
Opinión
Adopción en Colombia: cuando el amor espera tras la puerta de la burocracia
Hablar de adopción es hablar de esperanza, de segundas oportunidades, de niños que anhelan un hogar y de familias que sueñan con brindar amor. Pero detrás de ese acto noble, se esconde una realidad dolorosa: el sistema de adopción colombiano se ha convertido en un proceso tan lento, rígido y desgastante, que muchas veces termina frustrando tanto a los adoptantes como a los menores.
Como abogada en derecho de familia he acompañado a múltiples familias en el camino de la adopción. Lo que debería ser una experiencia profundamente humana se transforma en un viacrucis jurídico. Trámites interminables, requisitos que rozan lo absurdo, estudios socioeconómicos repetitivos, demoras de meses para obtener una asignación, y una constante sensación de estar frente a un sistema que desconfía más de las familias que del abandono al que condena a miles de niños.
Una historia que me marcó fue la de una pareja que esperó más de 2 años para adoptar. Cumplían con todos los requisitos: estabilidad económica, emocional y un entorno sano para criar a un menor. A pesar de ello, la asignación nunca llegaba. Mientras tanto, en los centros de protección, miles de niños permanecían sin recibir el calor de un hogar. ¿Cómo se explica que dos partes que se necesitan tanto no logren encontrarse por culpa de un aparato estatal ineficiente?
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) ha hecho esfuerzos importantes para garantizar que los niños vayan a familias idóneas, pero la protección no puede convertirse en un obstáculo. La lentitud del proceso vulnera los derechos fundamentales de los niños, quienes pasan años institucionalizados, una situación que no solo retrasa su desarrollo emocional y afectivo, sino que, en muchos casos, los deja fuera del sistema al llegar a la mayoría de edad sin haber sido adoptados.
Otra problemática grave es la falta de apoyo integral a las familias adoptantes. Muchas veces se sienten solas ante el proceso, sin orientación emocional ni psicológica suficiente para enfrentar los retos de la adopción, especialmente cuando se trata de niños mayores o con antecedentes de maltrato o negligencia. El acompañamiento debe ser real, no solo un requisito formal.
Es igualmente preocupante el desconocimiento y los prejuicios sociales que aún existen sobre la adopción. Muchas personas creen que solo los bebés son ‘adoptables’ y que los niños mayores tienen ‘problemas’. Esto ha llevado a que más del 70 por ciento de los menores en situación de adoptabilidad en Colombia no sean solicitados por ninguna familia. Niños con más de siete años, grupos de hermanos o con condiciones de salud especiales, prácticamente no tienen esperanza de ser adoptados. Esto es un llamado a sensibilizar a la sociedad: todos los niños merecen una familia, sin importar su edad o historia.
Desde el punto de vista legal, se necesita una reforma urgente. Colombia requiere un sistema de adopción más ágil, transparente y centrado en los derechos de los menores. No se trata de flexibilizar los controles, sino de hacerlos más eficientes, sin perder rigurosidad, pero evitando la revictimización tanto de los menores como de las familias.
Propongo, que se dé prioridad a los procesos de adopción, como se le da a una acción de tutela, además con personal capacitado y tiempos procesales estrictos. También es indispensable fortalecer las campañas de sensibilización y educación sobre la adopción, romper los mitos y fomentar una cultura de protección real.
La adopción debe ser un acto de amor, no una carrera de obstáculos. En un país con tantos niños sin familia y tantas familias deseando adoptar, no podemos permitir que la burocracia sea la que decida su destino. Como abogada, pero sobre todo como ser humano, seguiré alzando la voz por un sistema más justo, donde el derecho a tener una familia no se quede archivado en un expediente.
Adriana Bocanegra Triana, CEO & fundadora Abogados Corporativos BT