Desde principios de 2025, los informes muestran una disminución en las muertes por sobredosis en Estados Unidos, lo que parecía un respiro tras años de pandemia y crisis de opioides. Sin embargo, esta aparente victoria corre el riesgo de desvanecerse con fuerza. Los nitazenes, una familia de opioides sintéticos diseñados hace décadas, reaparecen en el mercado negro con una ferocidad inédita.
Se trata de compuestos que, en algunos casos, pueden ser hasta 43 veces más letales que el fentanilo y difíciles de detectar con las pruebas habituales. Aunque las sobredosis bajaron un 27 % en 2024 gracias al acceso ampliado al Narcan (antídoto de sobredosis), la tendencia puede revertirse con rapidez si no se ajusta el sistema.
Un agente de alto rango de la DEA en Houston advirtió que el país no está listo para enfrentar esta oleada. En cuatro meses, su jurisdicción registró 15 muertes y 11 decomisos relacionados con nitazenes, que además evaden las pruebas convencionales y pueden resistir la dosis habitual de naloxona.
En paralelo, un proyecto de ley bipartidista en el Congreso, la Nitazene Control Act, busca clasificar estos compuestos como sustancias sin uso médico y alto riesgo, cerrando vacíos legales y permitiendo mantener la investigación, sin frenar el control.
Uno de los casos más desgarradores ocurrió en Texas: dos jóvenes, Lucci Reyes-McCallister, de 22 años, y Hunter Clement, de 21, murieron tras tomar pastillas que creían que eran Xanax y Percocet.
El Narcan no logró ayudarlos y los análisis revelaron la presencia de nitazenes en dosis mínimas pero devastadoras. Este patrón muestra la peligrosidad oculta de estos químicos que en muchos casos llegan en píldoras falsas, mezclados con otras drogas, y sin advertencia.
Según registros recientes, los nitazenes ya han causado “varias centenas” de muertes documentadas en Estados Unidos, y su proliferación comenzó alrededor de 2019, cuando empezaron a detectarse en el mercado ilegal. La combinación de su extrema potencia, facilidad para mezclarse con otras sustancias y la falta de pruebas específicas los convierten en el cóctel perfecto.
El peligro adicional es que muchas víctimas no buscan drogas fuertes, sino medicamentos de uso común como analgésicos o ansiolíticos falsificados. Eso hace que personas sin historial de adicción caigan de repente en una sobredosis mortal.
Los expertos explican que este factor convierte a los nitazenes en un riesgo mucho más amplio que el fentanilo, porque puede afectar incluso a consumidores ocasionales o a quienes compran en la calle, lo que creen que son pastillas legítimas.
Las autoridades sanitarias y las comunidades locales insisten en que la clave está en la prevención y la información clara. Programas de distribución de naloxona, pruebas caseras para detectar sustancias adulteradas y campañas educativas directas a jóvenes en escuelas y universidades se plantean como medidas inmediatas.
Aun así, los especialistas recuerdan que ninguna estrategia será suficiente sin una acción coordinada del gobierno federal que abarque desde la legislación hasta la cooperación internacional para frenar la producción y tráfico de este nuevo veneno.
Frente a esto, resulta necesario fortalecer la detección, actualizar los protocolos médicos para sobredosis, ampliar la formación ante los casos y lanzar campañas claras y directas enfocadas en jóvenes y comunidades vulnerables.
A su vez, el sistema legal debe actuar con urgencia, porque mientras la ley se adapta, los laboratorios clandestinos evolucionan cada vez más rápido.