La Ley de trasplantes 1805 convirtió a todos los colombianos en potenciales donantes de órganos. | Foto: Google

Salud

“No donaría mis órganos a un asesino ni a un criminal”

Un estudio del Invamer, publicado el 31 de octubre, revela cuáles son las principales percepciones de los colombianos frente a la donación de órganos. Las creencias religiosas y el miedo al tráfico en el mercado negro hacen parte de los cinco mitos más comunes dentro de los ciudadanos.

2 de noviembre de 2018

Los números no mienten. Colombia presenta uno de los índices más bajos de donación de órganos a nivel mundial y ocupa el puesto número 20 en la escala de donantes fallecidos. Mientras que en el país hay 8.4 donantes por millón de habitantes, los países líderes como Uruguay tienen 13.2 por millón; Italia, 26.9 por millón; Francia, 28.1por millón y España, 40.2 por millón. Todos ellos superan esas cifras con creces.

Aunque la Ley de trasplantes 1805 convirtió a todos los colombianos en potenciales donantes de órganos, -a menos que expresen su negativa en vida- la realidad es que hoy el numero de pacientes en lista de espera continúa superando la de donantes. Para tener una idea a febrero de este año, 2.400 personas estaban en lista de espera de un órgano. 216 de un riñón - el más solicitado-, 133 de hígado, 23 de pulmón y 16 de corazón. Por otro lado, la lista de donantes ni siquiera supera los 1.000.

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La razón, dicen los expertos, obedece a varios factores, entre ellos la desinformación sobre el tema y los mitos que se han calado en el imaginario de la población. Un informe publicado el miércoles por el Invamer demuestra que, de hecho, las percepciones y creencias de los colombianos en esta materia son el principal obstáculo para aumentar las cifras de donación. En concreto, las que tienen que ver con creencias religiosas, miedo al tráfico de órganos y la incertidumbre de no saber a quién se donará, como por ejemplo, asesinos o criminales.

El estudio se llevó a cabo en Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla con mujeres y hombres de todos los estratos socioeconómicos. David Correa, investigador principal del trabajo, explicó que una de las principales conclusiones es que la información sobre cómo y dónde hay que registrarse para ser donante es básica y poco precisa. “Lo que vimos en Colombia es que el tema no ha sido muy divulgado. Falta concientización y claridad, pero también está la iniciativa interna de poder obtener más información. Si uno ya no tiene vida, lo lógico es donarla”, explica.

Sin embargo, son muchas más las barreras. Una de las más mencionadas es la incomodidad que sienten los familiares de donar los órganos del fallecido cuando el tema no ha sido hablado previamente. Casi todos los del grupo focal estuvieron de acuerdo en que es importante hablar para evitar un impacto negativo al momento de morir. “Si lo hicieran previamente sería más fácil tomar la decisión” dice el experto, pues donar los órganos al fallecer es una decisión muy personal.

La mayoría afirma no haberse registrado como donante por falta de información. No saben donde hacerlo, ni cómo hacerlo. Además, también está la creencia de que al firmar como donante se vuelven propensos a que los maten para extraerles los órganos y venderlos en el mercado negro. Eso sucede principalmente en la ciudad de Barranquilla, donde ningún paciente se ha inscrito por esta idea.

Otra de las más sorprendentes es la incomodidad de las personas con el anonimato del recipiente del órgano. Pues en especial sienten temor de que los reciba una persona mala. Un sicario, un político corrupto, un asesino o que sean vendidos por los propios médicos o clínicas para terceros que no lo merecen. “Yo no le donaría a un asesino en una cárcel. No me interesa que sea Timochenko el que necesite un órgano, pero yo, en mi conciencia, no lo aceptaría, afirmó una de las personas en el estudio.  

La poca información dificulta que las personas se animen a registrarse como donantes. No saber quién dispone de los órganos que donan, quién maneja la lista de espera y quién será el receptor es el principal temor.

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Correa también explica que la difusión de diferentes creencias, aunque no sean propias, pueden llevar a que otras personas no deseen ser donantes. El ejemplo más claro es el de las religiones, pues a los encuestados les resultaba incómodo pensar que los testigos de jehová y los Wayuu prohibieran la donación de órganos y de sangre. En este punto también fue evidente el temor de los colombianos a quedar con un cuerpo incompleto y en mal estado. Resulta incómodo para varios, pensar que pueden llegar a Dios de forma diferente a como él los creó”, cuenta el experto.

La mayoría de la información, según las personas entrevistadas en los seis grupos focales, la reciben desde los medios de comunicación que generalmente publican historias sobre casos negativos o de denuncia que lleva a que la gente construya los mitos. Como conclusión, los investigadores advierten que es necesario que el Estado, a través de los organismos pertinentes como el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Salud, realicen más trabajo de difusión para aclarar los principales mitos. 

Aunque Colombia aumentó su cifra de trasplante en un 21 por ciento en los últimos años pasando de 1.068 en 2016 a 1.287 en 2017, los especialistas coinciden en que aún falta mucho camino para llegar a la meta.