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LAS ANGUSTIAS DEL "PIBE"

Aislado por el idioma y con la hinchada en contra, Carlos Valderrama espera que cambie su suerte. SEMANA lo visitó en su casa de Montpellier.

26 de septiembre de 1988

La tormenta llegó sin anunciarse, al final de otro largo día de verano en la costa mediterránea francesa. Sorpresivamente, el cielo tomó un color plomizo y en cuestión de segundos el vendaval se apropió de las calles del pequeño poblado de Saint Georges D'Orques. Carlos Valderrama, sentado hasta ese momento en la sala de su casa se asomó al patio, picada su curiosidad por el ruido del agua sobre la marquesina. Después de mirar un rato el espectáculo de la naturaleza, el "Pibe" volvió la mirada hacia su hija Linda que pasaba por ahí, y señalándole un pedazo de hielo entre los baldosines le dijo con su acento típicamente samario: "Mira, está granizando".
De todos los escenarios naturales posibles, quizá ninguno fue tan apropiado como el de esa tarde cuando el jugador colombiano de fútbol, Carlos el "Pibe" Valderrama, recibió a SEMANA en su casa para hablar sobre otra tormenta: la causada por su desempeño dentro del equipo Montpellier, el club de la primera división francesa que adquirió su pase profesional en medio de una transacción que creó sensación en Colombia. Catalogado como uno de los mejores -si no el mejor- futbolistas en la historia del balompié nacional, la llegada de Valderrama al fútbol europeo estuvo precedida de todo tipo de expectativas. Entre otras cosas, se esperaba que este samario de 27 años comenzara desde el primer día a deslumbrar a los franceses, gracias a su ingeniosa manera de mover la pelota dentro de un campo de juego.

DURO DESPERTAR
La realidad, sin embargo, acabó dando al traste con el sueño. Los primeros partidos del colombiano demostraron que el proceso de ajuste iba a tomar tiempo y que lo mejor era esperar calmadamente el paso de los meses. Las dificultades de entendimiento futbolístico de Valderrama con sus nuevos compañeros y -por sobre todo- los problemas de lenguaje y adaptación al medio, dejaron en claro que al "Pibe" había que dejarle cierto margen, antes de juzgarlo.
Esa sentencia, que en frío fue aceptada por los dirigentes, el cuerpo técnico y los hinchas del Montpellier, se olvidó tan pronto comenzó la temporada de fútbol francesa. El que fuera el equipo revelación del campeonato de 1987 empezó a hacer aguas desde el primer encuentro. La delantera más goleadora del torneo pasado terminó en blanco con el correr de los partidos. Para colmo de males, el estadio de La Mosson situado en La Paillade (el suburbio de Montpellier donde se encuentra la sede del club) dejó de ser el bunker inexpugnable de hace un año. El pasado 20 de agosto, el Nantes se dio el lujo de vencer por cuatro goles a uno al cuadro de Valderrama, ante los ojos atónitos de los 18 mil aficionados que atestaron el recinto.
Como consecuencia de tantas calamidades, la cacería de brujas no se hizo esperar. En los bares de esta ciudad francesa empezó a mencionarse el nombre del supuesto culpable: le colombien. Esa tesis, fomentada por la prensa local, llegó a los oídos del cuerpo técnico del plantel, cuyo director, Pierre Mosca, decidió enviar a la suplencia a Valderrama, con la esperanza de que sería posible retornar al equipo maravilla del año pasado.
Aunque la magia no volvió, los marcadores le dieron parcialmente la razón al técnico. En dos encuentros de visitante, el Montpellier obtuvo una victoria y un empate. Poco importó que el triunfo se diera contra el colero del torneo y que, en ambas ocasiones, aun los mismos directivos del onceno reconocieran que el nivel de juego había sido muy pobre. Para la mayoría, la ausencia del jugador colombiano hizo posible los buenos resultados.
Frente a semejantes consideraciones, "el caso Valderrama" se convirtió en una verdadera obsesión. Cuando recibió al enviado especial de SEMANA, el gerente del club, Michel Mezy, se dedicó a pedir consejos a lo largo de la entrevista. Más que un empresario deportivo, el francés daba la impresión de ser un padre desorientado a cuyo hijo no le va bien en el colegio. Compungido, Mezy sostuvo que no dormía bien debido a la situación.
Su club se vio de pronto, después de siete años de haber ascendido a la primera división y tras haber sido la revelación del torneo del 87, ante una inminente crisis, por el fracaso inicial de su más costosa contratación. Lo grave es que Valderrama había llegado al Montpellier creando las mejores expectativas, con carátulas en las principales revistas deportivas y hasta especiales de televisión.
Quizás fue tanta promoción previa, unida a la inexperiencia en el manejo de estrellas, la que llevó a los dirigentes del Montpellier a esperar demasiado. Cuando el colombiano jugó mal su primer partido, los primeros ceños fruncidos empezaron a aparecer. Aun el mismo Mezy aceptó la semana pasada que él se encontró en el bando de los impacientes. "Yo esperaba mucho más de Carlos", le dijo el gerente del equipo a SEMANA. Para los inconformes no importó que el samario jugara bien la mitad de los encuentros disputados, ni que el resto de futbolistas de la escuadra no encontrara su nivel del año pasado. La regla para medir a Valderrama tuvo una escala diferente.

AJUSTE SOLITARIO
Mientras todo eso sucedía, el colombiano inició su proceso de integración al medio francés. Apenas comenzada la temporada a mediados de julio, el "Pibe" se trasladó con su familia a su casa de Saint Georges D'Orques, un pueblecito situado a una docena de kilómetros al oriente de Montpellier. La construcción, ubicada dentro de un complejo residencial que podría describirse como de clase media, cuenta con cuatro habitaciones espaciosas y una pequeña piscina, indispensable en esta calurosa zona de Francia, donde no es raro que en verano el termómetro señale una temperatura de 35 grados.
Es en ese sitio donde el samario pasa la mayor parte del tiempo. Aparte del entrenamiento diario (de nueve y media de la mañana hasta las doce del día) y de algunas salidas esporádicas a la playa, es raro encontrar a Valderrama afuera. Descrito como una persona juiciosa y austera, el "Pibe" prefiere estar con la familia por encima de todo. Acompañado por sus tres hijos (Kenny de seis meses, Alan, de cuatro años y Linda de siete), su esposa Claribeth y su cuñada, el colombiano ve pasar lentamente las horas.
En contraste con la popularidad que casi le impide salir a la calle en Colombia, Valderrama puede pasearse en Francia como cualquier hijo de vecino. A pesar de ser reconocido fácilmente, la limitante del idioma impide en todo caso que establezca conversación con el primero que le pida un autógrafo.
Es precisamente el problema de la lengua el que ha contribuido en buena parte a aumentar la soledad del colombiano. Además de su carácter tímido y reservado, el "Pibe" cuenta con un escaso vocabulario que lo limita a relacionarse con un reducido círculo de franceses que hablan español. Aparte de los miembros de su familia, el único colombiano que se ve regularmente con el futbolista es el escritor barranquillero Ramón Molinares, quien adelanta un postgrado en la Universidad de Montpellier.
Cuando no hay visitas, el tiempo se va descansando o viendo televisión. Quiéralo o no, Valderrama tiene que limitarse a lo que ofrezca la programación francesa, pues las cintas de video que se trajo de Colombia no son compatibles técnicamente con el sistema de televisión PAL, que se usa en buena parte de Europa.
En cuanto a música, el repertorio se limita a unos cuantos casetes que suenan en una radio portátil. Al igual que muebles y cuadros en las paredes, todavía no ha habido tiempo para comprar el equipo de sonido.
Toda esa conjunción de factores hace que el colombiano se encuentre aún dentro de una especie de burbuja, hecho que indirectamente debe afectar su desempeño en el campo de juego. Su única relación con Colombia son las llamadas que hace ocasionalmente la radio y los mensajes de amigos y parientes. De resto, no hay prensa ni revistas nacionales y la ignorancia sobre lo que sucede en el país es prácticamente total.

¡TIN!, A LA CABEZA
El largo proceso de integración de Valderrama a la vida francesa probablemente se extenderá aún más de lo planeado, si se mantiene la sentencia del técnico sobre su estado de semisuplencia. Según Mosca, "Carlos no se encuentra dentro de los once mejores jugadores en este momento". Como consecuencia, lo más posible es que el colombiano se quede en casa cada vez que el Montpellier juegue de visitante, por lo menos hasta nueva orden. Esa circunstancia ha obligado al jugador samario a entrenar con el plantel de tercera división, cuando el resto de sus compañeros de primera está fuera de la ciudad.
¿Durante cuánto tiempo se va a mantener esa situación? Es difícil decirlo. Sometidos a la presión del público y de la prensa, lo más probable es que los directivos del Montpellier van a tratar de "finiquitar" el caso Valderrama cuanto antes.
Frente a esa estrategia, la primera alternativa es la de ceder al jugador colombiano. La semana pasada en Montpellier se daba como un hecho el traslado del "Pibe" a la Roma, la escuadra de la capital italiana que se ha mostrado interesada en contratarlo. Esa hipótesis, sin embargo, no fue confirmada oficialmente. Interrogado por SEMANA, Michel Mezy sostuvo que no hay nada en firme al respecto.
En caso de que esa puerta se cierre, la siguiente salida sería la de acelerar la integración de Valderrama al equipo. Para ello obviamente se requiere la colaboración del técnico, la paciencia de los directivos y el público, y la ayuda de los demás integrantes de la escuadra.
Aunque sobre el papel todo eso se podría garantizar por un tiempo limitado, la realidad es bastante más dura. En primer lugar, Mosca ha fallado en establecer un canal de comunicación con el colombiano. Aparte de los saludos y una que otra frase en los entrenamientos, los dos hombres no se cruzan palabra. El frances insiste en que él ya le dijo una vez al samario lo que deseaba de su juego y piensa que con eso es suficiente. Si bien Valderrama podría también romper el hielo, la norma en estos casos es la de que cualquier aproximación va en el sentido técnico-jugador.
La falta absoluta de diálogo no ha hecho sino empeorar las cosas. El colombiano reconoce que no ha estado en su mejor nivel, pero no entiende por qué se le trata con más dureza que a los demás, a pesar de llevar tan solo dos meses en Francia. "No esperaba que por un partido malo ¡tin!, a la cabeza", le dijo el samario a SEMANA.
A su vez, los directivos no dejar mucho campo para el optimismo. E dinero envuelto en la transaccion de Valderrama y la falta de resultados inmediatos han terminado con la tranquilidad del Montpellier. En un comienzo, Mezy y Louis Nicollin, el presidente del Club, se sorprendieron al ver que el colombiano no tenía la agresividad que todos esperaban. Esa primera impresión se acentúo con el correr de los días, hasta convertirse en el problema número uno de la institución. Tal como están las cosas Mezy no le da al samario sino un par de meses más para responder a las expectativas. "Contratamos a Carlos para tener una progresión y no una regresión", anota.
La urgencia de los dirigentes del Montpellier es aumentada ante la inminencia de la copa de la UEFA, cuyo primer partido tendrá lugar el proximo siete de septiembre en la ciudad francesa. En esa ocasión, el Montpellier deberá enfrentarse al Benfica de Portugal, uno de los clubes más poderosos de todo el torneo. Como es de suponer, un descalabro del cuadro de Valderrama puede influir sustancialmente en los ingresos del plantel.

LO QUE VIENE
Si la gran hora del colombiano se va a vivir en Montpellier, es cosa que se verá en los próximos días. A pesar del reconocimiento que se le hace a sus capacidades, todo indica que a menos que se presente un cambio dramático, Valderrama podría no terminar la temporada en el equipo francés. Aunque hasta el sábado pasado sólo se habían jugado nueve fechas de las 38 que componen el Campeonato, muchos piensan que ya todo está decidido.
La duda, claro está, radica en sabe cuánta paciencia le queda al Montpellier. Como todo club joven, el cuadro francés está pagando el precio de su inexperiencia y si su nivel de juego no mejora, nada más fácil que hacer del colombiano el chivo expiatorio de la situación.
Obviamente, siempre es posible que las preocupaciones de estos días se superen. Para Bernardet, el mediocampista del Montpellier, "Carlos va a salir adelante y a final de año nos vamos a reír de todo lo que se dijo este mes".
Esa opinión es compartida por el propio Valderrama. Al igual que con la tormenta que cayó sobre su casa el día que recibió a SEMANA, el samario sabe que las tempestades pasan. Por más críticas a su alrededor, el colombiano continúa tranquilo, consciente de que la mejoría debe ser sólo cuestión de tiempo. "Hay que tene calma", insiste, mientras ve cómo la nubes que vienen del Mediterráneo se acaban y por allá en Montpellier vuelve a aparecer el sol de verano.