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| Foto: Montaje SEMANA

PERFILES COPA AMÉRICA

Mientras en el pueblo celebraban el Año Nuevo con trago, Davinson le daba vueltas a la cancha

El defensa central ha vivido su carrera de afán y por eso con solo 21 años el Tottenham Hotspur lo convirtió en uno de sus fichajes más caros de su historia. Pero para llegar allá a esa edad tuvo que trabajar duro y a toda velocidad.

Santiago Ramírez Baquero
11 de junio de 2019

Un 31 de diciembre, cuando todos sus amigos empezaban a destapar botellas de caucano y a poner vallenato y cumbia a todo volumen, un muchacho largo, de camiseta, pantaloneta y guayos consideró que ese día era como cualquier otro y había que continuar con la rutina. Mientras Ciénaga Honda, una vereda de Caloto, festejaba un nuevo año más entre trago y trago, el quinceañero Davinson Sánchez le daba vueltas a la cancha de fútbol. Solitario como si quisiera huirle al mundo que lo rodeaba. De vez en cuando un borracho le dedicaba una mirada para luego seguir de fiesta y el muchacho hacía su rutina de entrenamiento común y corriente.

Ojalá hubiera estado acompañado. Pero sus amigos de su misma edad andaban en las mismas que el resto del pueblo, en los días de fiesta se armaba una chiquiteca en una casa que queda en toda la esquina de la cancha, y todos los menores de edad se iban para allá a hacer lo que la ley prohíbe y lo que muchos padres no quisieran ver.

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Davinson comenzó su formación deportiva en la escuela Pedro Sellarés, inferiores en ese entonces del América de Cali. Un día Juan Carlos Osirio fue a verlo y se enamoró de su juego y lo llevó a Nacional

Su mejor amigo, nada sorprendido, lo miraba desde esa casa de interior oscuro donde la mayoría ya estaban prendidos. Porque nunca lo vio con intención de probar la primera copa, a menos de que esta fuera hecha en plata esterlina, madera de cedro y tuviera los escudos de los equipos continentales campeones en su pedestal.

Davinson ha vivido rápido. Con solo 22 años ha jugado en Nacional, el equipo más campeón de Colombia, en un histórico de Europa y de Holanda como el Ajax, y ha sido el fichaje más caro del Tottenham Hotspur.

Dice su madre Esther que desde que estaba en el vientre el médico pensó al principio que eran dos los bebés que llegarían al mundo, pero en realidad se trataba solo de uno, grande y de esqueleto largo. “Practicará algún deporte”, dijo como un profeta inseguro, como si en Ciénaga Honda se viera algo diferente a patear una pelota.

Por esa zona del norte del Cauca, muchos de los lazos sociales están rotos, desconectados. Las familias crecen sin un sustento económico, muchos padres y madres se van de la casa, las separaciones se han normalizado, y la violencia y el crimen esperan a pocos pasos de las casas, con mucha paciencia, a que muchos jóvenes crezcan para llevárselos con sus garras lejos del césped donde rueda el balón.

La historia de Davinson, al igual que la de muchos futbolistas de todas las partes del mundo, tiene ese ingrediente de horripilante sabor. Y por eso en territorios como en los que él creció una pelota y unas hábiles piernas son lo único que puede trazar un camino diferente. “Una salida”, le llaman con obviedad y desgaste de la expresión.

“Si solo había agua limón y panela él no protestaba; muchos menos había para unos tenis o un celular, él aceptaba lo que había”, recuerda Esther. Desde los cinco años, el balón fue una extensión de su cuerpo, su peluche en la cama, otro familiar en la mesa a la hora del almuerzo, una compañía para la soledad, y un amigo en la cancha. Inseparables.

Ciénaga Honda queda a pocos minutos de Guachené, un municipio que lleva seis años siéndolo, pues antes era otra vereda más, y para llegar varios habitantes aconsejan manejar a toda velocidad para que no se vayan a atravesar bandidos en motos para robar.

Es una pequeña vereda, de pocas casas que no superan los dos pisos y ruidosa los lunes festivos, que difícilmente figura en el mapa y cuyos habitantes dicen que son de la jurisdicción de Guachené y otros de Caloto, no saben bien. Es un diminuto grupo de casitas con los típicos cultivos de caña al lado de la carretera y con la curiosidad de que gracias a la fundación Davinson Sánchez, cuya presidenta es la mamá del defensa de la selección Colombia, parece una especie de ciudad universitaria a pequeña escala donde la única carrera que existe se puede estudiar desde los cinco años y se llama fútbol.

Algunos niños llegan de otras veredas en carritos piratas o en algún motociclista que les hace el favor de dejarlos en la cancha por algunas monedas. Cualquiera que lleve uniforme y guayos tiene en el dorsal ‘D. Sánchez’. Sus familiares, todos sin excepción, llevan la camiseta amarilla de la selección con el nombre del ídolo del pueblo.

Tal vez por su corta edad, su mamá Esther lo sigue tratando como a un niño. Y se siente una orgullosa conocedora del deporte gracias a los triunfos de Davinson, aunque afirma con seguridad que “mi mejor profesión fue ser mamá”. Y es cierto.

Cuenta que a su hijo una vez lo llamaron a disputar un partido con una categoría más grande que la de él. Sánchez, sin miedo en sus cortos ocho años de vida, aceptó el reto de jugar con niños más grandes, en edad y en cuerpo. Caían gotas como en épocas de lluvias constantes, gruesas y por montones. El césped del campo poco a poco desapareció hasta convertirse en parches oscuros de charcos que chapoteaban con estruendo los 22 jóvenes. En medio del encuentro, Davinson chocó contra una pared que casi le doblaba la altura y el peso. Salió volando, chocó su cara contra el agua ennegrecida y se levantó con la cara llena de barro.

Esther Mina, la mamá de Davinson, ha apoyado siempre ha su hijo y lo ha visto en grandes momentos de su vida: su primer partido como profesional y su título con Nacional de la Copa Libertadores FOTO ROBERTO AFRICANO / SEMANA

Fue lo más indignante que pudo ver su mamá, quien se metió al campo, hizo escándalo y se llenó de barro como su hijo. “Señora, suéltelo, eso le va a pasar en todos los partidos, déjelo que se ensucie porque este deporte es de contacto”, le dijo el entrenador. Desde ese día, Esther es solo un poco menos sobreprotectora. Pero solo un poco.

Primero fue volante de primera línea: la posición donde más le gustaba jugar, podía moverse con libertad e incluso anotar goles, que es lo que todo chico de su edad desea. Preciso en su vereda se animaron a armar a un equipo para jugar contra América de Cali. Lo que pasó en ese partido fue solo lo predecible, un gol y una actuación destacada que lo hicieron entrar en un grupo de doce jóvenes que como él vestirían la camiseta de la cantera del diablo rojo.

Solo que de esos doce, poco a poco, se iban esfumando. Uno a uno dejaban de ir a los entrenamientos o se marchaban para otro mundo diferente a ese redondo de pecas negras. Al final solo quedó Sánchez, quien cuando cumplió 15 años ya era un destacado del América Pedro Sellarés. Y muchos rumores de voz a voz hablaban de él.

Atlético Nacional, bajo la batuta de un cerebro del fútbol como Juan Carlos Osorio, acababa de dejar en silencio perpetuo a un Estadio el Campín abarrotado de hinchas capitalinos que vieron como el triunfo de la octava estrella se iba para la camiseta verde. Osorio no podía estar más contento por esos días. Al terminar la celebración, decidió tomarse unos días de descanso en Cali.

Dicen que un rumor llegó en forma de invitación. Que si quería ir a La Troja a ver “unos partiditos” de juveniles. Aunque estuviera de descanso, y eso implicara despejar la cabeza de tantos títulos y tanto fútbol, aquella invitación le pareció agradable y dejó ver que de fútbol no se puede descansar. Y Osorio confirmó su asistencia.

En medio de un océano de muchachos que corrían y esquivaban a sus rivales hubo uno que le activó su papel de entrenador. Le alborotó la cabeza, o más bien, le punzó el corazón. El muchacho alto, fornido y seguro, se movía diferente. Todos los demás de repente se opacaron, y Davinson brillaba a su mirada. Osorio impaciente trotó alrededor de la cancha, contó hasta cuatro aciertos y en su cabeza solo se le pasaba un pensamiento “este chico tiene que jugar más arriba”. Y no era que quisiera verlo cerca del arco contrario, sino en un equipo que estuviera a la altura de su talento.

Lo perseguía como queriendo meterse a la cancha. Como si fuera un juez de línea en busca del último defensa. Osorio estaba sorprendido, y lograr eso es complicado para una persona que se puede decir lo ha visto todo. O casi todo.

Preguntó el nombre de aquel chico que lo tenía intrigado. Y en el silbido final se acercó lo más pronto que pudo.

Paco Mina recorre el norte del Cauca haciendo de presentador de honor en los juegos intermunicipales, también es el abuelo de Davinson Sánchez, y presume siempre su récord de tener 120 minutos el balón sobre la cabeza FOTO ROBERTO AFRICANO / SEMANA

- Hijo, soy el técnico de Atlético Nacional ¿te gustaría jugar con nosotros? Pero quiero que lo hagas de defensa central.

Como si eso no fuera una revelación de la vida para cualquier amante de este deporte, Davinson, con 16 años, solo se limitó a contestar un “sí”. Se guardó toda la emoción para sí mismo. O tal vez del impacto no la pudo sacar.

“Él los grandes triunfos los maneja con un relajo… que yo… yo me quedo sorprendida”, dice su madre Esther. “Uno en ese momento, ¡Dios!, llora, salta brinca, grita, pero él fue como mamá me invitaron a jugar a Nacional ¿tú que dices?... Hasta hoy que tiene 22 años no recuerdo que haya hecho algo sin consultarme”.

Ya había vestido la camiseta de la selección Colombia Sub 15 y de la selección Valle, Nacional era el paso siguiente para un futbolista a quien la carrera se le ha pasado volando, y no porque esté a punto de acabar, sino todo lo contrario, en sus primeros años como profesional ya ha logrado lo que muchos veteranos nunca pudieron.

Con los verdolagas debutó contra Envigado, y en esa misma temporada se consagró campeón de la liga frente al otro verde colombiano, el Deportivo Cali, equipo que también lo buscó pero solo se quedó con las ganas.

Cinco goles tenía en el bolsillo Nacional ante un pobre Boyacá Chicó que no mostraba nada. Duque metió el primero al minuto 10, Gilberto García hizo el segundo al 20, Pérez marcó al 28, Duque repitió al 32 de penalti, y al 40 Murillo puso el 5 a 0. Se fueron al descanso y luego de 12 minutos intensos el volante Rodríguez del equipo ajedrezado entorpeció la salida del arquero Camilo Vargas en su área. Lanzó un remate desviado, a otro lado, conciso, que pegó en Davinson. Y fue gol. Autogol.

Poco a poco, Davinson Sánchez se ha convertido en el jugador actual más joven de la selección y se ha hecho un espacio en partidos de eliminatoria y amistosos FOTO SEMANA

Pero afortunadamente las revanchas existen.

Sufre ataques de vez en cuando. Y aparece de sorpresa cuando puede y quiere en esa cancha rodeada de casitas en donde empezó a patear la pelota. Curiosamente, para llegar a ella Davinson tenía que caminar desde su casa doce pasos, ni uno más ni uno menos, los mismos que marcan la distancia entre la línea de gol y el punto penalti. Cuando regresa a ese lugar sagrado para él, no espera ser la estrella que se robe las miradas, solo extraña a su familia y amigos.

Don Paco, su abuelo, tuvo durante mucho tiempo ese sueño de poner la pelota con la cabeza en el fondo de la red, en un estadio a reventar que se ahogara en un grito de gol largo. Pero ese sueño se frustró.

Después de desistir de llegar a jugar fútbol profesional, se dedicó a seguir haciendo lo que más amaba desde las ligas amateur. Dice que muchos lo conocen como un goleador de los torneos locales. Pero en realidad, sobre todo entre los chicos, es un mago. Paco el mago, pues puede sostener el balón sobre su frente durante 120 minutos, y su popularidad ha crecido por la región que lo invitan a hacer el saque de honor, con el balón en la cabeza como si fuera un sombrero. Lo lleva al centro del campo de las canchas, en Puerto Tejada, en Miranda, en Caloto, en Guachené, y los más pequeños lo admiran por eso.

Precisamente, su abuelo, el mago de la cabeza, le aconsejó que recordara cómo cabecear. Un consejo que podría ser absurdo, si no fuera porque a la semana siguiente, en pleno partido por la copa libertadores Nacional se enfrentó al Sporting Cristal. Corría el minuto 12. Cabezazo de Enriquez después de un balón de tiro de esquina, sale desviado, Bocanegra corre y busca el rebote, no quiere que la pelota se vaya, tira el centro a la deriva pensando que alguien de camiseta verde aparecería. Y así fue. Cabezazo de Davinson y la pelota acaricia la malla. El Atanasio es una bomba de gritos de gol al unísono. Uniforme, como si el momento en el que el balón mueve la red fuera el comienzo de un compás.

Todos son uno cuando abrazan al menor del equipo. Por la cara de Davinson pareciera que ni él cree lo que acaba de pasar. Si ya había conocido el infierno, ahora estaba probando el cielo. Cierra los ojos, grita su anotación como si estuviera a punto de escapársele una lágrima de alegría. Sí, las revanchas existen.

Durante esa Libertadores del 2016 ofertas llegaban de varias partes del mundo. De Francia, de China y hasta de España. Llegó la preciada opción del Barcelona F.C., “¿qué dices ma?”, le preguntó cuando supo de la posibilidad azulgrana. “No amor, es muy pronto, y tú a donde vayas tienes que ser indispensable, no tienes que ir a jugar en el tercer equipo”. Hasta que apareció otro grande, más discreto, pero con una historia innegable en el fútbol europeo, se enamoró del equipo del duende, del Ajax holandés, quien aseguró a su defensa central por 5.7 millones de euros.

Con 19 años ya estaba en Europa y marcaba goles para traer siempre al presente. Como ese cabezazo interrumpido por un defensa del AZ que hizo que la pelota le quedara a la altura perfecta para dar un salto acrobático, dibujar una chilena y no darle ninguna chance al portero.

Pero el Ajax solo era un hogar de paso, y aunque el ascenso era evidente, al igual que Nacional el equipo holandés no quería soltar tan fácil a su joven defensa estrella. “Por menos de 40 millones no va a ninguna parte”, dijo el presidente. Y el Tottenham Hotspur, sin pena ni gloria, desembolsó 46 millones de euros. Cuando Esther se enteró, decía que no le alcanzaban los dedos ni de las manos ni de los pies para traducir esa cifra a pesos colombianos. Davinson se convirtió en el fichaje más caro del Tottenham en su historia, pero los hinchas del equipo londinense poco convencidos de esa transferencia se preguntaban en redes quién era ese muchacho, que con solo 21 años armaba un escándalo por la plata que pedía su otro club.

Danny Rose, el defensa indiscutible de los Spurs, pedía como si fuera un vocero de la hinchada que contrataran a dos o tres jugadores de renombre para reforzar la defensa, y no a unos futbolistas que se tuvieran que buscar en google para saber de dónde venían.

A Rose le tocó conformarse al principio con Davinson, buscar en google donde queda Caloto, Cauca y Colombia; pero Rose ya no tiene dudas de su compañero, pues con su talento aportó para llegar a la final de la Champions League contra Liverpool.

“¿Quién es ese tal Davinson Sanchez?”, se preguntaban muchos. Es que Davinson no tiene la culpa de vivir tan rápido.