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La luna de miel con los medios duró poco. Todos aprobaron el noviazgo y la familia real posó feliz en la boda. La duquesa de Sussex desarrolla una misión social, pero suena más que “es difícil”. | Foto: afp / ap

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Meghan Markle no resultó Cenicienta

Después de gozar de la mejor prensa del mundo durante un noviazgo y un matrimonio de ensueño, varias informaciones golpean la imagen de la duquesa de Sussex, Meghan Markle. ¿Rebelde, presumida o perseguida?

22 de diciembre de 2018

Capítulo a capítulo, la vida real imitaba el cuento de hadas. Meghan Markle, tan plebeya como la Cenicienta, enamoró a un príncipe británico tres años menor que ella. Con Harry vivió un noviazgo de ensueño, sellado en África bajo un cielo estrellado. Actriz, feminista y divorciada afro con antepasados esclavos, llegó a la realeza para darle un aire fresco de inclusión y vigencia en el siglo XXI. En mayo la pareja se casó bajo la mirada feliz de los británicos y el mundo, y todos vivieron felices y comieron perdices. O eso parecía, pues a juzgar por el radical cambio de tono de los medios británicos, ahora ven en Meghan rasgos de las hermanas malvadas de Cenicienta y no a la protagonista del cuento.

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En un principio gran parte de los medios destacaron su discurso en la ONU para abogar por la igualdad de género y su lucha por la calidad del agua, amenazada en muchos estados de su país. Resaltaban su clase, naturalidad y carácter para enfrentar los reflectores y la atención, un hecho positivo considerando lo que se le venía encima, pues integrar la realeza exige sacrificios. Aplaudían su buena relación con Kate Middleton, la primera plebeya en ingresar a la realeza –casada en 2011 con el príncipe William, hermano mayor de Harry y segundo en la línea de sucesión después del príncipe Carlos–. Y resaltaban la aprobación de la reina Isabel II, esencial para que el compromiso tuviera lugar.

Meghan dará a luz en la primavera de 2019, y por su bebé justifica la polémica decisión de mudarse de Kensigton a Frogmore.

Todos esperaban que Meghan desarrollaría su propia narrativa, pues ya era una figura pública antes de ingresar a la monarquía, pero en la práctica eso no ha caído bien en los tradicionalistas. Por eso, en cuestión de meses estos han logrado redirigir el foco, y donde antes los medios alababan virtudes ahora atacan disrupciones y desencuentros. Por ejemplo, los tabloides han diseccionado su decisión de mudarse con su esposo y su futuro bebé a Frogmore Cottage y dejar atrás el palacio de Kensington, donde viven además los duques de Cambridge y sus tres retoños. Una decisión que, además, ha ampliado los rumores filtrados a la prensa sobre choques entre ella y Kate Middleton. Y lo que es peor, que han enrarecido la relación entre William y Harry.

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Según voces anónimas, el día del matrimonio, Middleton y Markle se enfrentaron por la ropa que debía llevar la pequeña Charlotte –hija de la primera–, y Kate terminó en llanto. En un episodio posterior, Middleton contraatacó y le recriminó a la estadounidense por tratar mal a un integrante de su equipo. Y para sumar, Markle también ha tenido sus desencuentros con el palacio de Buckingham. Una tiara de esmeraldas que la reina no le permitió usar en su boda dio pie a enojos. Después de todo, Harry ya había advertido a su staff que “lo que quiere Meghan, Meghan lo obtiene”. No llevó la tiara que quería, pero sí un velo que no le correspondía.

En los corrillos de la corte comparan a Harry y a Meghan con Chandler y Monica, personajes de la serie Friends: una pareja en la que la mujer fuerte y controladora manda la parada, mientras que el hombre trata de darle gusto como puede. Harry se excusó de la tradicional y familiar caza de faisán del 26 de diciembre, en el Boxing Day británico, porque no quiere enojar a su mujer, que no aprueba la caza recreativa de animales. A pesar de todo esto, Isabel II quiere todo menos repetir lo que vivió con Diana Spencer, y está empeñada en evitar más desencuentros con Meghan.

Dos colaboradoras anunciaron que no seguirán con Markle. Una, Samantha Cohen, llevaba 17 años con la reina Isabel II.

Aun así, los medios no la dejan tranquila. Le recriminan haber gastado un fortuna en ropa (250.000 dólares) y le cobran que dos colaboradoras cercanas le hayan renunciado en un corto lapso. Primero, Samantha Cohen, de 50 años, que había servido a la reina por 17 y que aceptó ayudarle a Markle por pedido de la monarca. Desde un principio, Cohen anunció que una vez naciera el bebé de los duques de Sussex se alejaría del cargo, pero aprovechó los primeros días de diciembre para ratificar su promesa. Más sorpresiva aún resultó la salida de Melissa Toubati, su asistente personal. La francesa de 39 años fue una pieza clave en el éxito de la boda real, pero apenas duró seis meses en el cargo y también salió en medio de lágrimas. Markle se hace sentir desde las cinco de la mañana, cuando empieza a bombardear a su equipo con mensajes.

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En la escena mediática, Markle opacó a Kate Middleton, y a muchísimas figuras del entretenimiento, pues fue la persona más investigada en el buscador Google en 2018. Pero ese hecho ahora se ha volcado en su contra, pues sufre las inclemencias de un escrutinio exagerado. Con Kate la prensa poco se metió, pero a Markle le critican hasta que luce demasiado chic en salidas sin programar, como la que tuvo esta semana en los Fashion Awards. Y, mientras tanto, los tabloides ignoran sus visitas a centros sociales y comedores comunitarios, como el que montaron las víctimas del incendio de la Grenfell Tower en Londres, y que la duquesa ha apoyado con fervor.

De este modo, queda la duda sobre si la prensa la trata así porque Meghan no se ajusta al molde, o que, al querer dejar su huella por encima del protocolo real, se gana enemigos. Richard Kay, editor en jefe del tabloide The Daily Mail, le aconseja ser más la ‘duquesa diferente’ y menos la ‘duquesa difícil’. Pero Markle no cambia sus maneras y ha hecho lo que le ha parecido. Nadie la detiene y parece empeñada en medirle el aceite a la Corona para ver hasta dónde puede llegar en beneficio de su familia y el de las causas que apadrina.

Meghan ha tenido dos encontronazos con Kate Middleton, y no le responde los mensajes a su padre Thomas Markle. En época de Navidad, el hombre de 74 años reapareció para probar con cartas que su hija sí lo quiso mucho y para pedirle que le vuelva a hablar.

Y como si no tuviera suficiente con sus propias acciones, la familia Markle suele empeorar su situación cada vez que suena. Su padre Thomas, con quien tenía una relación cercana antes de su noviazgo real, aún no conoce cara a cara a su príncipe y marido. Aprovechando las Navidades, Thomas reapareció en una entrevista de televisión para pedirle a su hija que reconsidere su posición y lo deje entrar de nuevo en su vida. El señor de 74 años enojó a Meghan por varios motivos, pero se empeña en negarlos. Lo acusaron de haber planeado unas operaciones fotográficas con paparazzi para venderles fotos, muy cerca de la fecha del matrimonio. Y ha incurrido en imprudencias como hablar en entrevistas a nombre del príncipe Harry, incluso expresando una posición sobre temas sensibles como el brexit. Por eso, quizás, Meghan no responde sus mensajes, y lo tiene cortado.

En la entrevista, cuando trataba de mejorar las cosas, Thomas terminó por confirmarle al presentador Piers Morgan que Meghan es controladora, pero no maleducada. Morgan trató de picarle la lengua para que dijera que Meghan tenía un patrón de dejar atrás personas cercanas, como hizo con su primer marido y como lo estaba haciendo con él, pero Thomas lo negó y recalcó que su hija siempre ha sido muy considerada. En el debate sobre Meghan Markle los medios, la realeza, su familia y el mundo todavía no tienen un veredicto.