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J. Balvin está entre los cinco artistas más escuchado en Spotify de todo el mundo. | Foto: Getty images

ÍCONO

¿Por qué J. Balvin es el músico colombiano más exitoso del mundo?

Con sus aplaudidas presentaciones en festivales como Coachella y Lollapalooza, el artista paisa confirmó que es un ícono global y que pasa por el mejor momento de su carrera. Así fue su camino al éxito.

11 de agosto de 2019

Hasta el sábado de la semana pasada, ningún latinoamericano había sido el artista principal (headliner) en el festival de Lollapalooza, uno de los más importantes de Estados Unidos.

Pero ese día, y ante unas 100.000 personas, el colombiano J Balvin hizo historia. No solo fue el artista más esperado en una tarima en donde suelen exponerse bandas de indie rock, punk y hip hop, sino que cuando salió, presentó un show inolvidable y puso a miles de estadounidenses a bailar reguetón y a cantar en español.

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En abril, apenas unos meses atrás, había hecho lo mismo en el festival de Coachella, otro de esos íconos de la música anglo, con un par de presentaciones que se llevaron los elogios de la prensa mundial. “Balvin sometió Coachella al poder del reguetón”, escribió el diario El País, de Madrid, y “Presentó uno de los sets más llamativos y elaborados de la historia del festival”, dijo por su parte Variety, de Estados Unidos.

No fue lo único. En junio, justo en el tiempo que pasó entre esas dos presentaciones, Balvin anunció que entraba en la nómina de Scooter Braun, uno de los mánager más famosos de Estados Unidos, quien maneja a artistas como Justin Bieber, Kanye West y Ariana Grande. Eso coincidió con las buenas críticas de los medios especializados a Oasis, el nuevo álbum del colombiano y el puertorriqueño Bad Bunny.

Así, en un lapso de solo cuatro meses, José Álvaro Osorio –su nombre de pila– demostró por qué es el músico colombiano más famoso del mundo. Y es que si hace unos años ocupaban ese puesto Shakira, Juanes o Carlos Vives, hoy nadie discute que pertenece a Balvin. Es el cuarto artista más escuchado en Spotify a nivel mundial, con 54 millones de oyentes cada mes, y el primer latino en alcanzar las 1.000 millones de reproducciones en Apple Music.

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Además, llena escenarios en países tan distintos como Turquía o Estados Unidos, y se codea con personalidades como Barack Obama, quien lo invita a sus mítines políticos. No en vano, el diario The New York Times dice que “está reescribiendo las reglas de lo que significa ser una superestrella latina en una época de teléfonos inteligentes y redes sociales”.

Balvin, convertido en un referente de la moda, se codea con personajes como Barack Obama (arriba). El director de Chanel, el fallecido Karl Lagerfeld, lo invitó a sus desfiles (abajo).

Para muchos expertos musicales, eso se debe a que Balvin, antes que cualquier otro artista latinoamericano del género urbano, entendió que el éxito de la música estaba en lo global, y comenzó a mezclar el reguetón con ritmos más universales como la electrónica, el hip hop y sonidos más pop. Él mismo lo ha dicho en sus entrevistas: “Yo hago música como latino, pero me reconozco como un ciudadano del mundo. Y como tal tengo que hacer música para conectar personas de Medellín, Tailandia o Australia”.

Para The New York Times, Balvin reescribió lo que significa ser una superestrella en la época de los smartphones y las redes sociales.

Eso implicó alejarse de la estética característica del género, llena de letras sexistas, videos con mujeres voluptuosas y tipos con cadenas. Y acercarse a un concepto más universal, parecido al de Justin Bieber o Bruno Mars. Toda una evolución para alguien que comenzó su carrera imitando a Daddy Yankee. 

Como dice Mariangela Rubbini, directora de la revista Shock: “Él hizo ver ‘cool’ al género urbano. Con ‘Machika’ y ‘Mi gente’ (canciones de 2017) dejó a todos boquiabiertos, porque fue muy inteligente en mezclar el ritmo, el baile y la esencia latina con los sonidos que gustan afuera”.

A eso se suma su personalidad. Desde que comenzó en la música, Balvin ha dicho que quiere “comerse el mundo”. Y ha luchado todos los días de su vida para lograrlo. No en vano, muchos de sus amigos se refieren a él como un trabajador incansable que tiene sueños y metas claras.

En ese mismo sentido, y a diferencia de muchos en la industria, tiene una vida tranquila: medita, no mete drogas, no es alcohólico y siempre trata de comer saludable y de hacer ejercicio. También habla abiertamente con sus seguidores de sus problemas de depresión, ansiedad y de lo difícil de la música: “Se trata de una industria competitiva y energéticamente superviolenta –le dijo alguna vez a El Tiempo–. Y, si te dejas envenenar, te vas a enloquecer”.

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Así, siguiendo su corazón, también logró convertirse en un ícono de la moda, su otra pasión. Fue el primer latino invitado como embajador a la Semana de la Moda de Nueva York, y ha sido representante de marcas como Chanel, GEF y Guess. Logros que aún llenan de rabia a muchos de sus críticos en Colombia, que lo siguen considerando un guiso o un ñero, sin caer en cuenta que para el resto del mundo hoy representa lo más cool de la música global.

De la calle a la cima

Pero él está acostumbrado a ese tipo de críticas, pues desde muy joven tuvo que lidiar con los estereotipos. A comienzos de la década de 2000, en las calles de Medellín comenzaba el furor con el reguetón que llegaba desde Puerto Rico, y artistas como Tego Calderón, Ivy Queen o Don Omar se habían tomado las emisoras. Pero él andaba la ciudad con sus discos debajo del brazo, cantaba en las barberías y tocaba de forma insistente las puertas de las emisoras.

Balvin entendió que el éxito de la música estaba en lo global y comenzó a mezclar el reguetón con ritmos como la electrónica, el hip hop y sonidos más pop.

Para esa época, gran parte de la sociedad veía con mucho recelo el reguetón, al que creían una moda pasajera. Y los colombianos que querían entrar en el género eran bastante rechazados. Aun así, y sobre todo en la capital de Antioquia, empezaban a ganarse un espacio.

Balvin, con 19 años, era uno de los más perseverantes. Había sido fanático del rock, y de grupos como Metallica o Nirvana (del que aún tiene un tatuaje que enfurece a los más puristas), y luego de un viaje a Estados Unidos se había convertido en rapero. Pero con el reguetón encontró su verdadera voz.

El paisa llena escenarios en todo el mundo, canta con artistas como Beyoncé y fue el primer latino en encabezar el cartel de festivales como Coachella y Lollapalooza.

La perseverancia rindió frutos, pues terminó como el número uno de Medellín, y, con el paso del tiempo, empezó a dominar los listados nacionales. Con Ella me cautivó, la canción de 2009, en la que ya aparecían algunos visos de electrónica y ritmos más pop, se convirtió en un fenómeno en Bogotá. Él lo recuerda como un gran logro, pues en la capital veían al reguetón colombiano como lo más bajo de la cadena musical.

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Pero no se conformó con eso. Con visión, buenos contactos y un equipo que le ayudó a innovar en su música, a mezclar ritmos latinos con los más anglos y a producir un show de alta factura, también logró llegar a la cima del mundo.

Ahora, aunque muchos pueden pensar que ya alcanzó su techo, está claro que él se considera imparable. Y tal vez sea así, pues como dice en su canción Mi gente, su primer éxito mundial: “La fiesta no para, apenas comienza”.