OPINIÓN

Tatiana Calderón

La magia de ser distinta

Tatiana Calderón es la única mujer latinoamericana que ha competido en la Fórmula 1. En esta columna cuenta cómo fue el camino para valorar su diferencia en un mundo hecho por y para hombres.
29 de diciembre de 2025, 9:46 p. m.

Nunca he sido el caballo ganador. A una mujer no se le entrega la mejor máquina en el automovilismo, ni el equipo de ingenieros y mecánicos más destacado.

Perdí negociaciones con buenos equipos porque el piloto no me quería como coequipera. Pocos hombres aceptan competir contra una mujer y tampoco están dispuestos a perder frente a ella. Las apuestas no van por mi nombre, porque creen que voy a competir, pero no a ganar. Pero, aunque tenga que correr con una maleta cargada de piedras, jamás he dado algo distinto a mi máxima capacidad. Las mujeres llevamos ese peso extra: demostrar que valemos y podemos.

Soy la única mujer piloto que ha competido en el automovilismo internacional representando a Colombia. La primera y única, hasta la fecha, en correr en Fórmula 2. También, la primera piloto en la Superfórmula Japonesa. Además, la única latinoamericana en pilotar un monoplaza de Fórmula 1. Son muchos más mis reconocimientos como ‘la primera mujer en...’, y aún hay quien duda de mi valía.

Reconozco que esas críticas ajenas lograron sembrarse en mí. Las mujeres tendemos a creer que pudimos hacer algo mejor con lo que teníamos. Hace poco, durante el proceso de creación de La niña más veloz que el viento, el libro infantil sobre mi historia, escrito por Gabriela Cordero, reflexioné y fui consciente de que quise ser ‘un piloto más’ y mimetizar mi diferencia.

Acoplarme a un timón muy grueso para mis manos, a una silla que no se acomoda a mi estatura o entrenar con mayor exigencia física por las características del carro. Nunca me he quejado para no verme débil, pero estar incómoda a 300 kilómetros por hora es ponerles freno a mis capacidades.

Escuché que la presencia de las mujeres en el automovilismo podía distraer a los hombres. Dejé de usar vestidos o faldas. No me maquillaba y no le prestaba mucha atención a mi pelo. Por fortuna, los años me ayudaron a callar la voz de la impostora cuando descubrí que debía abrazar mi diferencia; no cambiar mi naturaleza para encajar, sino disfrutar de la magia de ser distinta.

Aprendí en qué momentos del mes entrenar para ganar más masa muscular. Aprendí a poner mi sensibilidad y capacidad de comunicación para explicarles a los ingenieros con precisión dónde es posible afinar la máquina. Aprendí a entender cómo funciona mi cuerpo para pedir lo que necesito y así rendir más.

Con la publicación del libro, muchas deportistas me han dicho que se sienten identificadas e inspiradas para no frenar sus ambiciones, a pesar de los obstáculos. Me siento orgullosa de que mi determinación les prepare la ruta. Me emociona inspirar sueños al mostrar hasta dónde ha llegado una niña de Colombia que pilotó un carro de la Fórmula 1.

A pesar de que he transitado momentos difíciles, he aprendido que no hay que ceder a la opinión de los demás y, mucho menos, dejarla germinar en el interior. No vale la comparación con los demás. Hay que encontrar la fórmula propia. Mantener viva nuestra esencia con motivación. Solo así los límites se hacen infinitos. Y disfrutar siempre de la carrera, aunque la pista tenga baches.



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