
Opinión
La locura de seguir
La constancia es una forma silenciosa de disciplina que, con el tiempo, se transforma en legado. Por eso, el éxito en los negocios o en cualquier proyecto no es para los más inteligentes o arriesgados, sino para quienes siguen en el camino, a pesar de que a veces parezca una locura.
Hay quienes piensan que los negocios son para los más inteligentes, los más arriesgados o los que tienen más suerte. Pero con los años he descubierto que construir sueños es para quienes tienen una determinación inquebrantable. Esa energía interior que te impulsa a seguir cuando los demás se detienen, a creer cuando nadie más lo hace, a mejorar incluso lo que ya está bien.
Porque el éxito, en su forma más pura, es una historia de constancia. Una constancia tan firme que, para quien la observa desde afuera puede parecer una locura. Es levantarse todos los días a hacer lo mismo, una y otra vez, sin garantías inmediatas, sin aplausos ni reconocimiento. Es mejorar apenas un 1 por ciento diario y aun así celebrarlo, porque entiendes que la grandeza no se construye de un salto, sino a pasos pequeños, sostenidos y muchas veces invisibles.
Hoy, más que nunca, se celebra lo rápido, lo inmediato, lo que capta atención al instante. Las redes sociales muestran resultados y transformaciones visibles, pero detrás de cada una de ellas hay una historia más profunda: disciplina, frustración, paciencia y esfuerzo constante. Desde mi punto de vista, lo más valioso no es la imagen final, sino el camino que la hizo posible.
Repetir es incómodo. Es enfrentarte contigo mismo cada día. Es mirar lo que hiciste ayer y preguntarte cómo podrías hacerlo un poco mejor. Es volver a escribir un procedimiento que ya habías dado por terminado, grabar el video número mil, ajustar un sistema que funciona, pero que podría hacerlo mejor. Y hacerlo no por perfeccionismo, sino por propósito: porque sabes que lo que construyes merece tu mejor versión.
Ahí está la diferencia entre quienes sueñan y quienes logran. Todos quieren los aplausos, pero pocos aceptan la repetición. Pocos se comprometen con el proceso cuando el resultado no llega tan rápido como esperaban. Pero es justo en esos momentos, en la aparente monotonía, donde se forja la excelencia.
Los negocios, y la vida misma, no premian el potencial. Premian la prueba. La prueba de que estuviste ahí, incluso cuando nadie miraba. La prueba de que fuiste constante, disciplinado y fiel a una visión que solo tú podías ver con claridad. Esa evidencia se construye a diario, con decisiones pequeñas que suman. Mostrándote una y otra vez, incluso cuando la mayoría ya se habría rendido.
Muchas veces parecerá excesivo. Te dirán que trabajas demasiado, que deberías frenar, que nadie entiende por qué sigues insistiendo. Pero lo cierto es que todos los grandes cambios, en los negocios, en el arte, en la ciencia o en la vida, nacieron de alguien que tuvo la pasión suficiente para no rendirse.
Ser constante no significa no fallar. Significa tener la humildad de volver a empezar cada día. Significa aceptar que el éxito no está en el resultado final, sino en la capacidad de sostener el esfuerzo sin perder la fe. Porque hay algo cierto, el negocio no premia las promesas, premia la evidencia. No reconoce a quien “podría hacerlo”, sino a quien lo hizo. Y esa evidencia se llama constancia: esa forma silenciosa de disciplina que, con el tiempo, se transforma en legado.
La verdadera maestría no es un rayo que cae del cielo, sino el resultado de decisiones pequeñas y persistentes, que en su conjunto construyen un legado imborrable. En la vida y en los negocios, quienes entienden esto son los que, con el tiempo, dejan huellas que trascienden, recordándonos que la mayor locura no es seguir, sino dejarse vencer por la duda o la resignación.
María Angélica Bula Nader, gerente general de Dr. Andrés Durán Cirugía Plástica.
