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| Foto: Montaje SEMANA

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David Ospina, el niño que no quería ser arquero

El guardameta de la Selección Colombia dejó los estudios académicos cuando tenía trece años, su familia supo que tenía vocación de gran deportista y rápidamente encontraron los frutos de tanto esfuerzo.

Daniel Rivera Marín
13 de junio de 2019

David Ospina quería, como cualquier niñito que se enloquece con un balón, ser goleador: patear el balón y no detenerlo, hacer goles y no impedirlos. Pero el destino, que se tuerce, buscó su propio cauce y terminó llevando a ese niño bajito hasta el abrigo del arco. Pero cuando era un niño de tres, cuatro años, hacía un zurullo de medias con forma de pelota y lo pateaba por toda la casa tumbando floreros, porcelanas de payasos haciendo piruetas, vasos, pocillos, platos. David Ospina, cuando era niño, no cogía el balón con las manos, lo pateaba con la furia del aprendiz.

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En La Mota —un mall comercial en el suroccidente de Medellín—, Héctor Hernán Ospina Usme es toda una celebridad y se mueve por cafeterías, puestos de chance y licoreras con la soltura del que es querido por muchos. Su cara es muy parecida a la de su hijo David, pero con los años marcados: la nariz larga, el mentón anguloso, la frente ancha, fuerte, los ojos pequeños, la boca de sonrisa apretada. Héctor Hernán fue un futbolista aficionado que estuvo cerca de los grandes de su generación: Luis Alfonso “el Bendito” Fajardo, Luis Fernando “el Chonto” Herrera, Mauricio “el Chicho” Serna, Alexis García, Ceferino García. Su cuenta de amigos profesionales es larga y dice que no llegó al fútbol de primera categoría porque no había escuelas como ahora. Pero su hijo lo vio tantas veces salir de uniforme de fútbol a jugar con el equipo de Bancolombia, donde muchas veces quedó campeón.

—Yo desde pequeño he sido hincha del Atlético Nacional, cuando me casé y tuve a David, veía que él desde los tres años era amante a los balones. Cuando íbamos a mercar él se iba rápido a buscar los balones, le gustaban mucho, entonces me puse en la tarea de conseguirle una escuela de fútbol sin pensar que iba a lograr todo esto que se nos vino después. David tenía seis años, cuando eso vivíamos en Itagüí, en el barrio Santa María La Nueva, desde ahí vimos la necesidad y lo metimos en la escuela de Alexis García. Pero él no era arquero, a él le gustaba hacer goles y correr detrás del balón. 

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David parecía un jugador de campo nato, no un arquero. Era ambidiestro, podía patear con las dos piernas con igual potencia, cobraba penaltis con serenidad y al ángulo, cobrara tiros de esquina, tenía gambeta, tenía definición y, además, era líder, todo un capitán que ordenada al equipo desde la delantera. Cuando tuvo seis años jugó con los de ocho; cuando tuvo diez, jugó con los de doce. David Ospina fue uno de esos niños que tienen vocación de viejos: siempre estuvo por encima de los de su edad, prefería jugar con ellos y también sus conversaciones, su compañía.

¿Y si el jovencito Ospina era un delantero tan promisorio, entonces cómo se volvió arquero? Así: halado por el destino, como sucedía tiempo ha con los héroes griegos. En un partido muy importante cuyo rival nadie recuerda ya, el arquero del equipo de Alexis García se enfermó y cuando preguntaron quien quería remplazarlo, quién podía, David Ospina que era el líder dijo fuerte “yo”.

—Le fue muy bien tapando. Desde ahí empezaron a entrenarlo de arquero pero a él no le gustaba porque quería hacer goles y estar de delantero.

En una cancha de arena en el barrio La América, en Medellín, el entrenador Ramiro García ve a sus jugadores del Club Deportivo Barrio San Fernando prepararse para un partido. Su rutina ha sido la misma hace treinta: entrenar, ir a partidos, hablar con los padres que quieren que sus hijos sean titulares pero a los que el talento no les alcanza. Entrenó en su paso por el Club Alexis García a tres jugadores que hoy son Selección Colombia: Andrés Arias, Carlos Sánchez y David Ospina. Habla sencillo, humilde, con la voz queda y reposada.

        Siempre tuvo el sueño de jugar en Atlético Nacional, club al que llegó en 2005 cuando tenía 17 años. Rápidamente se convirtió en un ídolo. Crédito: Archivo Atlético Nacional.

—Recibí a Ospina a los ocho años, era un niño diferente en su forma de ser. Muy asentado, educado, un jugador de campo. En cierta oportunidad no llegó el arquero y como decimos nosotros: “Siempre ponemos al más bobito”, y le tocó a él porque quiso y se quedó. Nosotros dejamos a David de arquero en ese entonces, porque vimos en él que era mejor que el portero que teníamos. David es excepcional desde pequeño, como persona y estudiante y eso también viene de su casa. Pero hay que decir que David siempre ha estado por debajo de la media en cuanto a la estatura de un portero, pero es muy ágil y muy vivo. Y esto es de oportunidades y él las supo aprovechar.

Cuando tenía diez años David tuvo su primer viaje para jugar un torneo por fuera de Medellín. Llegó a Duitama, Boyacá, con todos sus compañeros del Club y cada uno tenía que amanecer en la casa de un niño del equipo local, pero David no se quería despegar de sus entrenadores, quienes se habían convertido en su familia.

—Al siguiente día fue a jugar y ahí decidió irse a amanecer a la casa del niño que lo iba a recibir. Cuando nos íbamos a devolver, él no se quería venir y pidió que lo dejáramos más tiempo allá. Esto es lo que genera un intercambio y la experiencia en un niño. Después de eso comenzó a tener viajes y eso le ha servido mucho para lo que él es hoy —dice Ceferino García, coordinador deportivo del Club Alexis García.

La sede de lo que sería el Club Alexis García estaba en Itagüí, muy cerca a la casa de la familia de los Ospina Ramírez. Por entonces Alexis era jugador del Atlético Nacional, pero ya tenía la escuela, sabía que muy pronto tendría que formar jugadores disciplinados y de carácter que pasaran la página de esa generación de futbolistas que se enloquecían con la fama y los viajes a Europa.

—Jugaba de delantero y por esas cosas del fútbol terminó de portero. Él era muy ágil y además era muy intuitivo y para ser portero eso es importante a pesar de que no tenía mucha estatura. El estuvo en nuestra escuela hasta que pasó al Nacional.

Dice Ceferino García, quien cuenta que por esos años Alexis tenía una finca en Manizales adonde iban a pasear con alguna frecuencia y fue en esa finca donde vieron el talento que David Ospina tenía como arquero: hacía ejercicios, estiramientos, le pateaban balos imposibles. A la finca se lo llevaba para hacer ejercicios extras, más allá de los entrenamientos que tenía de rutina en la escuela. Después de esos entrenamientos al pequeño arquero le gustaba hacer apuestas: apostaba gaseosas, pasteles, golosinas a quien pudiera hacerle un gol. Les decía a sus entrenadores que le patearan penales a ver quien ganaba: él solía atraparlos con elasticidad evidente y los jugadores profesionales se veían obligados a patear duro, a exigirlo, para poder vencerlo.

—La relación de David con la familia García fue muy bonita, ellos lo querían mucho y sabían que en David tenían un diamante porque le veían las condiciones. Los García se lo llevaban para su finca a entrenarlo y para hacerle su proceso porque veían que Nacional estaba detrás de él. Desde de los diez años empezaron a llevarlo a campeonatos. Nosotros nos manteníamos viajando con David. Debido a que yo acompañaba a David y pedía tantos permisos en el trabajo, se me acabó el contrato con el banco donde laboraba y tuve que dedicarme a manejar a mi hijo.

En el mall de la Mota, Hernán Ospina cuenta que ahora se encarga de cuidar el futuro de su hijo, pero de repente corrige y desanda sus palabras, no es que ahora lo haga, es que nunca ha dejado de hacerlo, para él lo más importante ha sido el futuro de su hijo y entonces cuenta de un par de proyectos inmobiliarios que trata de mover en el oriente de Antioquia en compañía de otros jugadores famosos, de esa manera cuida el capital, sabe que el fútbol no es para toda la vida.

                                                                                            Héctor Hernán Ospina, padre de David, fue fundamental en la carrera del guardameta. Cuando su hijo tenía 13 años, lo echaron del banco donde trabajaba porque pasaba mucho tiempo en las canchas detrás de David, entonces se dedicó enteramente a hacer de él un jugador profesional. Crédito: David Estrada Larrañeta.

Se dedicó completamente a sus hijos David y Daniela cuando ninguno de los dos tenía una carrera sólida, sabía que él tenía que construirla, crear en sus hijos la disciplina, la obsesión del atleta que no tiene más metas que el triunfo. Temprano salía con David para entrenamiento, volvía al mediodía y lo arreglaba para el colegio y después llevaba a Daniela a clases de patinaje. Su rutina, su trabajo, era hacer de sus hijos deportistas profesionales. Después se tomó la decisión más difícil: sacar a David del colegio cuando cursaba noveno grado.

—Cuando David estaba en tercero de bachillerato había muchos problemas para sacarlo del colegio, se pedían muchos permisos, entonces nos sentamos con él a tomar una decisión: le preguntamos si dejaba el estudio y se dedicaba al deporte y él dijo que sí. Porque para estudiar tenía mucho tiempo, pero para el deporte solo hay un momento, una etapa. Debido a sus grandes condiciones decidimos sacarlo del colegio para dedicarnos de lleno al fútbol. Esa decisión fue dura, porque uno quiere también que sus hijos sean profesionales académicamente, pero veíamos que David tenía mucho futuro y en el colegio el proceso estaba muy atrasado y tenía inconvenientes, entonces no valía la pena que estudiara de esa forma, porque no lograba sus objetivos en el estudio.

Entonces vinieron días difíciles. Hernán no tenía trabajo y David tenía la responsabilidad de llenar su tiempo de colegio con el fútbol: redobló los entrenamientos y tenía una obsesión: llegar a Nacional. Cuando iba al Estadio Atanasio Girardot a ver jugar al equipo de su amor, le preguntaba al papá con inocencia pura, como un niño que pregunta si será astronauta algún día, si su capacidad le daría para tapar con el Verde, ser un René Higuita, un Prono Velásquez. Mientras tanto, en la casa buscaban apoyo de familiares y amigos: necesitaban pasajes, guayos, balones, guantes.

—No podíamos darles tanto gusto a los hijos. La familia y los amigos nos colaboraban mucho para poder sacar adelante a David. Yo me dedique de lleno a mis dos hijos deportistas. Primero iba y le cambiaba el maletín a David para entrenar al fútbol. Lo dejaba entrenando e iba por Daniela a cambiarle el uniforme y llevarla a entrenar. Entonces yo me mantenía en todos los campos deportivos.

Los frutos se vieron en 2005, cuando David tenía 17 años y terminó jugando en el fútbol profesional con Atlético Nacional.

—Cuando Ospina pasó a Nacional tenía entre 15 y 16 años. Hay una anécdota de eso. El tapaba en una categoría menor del Nacional y era tan buen arquero que lo llamaron para tapar en la A, tan solo con 17 años y llegó a la categoría donde solo llegaban muchachos de 19 y 20 años. Ese año la gran final se jugó contra Santa Fe y Nacional quedó campeón con Ospina en el arco.

Dos años después, en 2007, David Ospina se consagró: quedó campeón en los dos campeonatos: el apertura y el finalización.

—El primer sueldo de David en el Nacional fue de 300.000 pesos, tenía 17 años. Y su proyección era de tres años. Pero en el primer año se les metió al profesionalismo. Para llegar a la titular se demoró un año. Desde que David llego al Nacional, todo el mundo ya sabía que él tenía muy buenos reflejos y que saltaba mucho porque lo veían en los amistosos y en las convocatorias con las selecciones de Antioquia y Colombia.

Y le cayó a David Ospina la fama como una feria. Después de quedar campeón en 2005 seguía viviendo en el mismo barrio de clase medía, en Itagui, y sus vecinos se sentían tan cómodos y felices de tener un campeón en sus calles que todas las noches de los fines de semana se iban para la puerta de su casa a cantarle, a darle vítores, porque en Medellín el fútbol es una religión más que se cumple fielmente los domingos: una resurrección más para celebrar.

—Eso era muy bonito pero no lo dejaban dormir, le tocaban la ventana y el nos decía “Papi esto ya está muy verraco, muy bueno y todo porque acá nací y me crié y jugué, pero no puedo descansar”. Todo el mundo lo esperaba, y le cantaba por fuera de la casa, querían que él les firmara autógrafos. Y era algo muy bonito porque David era muy de la gente y nadie tiene que decir algo de eso, pero nos tocó buscar otra casa —dice el padre, y recuerda que por esos años ya los entrenadores del Nacional lo llamaban todas las noches a la casa para saber si estaba descansando, si no había salido con los amigos de parranda. La afición, el juego, se le había vuelto un trabajo.

Con 19 años el OGC Niza, de Francia, lo compró por 2,4 millones de euros. Fue la primera vez que se separó de manera definitiva de su familia. El negocio estuvo en manos de quien hasta ahora es su representante legal, el exjugador de Santa Fe, Lucas Jaramillo.

—Él nos dijo que necesitaba irse y que cuando le dieran la platica del primer negocio íbamos a cambiar de casa y que nos trasladáramos para estar mas tranquilitos. Nos dio muy duro, porque él era todavía un niño y nunca habíamos estado desprendidos de él y él irse por allá sin uno conocer y saber como es Europa.

Estuvo encerrado en un hotel casi todo 2009 esperando la oportunidad y solía llamar a sus padres llorando, diciéndoles que tenía ganas de regresar, que no iba a ser capaz con el clima, con la gente, con el fútbol.

—Pero ya lo fueron empezando a poner en el equipo y nos fue llevando a nosotros a visitarlo entonces todo se fue calmando con él.

Luego todo fue muy rápido: la Selección Colombia, el Mundial de Brasil, su fichaje por parte del Arsenal por 4 millones de euros, donde como ya es habitual, ha tenido que demostrar que su estatura no es un impedimento. Su titularidad en 2018 estuvo marcada por los buenos números, ganó un 91,7 por ciento de todos los partidos que ha jugado. Por ahora su futuro en Europa es difuso, después de jugar algunos partidos con el Napoli de Italia, el Arsenal quiere venderlo en 3,5 millones de euros. En Inglaterra repitió lo que ha hecho desde que empezó a jugar al fútbol cuando tenía cinco años: ha sido terco, disciplinado, sereno y deja que el tiempo le dé las oportunidades. Lo mismo sucederá cuando llegue a un nuevo equipo.