SALUD

Crisis de ansiedad: ¡Pánico!

¿Qué hay detrás de este fenómeno que tanto se comenta hoy en día? Pacientes y expertos hablan de uno de los males más reveladores de la caótica época actual.

29 de julio de 2017

En la novela La máquina del tiempo, de H. G. Wells, el protagonista viaja al año 802.701 en donde se encuentra con una civilización sin problemas existenciales. No tienen malicia, no sufren enfermedades y, aparte del temor que les producen los seres que habitan en el subsuelo, nada les preocupa. En el tránsito a ese estado en el que ni siquiera deben trabajar para subsistir, han perdido las artes, la escritura y la ciencia, lo que lleva al viajero a describir lo que ve como un “ruinoso esplendor”. En la vida real, la ansiedad y el miedo han sido en gran parte los responsables del avance de la humanidad, pero a la vez una causa de infelicidad que en la actualidad afecta a millones de personas.

En su libro Ansiedad: miedo, esperanza y la búsqueda de la paz interior, Scott Stossel entrega algunas cifras sobre el tema. Según el Instituto de Salud Mental de Estados Unidos, la ansiedad y sus problemas asociados afectan a unos 40 millones de personas. La Mental Health Foundation de Reino Unido reportó en 2009 que un 15 por ciento de los habitantes de esa nación sufren algún desorden de ansiedad, y un reporte global publicado en 2006 en The Canadian Journal of Psychiatry concluyó que 1 de 6 personas en todo el mundo padecerá, por al menos un año, un trastorno de ansiedad en el transcurso de su vida.

Desde el punto de vista psiquiátrico, la doctora Ana Millán explica que “los trastornos de ansiedad incluyen el de pánico, el de ansiedad generalizada, el obsesivo compulsivo, fobias, estrés postraumático, entre otros”. Estos cuadros no son excluyentes y algunas personas pueden presentar más de uno al mismo tiempo.

Entre estos, los ataques de pánico son una de las manifestaciones más comunes. En Europa los sufre un 3 por ciento de la población, mientras que en Estados Unidos la cifra asciende al 11 por ciento. Según el doctor Carlos Gómez Restrepo, médico psiquiatra que en 2015 estuvo al frente de la Encuesta Nacional de Salud Mental, en Colombia afectan a entre el 1 y el 1,5 por ciento de la población, eso es, entre 450.000 y 675.000 individuos.

Los síntomas de estos ataques son variados y dependen de cada quien. A nivel físico puede incluir asfixia, taquicardia, dolor de estómago o cabeza, sudoración, temblores, dificultad para caminar, hormigueo en los miembros, entre otros. A nivel emocional, muchas personas se preocupan constantemente por problemas inexistentes, tienen pensamientos obsesivos y diálogos internos agresivos consigo mismos, creen que su muerte es inminente o exageran al extremo asuntos cotidianos. Además, desarrollan algunas fobias, como a los espacios cerrados o abiertos, o a viajar en avión.

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En palabras de Eugenia Guerrero, psicoanalista y terapeuta, “se trata de un tema muy complejo que se ha abordado desde muchas disciplinas como la psiquiatría, el psicoanálisis, la psicología energética, la sociología, la neuropsicología, entre otros. Y todos esos puntos de vista son ciertos y deben integrarse en su manejo”.

UN MAL COMÚN

Cuando los sufre, la mayoría no entiende qué le ocurre, y eso explica que muchos lleguen a las unidades de urgencias creyendo que están a punto de sufrir un infarto o un derrame cerebral. En cualquier caso, creen que van a morir. Aunque no se trata de un fenómeno nuevo, el desconocimiento sobre el tema todavía es la regla, pues al igual que otras enfermedades mentales, como la depresión, ha sido por muchos años un tema tabú que pocos reconocen por el miedo a ser etiquetados de locos.

En los últimos años, sin embargo, cada vez más gente, incluidas muchas figuras públicas, han empezado a ponerle la cara. Solo por dar un ejemplo, hace unos días el príncipe Enrique de Gales admitió que había padecido estos ataques y que en esas ocasiones sudaba de forma descontrolada y su corazón empezaba a palpitar al ritmo de “una lavadora”. La lista de figuras públicas con problemas de ansiedad es interminable e incluye desde personajes actuales como Bruce Springsteen y Selena Gómez, hasta históricos como el filósofo Thomas Hobbes o Vincent van Gogh. En general, las personas más propensas a padecer este mal son extremadamente racionales, creativas, perfeccionistas y controladoras.

A Mariana Díaz el ataque le llegó hace un mes en la oficina, durante una teleconferencia con sus jefes. Ella, de 33 años, gerencia en Colombia una importante multinacional y venía de varias semanas bajo presión y altos niveles de estrés. Recuerda que por esos días pensaba que no hacía bien su trabajo, aunque todo el mundo siempre la ha considerado una trabajadora modelo. Durante la conferencia empezó a sentirse rara y mientras sus superiores hablaban de sus nuevas funciones, ella apenas asentía.

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Al final cerró su portátil y, sin despedirse, salió de la oficina. Comenzó a caminar y a sentir que se le aceleraba el corazón y que los brazos y las piernas se le dormían. Empezó a cruzar un puente peatonal sin saber si sería capaz de llegar al otro lado y con la certeza de que en cualquier momento iba a sufrir un paro cardiaco. Llorando se concentró en un café cercano que conocía y logró llegar a él sin saber muy bien cómo. Se sentó, tomó un individual de la mesa y empezó a garabatear palabras: “Inútil”, “fracaso”, escribió. Llamó a su marido llorando y le pidió que cuidara a su hijo. Después de un rato, cuando por fin pudo llegar a la casa, se metió en la cama y no se levantó en tres días.

Luego de varias semanas alejada de la oficina y en tratamiento psiquiátrico, ha reflexionado sobre lo que pasó. Sabe que el estrés le revivió traumas muy profundos que carga desde la infancia y que incluyen la ausencia de su padre y las altas exigencias de su madre. “Desde pequeña mi mecanismo de defensa fue convertirme en una niña perfecta, pero vivía con la ansiedad de que todo saliera siempre bien. Uno puede durar años así, pero al final revienta”, dice.
   Un caso similar le ocurrió a Francisco Escobar, un periodista de 44 años que hace tan solo dos dirigía la revista de sus sueños, tenía buena salud y una familia y una casa perfectas. En diciembre de 2015, en el comienzo de sus vacaciones, le ocurrió por primera vez. “Primero sentí unas palpitaciones muy fuertes y luego un ahogo. Me sentía mareado, no podía respirar, estaba a punto de desmayarme. Dije ‘me morí’. Me fui a urgencias con mi esposa y en el taxi yo iba despidiéndome de ella”.

Tras ese vinieron muchos más episodios que él combatió primero con ansiolíticos y drogas prescritas y luego con caminatas, yoga, libros de autoayuda y técnicas de respiración.  Hoy, sumado a todo eso, descubrió que escribir y compartir su problema también ayuda. Después de hablar de sus ataques en una entrada de su blog, comenzó a recibir decenas de mensajes de extraños y conocidos. “Me quedé aterrado de toda la gente que sufre o ha sufrido crisis de ansiedad”, asegura.  

UN ALTO EN EL CAMINO

Decir que el estrés marca el espíritu de estos tiempos es ya un lugar común. Pero mientras muchos logran lidiar con el ritmo frenético de las sociedades modernas, otros terminan por colapsar. Según la doctora Millán, a su consulta llegan cada vez más personas jóvenes con ataques de pánico. “Hoy lo veo más frecuentemente en jóvenes entre 25 y 35 años que en gente mayor.  Anteriormente se supone que lo padecían más las mujeres, pero hoy las cifras están equilibradas”, explica. Estas personas estarían más sometidas a las presiones de tiempo y de alcanzar logros personales en términos de éxito y solvencia económica.

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Por eso, además del tratamiento psiquiátrico necesario, que incluye la prescripción de drogas según cada caso, así como sesiones de psicoterapia, los expertos están de acuerdo en que lo primordial es hacer un alto y cambiar de estilo de vida. De hecho, muchos pacientes terminan por entender las crisis de ansiedad como un mensaje que les envía el cuerpo para decirles que por ese camino no pueden seguir.

En palabras de la doctora Guerrero, “el pánico puede ser visto como un regalo porque es la expresión en la superficie de la mente de una cantidad de información que está en el inconsciente, y que si no se reconoce puede ser el origen de enfermedades mucho más graves, como un cáncer”. La ansiedad, por su parte, puede ser el comienzo de una nueva oportunidad.