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Trump y el peligro nuclear

De nada sirvieron los esfuerzos diplomáticos de Francia, Alemania y Reino Unido. Trump actuó como había amenazado y sacó a Estados Unidos del acuerdo con Irán que esas potencias europeas habían logrado en 2015 junto con Rusia y China.

8 de mayo de 2018

Mientras Donald Trump leía el discurso en el que anunciaba el retiro de Estados Unidos del llamado Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA por su sigla en inglés), su asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, miraba de reojo al presidente mientras leía en su agenda las notas que había preparado. Las cámaras apenas lo advertían, pero si a alguien se debe esta nueva decisión de la Casa Blanca, es a Bolton, viejo conocido ‘halcón’ de la escena internacional, recordado por armar el complot que llevó a Estados Unidos a invadir Irak en 2003.

No es casualidad que minutos después de las declaraciones de Trump, analistas calificaran la decisión como la peor desde la de invadir Irak para derrocar al régimen de Sadam Huseín. El propio Barack Obama, en una intervención inesperada, aseguró que retirarse del acuerdo nuclear con Irán era un error porque daba la espalda a los aliados más cercanos de Estados Unidos.   

El ex presidente hizo eco a las opiniones que prevalecen entre múltiples observadores, en el sentido de que el pacto suscrito en 2015 ha mantenido en el congelador el programa nuclear persa. “Sabemos que Irán apoya al terrorismo y amenaza a Israel y a sus países vecinos, motivos por los cuales el acuerdo nuclear tiene aún más importancia”, resaltó Obama. Su aparición pública da cuenta de su preocupación por los efectos de la actitud de Trump, y además de su afán por salvar algo del legado de su gobierno. Mucho se ha hablado ya de que más allá de la inclinación bélica de Trump y su círculo más cercano, también está la obsesión del presidente estadounidense por tumbar todas y cada una de las iniciativas que impulsó su antecesor.

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En efecto, el magnate ya había puesto en la mira, entre otros, el sistema público de salud conocido como Obamacare, la normalización de las relaciones de Estados Unidos con Cuba y el acuerdo contra el cambio climático que 200 naciones negociaron en París y en el que Obama tuvo un papel protagónico.

Además de retirarse del acuerdo con Irán, Trump anunció que Estados Unidos volverá a imponer las sanciones a Teherán, y las justificó con las pruebas que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, mostró el fin de semana pasado con las que supuestamente confirmaba que Teherán sigue secretamente adelante con su programa armamentístico. Pruebas que han sido muy cuestionadas por los demás firmantes del acuerdo, como Alemania y Francia. Muchos observadores, incluso israelíes, desconfìan del afán confrontacional de Netanyahu, un reconocido halcón que además enfrenta graves acusaciones de corrupción en su frente doméstico.

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Reacciones desde Irán

En medio de un discurso en vivo en la televisión estatal, poco después del anuncio de Trump, el presidente iraní Hasan Rohani sonó más estadista que el magnate. Afirmó que enviará a su ministro de Asuntos Exteriores, Mohammad Javad Zarif, a los países que permanecen en el acuerdo. "Si alcanzamos los objetivos del acuerdo en cooperación con sus otros integrantes, el pacto sigue vigente", dijo Rohani.

Pero no dejó de responder con fuerza. “Comenzaremos a enriquecer uranio si es necesario”, dijo además. Argumentando poco tiempo para negociar con los países que quedan en el acuerdo, Rohani ordenó a la Organización de Energía Atómica de Irán prepararse para comenzar a enriquecer uranio a nivel industrial si fracasa el acuerdo con el resto de los países firmantes, entre los que también se encuentran Rusia y China.

Rohani quedó en una dura encrucijada, pues él mismo había gastado buena parte de su capital político en defender un acuerdo que tambén en Irán molesta bastante a los dirigentes de línea dura. Sobre todo porque los beneficios económicos que llegarían con el acuerdo nunca terminaron de materializarse para la gente. En cambio sí llegó una inflación ascendente que caldeó los ánimos del pueblo iraní y creó el terreno propicio para protestas a lo largo y ancho del país en diciembre y enero.  De ahí que ahora, ad portas de las renovadas sanciones de Estados Unidos, la situación pueda salírsele de las manos con consecuencias imprevisibles.

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Átomos para la paz

Pocos recuerdan que así se llamaba el primer programa nuclear de Irán, creado con ayuda de Estados Unidos. El gobierno de Lyndon Johnson (1963-1969), aliado del sha Mohammad Reza Pahlevi, entregó un reactor de prueba al país persa en 1967. Con la Revolución Islámica de 1979, que derrocó al sha, la ayuda estadounidense terminó, pero el programa nuclear continuó hasta expandirse en la década de los noventa. En ese momento, de acuerdo con los servicios de inteligencia occidentales y con sus propias declaraciones, Abdul Qadir Khan, el científico paquistaní considerado el padre de la bomba atómica de su país, habría asesorado a Teherán en desarrollar su propia bomba, para ponerlo en igualdad de condiciones con el programa atómico de Israel. Sin embargo, desde entonces hasta el día de hoy Irán, firmante del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares desde 1968, continúa negando que su programa nuclear tenga fin militar alguno.