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La periodista francesa Marie LeLay (Cécile de France) muere y regresa a la vida con ganas de ser otra persona.

CINE

Más allá de la vida

Tres personas que han rozado la muerte se cruzan en este drama dirigido por Clint Eastwood con su pulso de siempre.

Ricardo Silva Romero
22 de enero de 2011

Título original: Hereafter
Año de estreno: 2010
Género: Drama
Dirección: Clint Eastwood
Guion: Peter Morgan
Actores: Matt Damon, Cécile de France, Frankie McLaren, George McLaren, Jay Mohr, Bryce Dallas Howard, Thierry Neuvic.

Siempre fue así. Pero hubo un momento, hacia comienzos de los noventa, en que fue evidente que las películas dirigidas por Clint Eastwood tienden a ser protagonizadas por personajes arrepentidos a los que el destino les concede la oportunidad de reparar su pasado. El asesino William Munny, de Imperdonables (1992), respira mejor porque es capaz de decir "he matado todo lo que se mueva o se arrastre". El policía Sean Devine, de Río místico (2003), un día descubre que "la verdad es que seguimos siendo estos niños de 11 años, encerrados en un ático, que imaginan cómo habrían sido sus vidas si hubieran podido escapar". El viejo Walt Kowalski, de Gran Torino (2008), da un paso al frente cuando se oye a sí mismo diciendo "destrozamos adolescentes de 17 años en la guerra de Corea".

Los tres protagonistas de Más allá de la vida, el largometraje número 31 de Eastwood, tienen también un duelo por delante: la periodista francesa Marie LeLay no consigue ser la misma desde que estuvo a punto de morir; el niño inglés Marcus trata de lidiar con su madre drogadicta sin la ayuda de un hermano gemelo que acaba de ser atropellado; el trabajador norteamericano George Lonegan trata de escapar de un don -el solitario don de hablar con los espíritus- que nunca lo ha dejado vivir en paz. Tenemos, pues, tres estupendos personajes, torturados por los recuerdos y las voces, que encuentran en la muerte la clave para reconstruirse. Y es fácil pensar que Más allá de la vida se trata de saber qué hacer, por fin, con uno mismo: como todas las películas que ha hecho Clint Eastwood.

Si las últimas diez películas del director formaran un libro de cuentos, si pensáramos, de Crimen verdadero (1999) a Invictus (2009), en los largometrajes dirigidos por Eastwood en la década pasada, seguro diríamos que Más allá de la vida no está entre los más brillantes (aceptaríamos, entre otras cosas, que las tres historias que se cruzan no son igual de buenas), pero tendríamos que reconocer que consigue reafirmar la mirada de un cineasta que en el fondo le ha dedicado su obra a pedirles perdón a los jóvenes por el estado de este mundo: preserva esa extraña atmósfera entre nostálgica y sombría, como de cuadro de Edward Hopper, que se va aclarando con el paso de las escenas; insiste en un estilo narrativo despojado de adornos, pero tan claro que resulta capaz de llevarnos al borde de la silla; encara con un realismo conmovedor un tema al que solo se atreven los géneros de siempre.

Más allá de la vida pisa los terrenos que pisan las películas de horror: ese escalofriante encuentro con la muerte que ha hecho taquilleras a producciones como Línea mortal o El sexto sentido. Su logro principal es, sin embargo, acercarse al tema con vocación de drama, sin ánimo de asustar a nadie, sin efectismos. Es una obra menor, claro que sí, pero una obra menor de un maestro del cine.