La prensa rosa siempre ha hablado de la similitud entre Judy Garland, quien tuvo cinco matrimonios y cuatro divorcios, y su hija Liza Minelli, quien se ha casado en cuatro oportunidades y divorciado igual número de veces. El estudio explicaría ese fenómeno por el cual las relaciones amorosas de la madre afectan las de sus hijos. | Foto: Getty Images

PSICOLOGÍA

¿Por qué la vida romántica del hijo depende del historial amoroso de la madre?

Un nuevo estudio afirma que la vida emocional y romántica de los hijos depende en buena parte del historial amoroso de sus madres.

24 de noviembre de 2018

La vida sentimen-tal de Liza Minnelli no ha sido un lecho de rosas. A sus 72 años, la reconocida actriz y cantante ha estado casada y separada cuatro veces. Se casó por primera vez en 1967 con el australiano Peter Allen, de quien se separó siete años después. Allen era gay y todos lo sabían, menos ella, que vino a enterarse cuando lo sorprendió con otro hombre al regresar a casa. A finales de 1974 contrajo segundas nupcias con el director y productor Jack Haley Jr., relación que duró hasta diciembre de 1979. Poco después se casó con el escultor Mark Gero, de quien se divorció 13 años más tarde. David Gest, el esposo número cuatro, duró poco: de marzo de 2002 a julio de 2003. Durante su divorcio, en 2007, Gest alegó que ella le pegaba cuando estaba borracha. También tuvo relaciones amorosas fugaces con Rock Brynner, Desi Arnaz Jr., Peter Sellers y Martin Scorsese.

Según un reciente estudio, un historial de matrimonios como el que Minnelli y muchas otras personas llevan a cuestas no sería producto del azar y más bien estaría influenciado por la historia sentimental de sus madres. Investigadores de la Universidad Estatal de Ohio (OSU, por su sigla en inglés) concluyeron que los hijos tienden a tener el mismo número de parejas románticas de sus mamás. En el caso de Minnelli, su talentosa madre, la también actriz Judy Garland, tuvo cinco, uno más que ella. Primero, se casó con David Rosen, con quien estuvo de 1941 a 1944; luego, vino la relación con Vincent Minnelli, el padre de Liza, que duró 12 años; con Sidney Luft, desde 1952 a 1965; Mark Herron fue el siguiente, entre 1965 y 1969; y a los tres meses de matrimonio con Mickey Deans, en ese mismo año, él la encontró muerta en el baño.

Muchos matrimonios terminan en divorcio. Las estadísticas en Estados Unidos muestran que la mitad de las uniones de hecho se disuelven en cuestión de 3 años y la mitad de los matrimonios terminan en un lapso de 20. Los estudios apuntan a que cuando una relación de estas se disuelve, la mayoría vuelve a convivir con otra pareja y estas relaciones son aún más propensas a terminar que las primeras. Algunos científicos han estudiado las diversas maneras en que ese comportamiento moldea el perfil amoroso de los hijos. Paul Amato, sociólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania, encontró que tener padres divorciados estaba asociado a entre 50 y 100 por ciento más de probabilidad de divorcio en sus retoños.

Le sugerimos: 10 cosas que demuestran que lo que se hereda no se hurta

Pero hasta ahora no se sabía por qué. Para dilucidarlo, Claire Kemp Dush, profesora de sociología en OSU, estudió las relaciones sentimentales de madres e hijos con una muestra de más de 7.000 participantes. Buscaba analizar sus vidas afectivas por 24 años para explorar tres hipótesis que podrían explicar por qué los retoños tienden a seguir los pasos de sus padres en cuestiones del amor.

La tesis económica asume que los papás se divorcian por estrés financiero, ya sea por mala remuneración, poca educación o pobreza. La disolución del vínculo por esas razones llevaría a que los hijos vivieran las mismas penurias monetarias en la adultez y tomaran decisiones parecidas. La segunda hipótesis, llamada transmisión de características y habilidades para las relaciones, pondría énfasis en la falta de ejemplo materno para resolver conflictos, lo que llevaría a su descendencia a enfrentar las suyas de la misma manera. Incluso, plantea que la madre podría transmitir genéticamente a su hijo trastornos de la personalidad como depresión y ansiedad, que dificultan las relaciones interpersonales. La hipótesis del compromiso, por su parte, postula que los hijos ven en el ejemplo de sus madres la posibilidad de iniciar y terminar relaciones sin problema.

Muchos divorcios resultan de falta de habilidades para mostrar afecto y resolver conflictos

La experta encontró que, en efecto, por cada relación adicional de la madre, el número de parejas de su prole aumenta en promedio 6 por ciento. Y dentro de las tres hipótesis exploradas la que más importancia tuvo fue la transferencia de características y habilidades para mantenerse en pareja. “Ya no es solo el divorcio lo que importa”, dice la experta en su trabajo publicado en la revista Plos One. “Nuestros hallazgos muestran que lo más plausible es que haya una pobre transmisión de habilidades para relacionarse, lo cual puede incluir trastornos de personalidad”, añade. Así, aquellas mamás que tienen múltiples parejas sucesivamente podrían estar mostrándoles que “no tienen buenas relaciones interpersonales, no saben lidiar con el conflicto o tienen problemas de salud mental, todo lo cual puede minar su relación y llevar a inestabilidad”, explica la socióloga.

Puede leer: 54 claves para el amor

Pero ¿por qué las madres tienen la culpa? Para muchos expertos, los padres también pueden afectar la vida amorosa de los hijos, pero sobre esa hipótesis no hay grandes estudios longitudinales por la creencia de que ellas, y no los hombres, cuidan a los hijos. Lo curioso es que los niños no necesariamente deben estar presentes para recibir esta influencia. Tampoco importa si se trata de matrimonios o uniones de hecho. Cualquiera que sea el mecanismo, lo importante es que “ellas pasan esas características a sus hijos”, agrega.

Según la psicóloga de familia María Elena López, los padres sirven de modelo para todo y “muchas de las separaciones resultan de la falta de habilidades sociales como la capacidad de resolver conflictos, adaptarse a los cambios, aceptar la diferencia o resistir y manejar la frustración, que son destrezas clave para la convivencia”, dice. Estas estrategias, agrega, son un referente para los hijos por efecto espejo: “Ellos copian lo que hacen sus padres y repiten estas maneras de relacionarse en pareja”. Pero aclara que algunos de ellos, conscientes de lo que vieron en sus padres, optan por no vivir ese patrón y actúan de modo opuesto.

Andrew Collins, profesor de la Universidad de Minnesota, piensa que incluso tiene más importancia el ejemplo que dan los padres con su trato a los hijos; esto es, “si son cálidos y protectores, si muestran interés en sus actividades, si establecen límites en la relación padre e hijo y si hacen lo posible por no mostrar ninguna señal de rechazo”, dice.

Kemp Dush es consciente de que el cambio de pareja puede ser la manera en que muchos encuentran a la más compatible. Pero si se tiene en cuenta que los matrimonios estables producen padres e hijos más sanos física y mentalmente, advierte que la sociedad debería invertir esfuerzos en enseñar estrategias a los padres para mejorar esas habilidades y así poderlas transmitir a sus hijos. De esta manera, casos desafortunados como el de Judy Garland y su hija Liza podrían evitarse. n

De tal madre, tal hijo

Según María Elena López, las relaciones de los padres generan un efecto espejo en los hijos. Y expone cinco escenarios que ellos podrían imitar.

  • El abuso

Las frecuentes peleas de los padres y el uso de lenguaje duro y humillante generan hijos más dispuestos a seguir este patrón e incluso a aceptar parejas que los ultrajen. Algunos hijos pueden convertirse en abusadores.

  • Compromiso

Los hijos pueden pensar que una relación no satisface sus necesidades emocionales si vivieron el mismo patrón en su casa materna. Esto los hace más prevenidos en sus relaciones y más inclinados a ver el divorcio como primera opción.

  • Resolver conflictos

Los padres dan el primer ejemplo en términos de cómo conducir una relación. Si ellos lo resuelven todo a gritos, los hijos aprenderán que hacerlo es necesario para solucionar los problemas.

  • Expresar emociones

Si los adultos no expresan sus sentimientos, los hijos también tendrán una mayor dificultad para identificar los suyos. Poder manifestar estas sensaciones es crucial para cualquier relación y, si no se aprende, esa deficiencia interferirá en la relación de pareja.

  • Confianza

Los divorcios pueden dejar la sensación de abandono en los hijos. A veces ellos crean la dinámica de apartarse primero por el temor a ser dejados por el otro.