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Emmanuel Macron, el nuevo Luis XIV

Con su brillante visita a Estados Unidos, Emmanuel Macron se posicionó como el interlocutor privilegiado de Donald Trump y, para muchos como un nuevo líder de talla mundial. Pero su calculada estrategia de seducción encierra riesgos.

28 de abril de 2018

Uno de ellos es heredero del Siglo de las Luces, un liberal progresista de 40 años, sobrio y culto, considerado un sutil negociador. El otro es un millonario conservador de 71 años, burdo y excéntrico, visto como un pomposo charlatán. A pesar de sus diferencias, el joven Emmanuel Macron, cuyo triunfo electoral simbolizó la derrota de las ideas reaccionarias en Francia, intercambia copiosamente elogios, besos, abrazos y miradas melosas con el controvertido Donald Trump.

 Durante su visita de Estado a Washington de esta semana, el presidente francés jugó a la perfección el rol de ‘mejor amigo’ del mandatario norteamericano. Esta relación, improbable entre dos políticos que no tienen nada en común, se inscribe en una estrategia diplomática de Macron para acercar Estados Unidos a las posiciones europeas, especialmente sobre el acuerdo nuclear con Irán, pero también sobre la guerra en Siria, el medioambiente y el comercio internacional. Es, de paso, una táctica para consolidarse como el líder de una Europa conciliadora en los conflictos mundiales. 

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 Por ello, Macron no solo se limitó a abrazar y a adular a Donald Trump. El mandatario francés aprovechó tres momentos claves y mediáticos para defender la visión europea sobre los temas sensibles de la agenda internacional: la entrevista que concedió antes de llegar a Washington a Fox News, la cadena preferida del presidente norteamericano y del electorado conservador; la conferencia de prensa del martes luego de la reunión privada de los dos líderes; y, sobre todo, su sonoro discurso al frente del Congreso norteamericano en el tercer día de su visita.

 En esta última y brillante intervención de 48 minutos, interrumpida 45 veces por los aplausos de los congresistas estadounidenses, Macron resumió de frente buena parte de sus críticas a Trump. “Podemos escoger el aislamiento, el retiro y el nacionalismo. Es una opción. Puede ser tentador como remedio a nuestros miedos. Pero cerrar la puerta al mundo no va a impedir que evolucione”, dijo, en referencia directa al “America First” de su homólogo. También denunció la guerra comercial que Estados Unidos parece instaurar al aumentar los aranceles a las importaciones de acero y aluminio, y la política ambiental que lo impulsó a salir del Acuerdo de París sobre el cambio climático.

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 Se trató, quizás, del momento más significativo de la corta vida diplomática del joven presidente francés. Desde el día de su posesión, el exbanquero ha puesto todas sus energías en fortalecer a Francia en la escena internacional. En el Viejo Continente, aprovechando la reciente crisis política de una desgastada Angela Merkel para formar un gobierno en Alemania, Macron logró posicionarse como el verdadero representante de la Unión Europea. Con esa legitimidad, el galo ambiciona convertir a su continente en una potencia defensora del progreso y mediadora de conflictos, una postura central en un mundo donde los Estados Unidos de Trump y la Rusia de Vladimir Putin son factores de inestabilidad.

 Aunque ese objetivo parece loable, la diplomacia edulcorada que despliega en honor a Trump también despierta críticas. En  Francia, su afectada cercanía con el presidente norteamericano provocó los sarcasmos del mundo político y el escepticismo de la prensa. “Emmanuel Macron es, lo que podríamos llamar, el pasivo de la pareja”, dijo con ironía el expresidente François Hollande en una entrevista al programa Quotidien. “Los gestos existen, el contenido también. En diplomacia, los dos tienen un sentido, pero lo primero no puede ser más importante que lo segundo. Es lo que se pudo temer en los dos primeros días de esta visita mediática de Estado”, señaló por su parte un editorial del periódico Le Monde, que, sin embargo, destaca “el discurso franco e imponente” del mandatario frente al Congreso.

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 Por eso, si se mide el éxito de esa estrategia con el objetivo principal de la visita de Macron, es decir, convencer a Trump de no salir del convenio con Irán, la conclusión no es tan optimista. Por ahora, como lo señaló el diario The New York Times, Macron solo ha obtenido el viaje a Washington. Trump critica el acuerdo firmado con Irán en 2015 por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y Alemania para detener el programa nuclear de la nación persa. El magnate ha declarado en varias ocasiones que Estados Unidos lo abandonaría si no se incluían controles de los sitios nucleares más estrictos y restricciones de producción más allá de 2025, cuando el tratado actual expira. Si quebranta el convenio, Teherán podría retomar el enriquecimiento de uranio para desarrollar la bomba atómica.

 Trump, aunque no rechazó la propuesta de Macron de trabajar en un nuevo texto complementario con Irán, tampoco se comprometió a continuar con el pacto actual. “Nadie sabe qué decisión voy a tomar el 12 de mayo”, afirmó durante la visita, aludiendo a la fecha límite que dio a los países europeos para endurecer el acuerdo. El mismo Macron, luego de tres días de discusiones y de haber defendido a capa y a espada la posición europea, parece menos optimista que al comienzo: “El análisis racional de la totalidad de declaraciones no me incita a pensar que (Trump) hará todo lo posible para mantener el acuerdo”, dijo a los medios después de su discurso en el Congreso norteamericano. Una mala noticia para los demás socios del pacto con Irán, que, como Alemania, comparten por unanimidad sus temores por las consecuencias de romperlo.

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Sin importar el resultado, Macron ascendió esta semana al olimpo de la geopolítica, pero a nivel interno lo esperan problemas. En Francia, donde miles de personas protestan en las últimas semanas contra sus reformas, su imagen podría verse más afectada. Los empleados de la empresa de trenes SNCF hacen huelga para evitar la transformación de la compañía, mientras que los de la aerolínea Air France lo hacen para exigir un aumento de salario. Los estudiantes, enfermeras, abogados, magistrados y defensores de los derechos humanos han salido a las calles contra la política del gobierno. Esta semana, además, el presidente enfrentará las tradicionales manifestaciones de mayo exacerbadas por la oposición a sus proyectos y por la celebración de los 50 años de mayo de 1968. Con esa agenda nacional llena de tensión, lo único que le faltaría para tocar fondo sería el repudio de su estrategia diplomática.

En su corta vida política, Macron ha hecho grandes apuestas y ha conocido muchos éxitos, el primero de ellos convertirse en presidente de Francia sin nunca antes haber sido electo. El retiro de Estados Unidos del acuerdo con Irán será quizás su primer revés. Al menos, no podrá recriminársele no haber hecho todo lo posible para evitar el desastre, incluso besar las mejillas de Donald Trump.