembro de Acin, asociación científica que reúne a profesionales interesados en prevención, manejo, control, educación e investigación de las enfermedades infecciosas.
Ante las protestas de los floridianos, el gobernador tuvo que emitir una nueva regla la semana pasada para que solo aquellos con residencias temporales y permanentes puedan acceder al medicamento. Un fenómeno similar sucedió en Hawái, Nueva York y Chicago. Para muchos esta situación se ha dado por factores como la escasez de vacunas frente a la demanda, aunque también por la desorganización en la aplicación de las inyecciones y, sobre todo, la falta de unas normas claras sobre quiénes y en qué orden las deben recibir.
No obstante, esta circunstancia está lejos de ser un problema de Estados Unidos. También se ha visto en lugares como Dubái, reconocido por su turismo médico. Según el diario The Telegraph, la ciudad es hoy un destino de billonarios gracias a que una agencia de consejería de lujo, Knightsbridge Circle, ofrece vacaciones de un mes por 70.000 dólares, que incluye tiquete en primera clase, alojamiento en apartamento frente al mar y la aplicación de las dos dosis de la vacuna de manera privada. Aproximadamente, un 20 por ciento de sus miembros ya ha volado a Abu Dhabi y a Dubái para recibir la inyección.
Y hace una semana se armó un escándalo en Suiza cuando Johann Rupert, un millonario de Sudáfrica, viajó a ese país con su familia a recibir la vacuna en una clínica en la que él ha invertido dinero. Muchos de los residentes que esperan la vacuna lo acusaron de saltarse la fila, pero él se defendió al decir que tiene 70 años y comorbilidades. Otro debate se desató cuando el magnate canadiense Rodney Baker y su esposa volaron en su avión privado a la provincia de Yukón, en la frontera con Alaska, para vacunarse junto con los indígenas de la región.
Algunos no le ven problema al asunto. William Schaffner, profesor de enfermedades infecciosas en la Universidad de Vanderbilt, reconoce que un neoyorquino se sienta frustrado al ver a alguien de Nueva Jersey cruzar las fronteras estatales para vacunarse. Sin embargo, mientras las dosis se utilicen en lugar de quedar intactas, no es un inconveniente desde la perspectiva de salud pública. “En lugar de ‘es mi vacuna, no la tuya’, lo que queremos es ver la vacuna puesta en un brazo”, dijo a los medios. En ese sentido, espera que pronto haya suficientes dosis para no tener que “estar peleando por asuntos tan mezquinos”.
De acuerdo con Camacho, es un comportamiento egoísta. “Es jugar al sálvese quien pueda”. Más allá del problema moral, para él representa un riesgo, pues en el viaje las personas pueden infectarse. Además, la vacunación individual da una sensación de falsa seguridad, ya que cuando estas personas lleguen a su país de origen –como en el caso de Colombia, donde aún no hay nadie más vacunado–, tendrán que seguir en cuarentenas y restricciones.
Explica que los esquemas de vacunación buscan dos cosas: Por un lado, la protección individual, y es que la persona de alto riesgo de morirse no se muera por covid; por otro, cortar la cadena de contagio. “Salir corriendo a vacunarme en otro país va a impactar sobre mi situación individual, pero no sirve en términos de salud pública de la nación porque serán muy pocos los que puedan hacer esto, y con ellos no se alcanza la inmunidad de rebaño”, asegura.
Así las cosas, mientras en Colombia no haya una gran vacunación, la gente no podrá quitarse el tapabocas ni cambiar sus hábitos porque el virus seguirá circulando. Para muchos esta situación es un resultado de la mala distribución de las vacunas, pues si no llegan pronto a un determinado país, la gente estará más interesada en viajar a otro donde sí las hay. A pesar de las críticas, en la medida en que más dosis estén disponibles, algunos esperan que el turismo de vacuna se normalice. Según la experta en bioética Kerry Bowman, “eso no significa que sea bueno, pero veo que va a pasar porque muchos van a sentirse desesperados por recibir la inmunización”.