
Opinión
¿La lingüística en Colombia habla desde el dolor o desde el amor?
Las palabras que elegimos moldean la forma en que nos vemos y la manera en que imaginamos el país posible. Por eso, es necesario revisar ese lenguaje cotidiano que, sin darnos cuenta, alimenta la queja o impulsa la esperanza.
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Como experta en Programación Neurolingüística puedo afirmar que las expresiones verbales crean buena parte de la realidad, así que en el contexto sociolingüístico este principio también interviene. El mapa mental colectivo que encierran frases como “amanecerá y veremos”, “de eso tan bueno no dan tanto”, “apague y vámonos”, revela un pesimismo que parece expandirse con facilidad.
Cada creencia limitante expresada en voz alta se convierte en una profecía que termina cumpliéndose. Si caminamos por la vida vibrando desde lo negativo, la escasez o el miedo al futuro, eso mismo es lo que terminamos atrayendo.
Podríamos preguntarnos cómo sería cambiar la queja por consciencia y responsabilidad.
Para lograrlo lo invito a estar presente, a permanecer en el aquí y en el ahora, con una escucha activa sobre lo que dices de Colombia y de quienes la habitan, incluyéndolo. Aquí van algunas sugerencias.
Aplique el metamodelo del lenguaje identificando generalizaciones, distorsiones y eliminaciones en su manera de hablar.
Generaliza cuando usa expresiones como “aquí la vida es dura”, “todos los colombianos son abejas”, “todos los pastusos son…”, “todos los costeños son…”. Estas afirmaciones cierran la puerta a las excepciones, lo cual es engañoso. Cada persona es única y la experiencia de vida cambia según quien la habita.
Elimina información cuando afirma que “Colombia es un país inseguro”, “Colombia es pobre” o “los políticos son corruptos”. Aunque existe una realidad nacional compleja, estos enunciados pasan por alto lo que sí hay en este territorio. La riqueza que poseemos es invaluable, así que la invitación es a ver el vaso medio lleno, a reconocer lo agradable, a agradecer lo que esta tierra y su gente entregan.
En cuanto a las distorsiones, una de las más frecuentes es la de causa y efecto. Cuando dice “ese trancón me saca la piedra”, asumiendo que el trancón produce el enojo. Sin embargo, el estado emocional es una elección. La pregunta sería qué tendría que pasar para que entienda que ese enojo puede reemplazarse por escuchar música, un podcast u otra actividad que le permita asumir responsabilidad sobre su estado de ánimo ante algo que no puede cambiar en ese momento. El trancón está y no depende de usted modificarlo, pero sí puede elegir la actitud con la que lo atraviesa.
El metamodelo del lenguaje es entonces una invitación a buscar la estructura profunda, a abrir opciones y ampliar interpretaciones mediante preguntas como “¿quién lo dice?”, “¿qué significa exactamente?”, “¿en qué contexto?”. De esa forma se deja de asumir, se hace consciente lo que se piensa y se actúa con responsabilidad.
Lo que se dice influye en lo que se cree y en lo que se actúa. El desafío es reconocer los retos que tenemos sin quedarnos atrapados en lo que limita, para migrar hacia lo que fortalece. Así se construye una programación mental que permita diálogos más empáticos y resolutivos, capaces de generar acciones amorosas y eficaces. Y es importante llevar la responsabilidad al propio ser con preguntas como “¿qué puedo mejorar?”, “¿qué puedo hacer diferente?”, “¿cómo puedo comunicarlo de forma efectiva?”. Si todas las personas aplicaran esta mirada, sí habría un cambio en la sociedad.
Quiero cerrar con una presuposición valiosa de la PNL. El significado de su comunicación es la respuesta que obtiene. Aplicarla puede ser un pilar para que los colombianos hablemos de Colombia desde el amor, entendiendo que la responsabilidad de ser comprendido recae en quien comunica. Verbalizar el futuro del país en positivo, con afirmaciones poderosas y valorando lo que ya tenemos, abre la puerta a realidades extraordinarias.
Por Marisol Pabon Rodríguez, Top 10 Colombia Trainer Coach en PNL.
