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UN ARTISTA CON MADERA

Con la muerte de Hernando Tejada se va uno de los más versátiles y divertidos artistas colombianos.

6 de julio de 1998

De pronto la hilera de cadáveres que le tocó ver a Hernando Tejada el 9 de abril de 1948 como consecuencia del 'Bogotazo' generó en él una reacción contraria, la que, según Germán Patiño, llevóal artista vallecaucano a cantarle a la vida antes que sumirse en las sombras de la pesadumbre.
Porque en realidad son pocos los pintores que han retratado con tanta vitalidad a Colombia, un brío expresado con la misma intensidad en sus enormes frescos como en sus miniaturas artesanales, en sus aves coloridas como en sus gatos taciturnos, en sus selvas abigarradas como en sus pueblos pintorescos.
Había nacido en Pereira, pero sería Cali su terruño por adopción. Allí estudió el bachillerato y se acercó a las bellas artes, oficio que había descubierto en su más remota infancia y que se encargaría de perfeccionar en Bogotá, donde lo esperaba la vida intelectual y bohemia de mitad de siglo. Pero la pompa capitalina era incompatible con su espíritu. El llamado de la selva y del paisaje era demasiado fuerte para rechazarlo. Entonces se embarcó por el Magdalena y lo recorrió de cabo a rabo, antes de perderse en las inmensidades laberínticas del Pacífico hasta llegar al mar. Luego de un breve recorrido por Europa se situó definitivamente en Cali, la ciudad que le abriría las puertas a su creación.
De la acuarela al óleo, de la xilografía a la escultura, de la talla en madera a la carpintería, Hernando Tejada forjó un universo fantástico que no fue otra cosa que la descripción de su patria. Ajeno por completo a las modas extranjerizantes del arte colombiano en formación, ajeno a las tendencias y a las posturas, dejó que su espíritu cabalgara con entera libertad por los materiales que poco a poco fue adicionando a su obra. Confeccionó títeres de protuberantes córneas, doncellas de senos lujuriosos, gatos de ojos desorbitados, pájaros de plumas multicolores... todo con diversidad de materiales pero con el sello característico que conduciría su obra: la madera de balso.
Más allá de la polémica alrededor de la estratificación de su trabajo, situado para muchos a medio camino entre el arte y la artesanía, Tejada le devolvió a las artes plásticas su carácter lúdico, no sólo con sus utilitarias figuras totémicas que bien pueden servir de mesa o alacena, sino por la intencionalidad directa de algunas de sus obras, entre las cuales quizás la más famosa sea su Estefanía, la mujer telefonía, una enorme escultura femenina cuyo seno sirve para discar, su mano derecha _cual caricia_ de auricular y su boca de micrófono intercomunicador. Un ejemplo del maravilloso arsenal de objetos que Hernando Tejada dejó como legado a los 74 años y que los historiadores del arte están llamados a reconsiderar en un sitial merecido de la imaginería popular colombiana.