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Dilma Rousseff. | Foto: A.P.

BRASIL

Lo que significa para Brasil la destitución de Dilma Roussef

La caída de la mandataria abre para los brasileños una época de incertidumbre, pues en el poder quedó una casta política marcada por la corrupción y el clientelismo.

3 de septiembre de 2016

Después de un juicio de siete días continuos, el Senado brasileño finalmente destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, lo que ya parecía inevitable desde que el proceso empezó el 12 de mayo. El 31 de agosto, los 61 senadores que estaban a favor (frente a apenas 20 en contra) lograron aprobar la medida, justificada en irregularidades administrativas de la hoy exmandataria. Según la acusación, el gobierno de Dilma usó dinero de bancos federales para maquillar el déficit y decretó cambios presupuestales sin el aval del legislativo, lo que constituiría un ‘crimen de responsabilidad’; una nimiedad procedimental en comparación con los grandes escándalos de corrupción que afectan a la mayoría de la clase política brasileña. Y es que el juicio a la expresidenta fue, fundamentalmente, una cuestión política. No en vano los argumentos para el impeachment pasaron más por errores de sus políticas, que por las evidencias del crimen de responsabilidad.

Desde 2013, el capital político de Rousseff venía en picada. La recesión económica se conjugó con los escándalos de funcionarios del Partido de los Trabajadores (PT) para minar drásticamente la popularidad de la presidenta. Entonces los roces con un Senado cada vez más adverso y la pobre habilidad política de la mandataria condujeron a que el Senado comenzara el proceso de impeachment. Este empezó cuando el congresista Eduardo Cunha admitió el proceso, furioso porque el gobierno no lo defendió ante sus propias acusaciones de corrupción. A Dilma se le vino una avalancha encima. Y sin la ayuda del PMDB, el partido de su vicepresidente Michel Temer, las cartas quedaron echadas.

Como le explicó a SEMANA Aníbal Pérez-Liñán, autor del libro Presidential Impeachment and the New Political Instability in Latin America: “Durante su primera Administración, Dilma tuvo tasas de aprobación superiores al 50 por ciento, pero en 2014 su respaldo público cayó al 36, y el año pasado llegó al 10 por ciento. En este escenario de desprestigio, estallaron los escándalos por corrupción en la empresa Petrobras, que no afectaron a la presidenta directamente pero si a casi toda la clase política, con directa responsabilidad del PT. Enfrentados con el escándalo, los propios aliados de Dilma decidieron sacrificar a la presidenta para calmar a la opinión pública”.

Lo más preocupante es que el impeachment no resuelve el problema de la corrupción, que aún sin el PT sigue muy vigente en el Estado. De hecho, Michel Temer, quien ocupará la Presidencia hasta 2009, también tiene un negro prontuario. En 2009 su nombre apareció involucrado en un esquema de lavado de dinero en la operación Castelo de Areia, pero nunca hubo investigación formal en su contra. Luego, en 2015, estuvo relacionado con un escándalo similar por recibir dinero de empresarios hoy condenados por la operación de Lava Jato. Según Temer eran donaciones legales a su campaña.

En cuanto a Dilma Rousseff, le quedó el consuelo de no haber sido inhabilitada para ejercer cargos públicos como buscaban sus detractores en el Senado. Quizás su mejor opción sea que en 2018 vuelva un renovado PT de la mano del popular Lula da Silva. El expresidente lidera la intención de voto para suceder a Temer, con un 22 por ciento, aunque todavía tiene que arreglar sus problemas con la justicia. Dilma sin duda piensa en esta posibilidad. Por algo en su declaración pública, después de conocerse el resultado del impeachment, aseguró que “esta historia no se acaba así. Nosotros volveremos”.

Eso dependerá, en gran medida, del éxito que tenga Temer estos dos años, y de qué tan bien pueda reconstruir su partido frente a su oscuro historial de corrupción. Como dijo Rousseff en su discurso de posesión de 2011: “A veces la vida aprieta y otras afloja”, recordando los días duros que pasó encarcelada en São Paulo por levantarse en armas en los sesenta contra la dictadura militar. Esta vez la vida la volvió a apretar, y fuerte. Habrá que ver cuánto resiste la exguerrillera. En política también lo que no te mata te fortalece.