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Campaña rusa de desestabilización podría llegar a México

La intervención del país comandado por Putin en los procesos electorales de varias naciones es un hecho comprobado. Esta vez, apunta al sur del río Grande.

13 de enero de 2018

Los señalamientos llegaron directamente desde Washington. En medio de una conferencia, el consejero de seguridad nacional, Herbert Raymond McMaster, advirtió que la estrategia rusa de “subversión, desinformación y propaganda”, que busca desestabilizar las democracias liberales, podría estar llegando a las campañas presidenciales de México.

No es la primera vez que Rusia interfiere en unas elecciones. Los fenómenos políticos más importantes de los últimos años llevan a cuestas este escandaloso sello de Moscú. En Estados Unidos, la CIA y el FBI confirmaron el intenso activismo que se realizó desde el país asiático para desprestigiar a Hillary Clinton durante las contiendas presidenciales de 2016. Reino Unido tiene abierta una investigación para determinar el grado de injerencia de Moscú en la financiación de la campaña a favor del brexit. El gobierno español constató la utilización de una enorme maquinaria online rusa que respaldó el referéndum separatista de Cataluña. Y la lista sigue.

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A pesar de que el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, califique como de “histeria antirusa” todas estas investigaciones contra su gobierno, lo cierto es que el modus operandi detrás de estos casos es evidente. Rusia busca desestabilizar los procesos electorales de su interés y favorecerse de los resultados. ¿Cómo lo hace? Busca al candidato populista o a la opción política más disruptiva y desafiante para el orden establecido y le hace campaña. No tiene pierde, si no gana las contiendas, por lo menos exacerba las tensiones existentes.

Sus estrategias se ubican principalmente en el ciberespacio.Indi-rectamente, sus ataques consisten, por un lado, en hackear usuarios y en filtrar información comprometedora sobre el adversario. La sola amenaza de ser atacado virtualmente ya genera una sensación de inseguridad y desconfianza que vulnera los valores propios de Occidente. Por el otro lado, sus sofisticados métodos consisten en manipular las redes sociales por medio de la difusión de propaganda posverdad o fake news que favorezcan su candidato y hagan explotar las divisiones latentes dentro de un país. Además de hacer una campaña política basada en la mentira y en la desinformación, Rusia contamina la deliberación pública, reduce el ejercicio democrático a discursos populistas y polariza de tal forma la confrontación que los matices y puntos medios no encuentran cabida. Pasó en Europa, en Estados Unidos, y ahora Putin toca la puerta trasera de su histórico adversario y amenaza con interferir en México. La condición política, económica y geográfica de este país lo convierte en un blanco fácil y estratégico para el Kremlin.

En concreto, la arena política mexicana permite entender la búsqueda reciente de nuevos discursos y alternativas políticas. La grave situación interna que enfrenta en materia de seguridad y de corrupción tiene en un estado de desencanto democrático a los mexicanos. El aumento de los índices de violencia (2017 fue el año más violento en el último decenio) y los miles de millones de dólares que se pierden cada año por corrupción (alrededor del 10 por ciento de su PIB) justifican las principales preocupaciones. En este contexto se enmarca la baja popularidad del presidente Enrique Peña Nieto: para final de año, solo el 16 por ciento de la población aprobaba su gestión.

Ahora, si a este desprestigio institucional se agrega el ascenso de Trump, su constante necesidad de recurrir a México como su antagonista preferido y la falta de una respuesta firme de la jefatura, el malestar explota. Estos sentimientos de inconformidad y de anti-Estados Unidos frente al gobierno tienen hoy arriba en las encuestas al candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, por encima del candidato oficialista, José Antonio Meade.

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AMLO, como lo conocen los mexicanos, ya fue dos veces candidato a presidente por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Ahora, desde su propio partido, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), se perfila como el favorito para ganar la próxima contienda electoral. Su discurso populista, su defensa del régimen venezolano y sus constantes ataques contra Donald Trump lo convierten en el candidato disruptivo que busca Rusia. Aunque todavía no existen pruebas definitivas, resulta sospechoso que, por ejemplo, el canal vinculado al Kremlin, RT, publique los videoblogs semanales de oposición de John Ackerman, un partidario de López Obrador al que RT nombró como “nuestro hombre en México”.

La sospecha tomó aún más fuerza luego de que El Universal, uno de los diarios de mayor circulación en México, publicó que el Instituto Nacional Electoral (INE) había detectado una anomalía en uno de sus portales. Según el editorial, el sitio votoextranjero.mx, el primer portal que permitirá votar desde el exterior, recibió más visitas de computadores localizados en San Petersburgo (Rusia) que de Estados Unidos, país que recibe a la mayoría de mexicanos en el extranjero.

Rusia tiene muchas razones para meterse en el patio trasero de Washington. Pese al poco crecimiento económico de la última década, según el FMI, México ocupa el puesto 16 de las 189 economías del mundo. Esto lo convierte en un vecino y un aliado estratégico: con una cifra que asciende a los 600.000 millones de dólares, el país azteca es hoy el tercer socio comercial de Estados Unidos, el segundo importador de bienes y servicios, y la base de la industria de manufacturas que permite el funcionamiento de cientos de empresas norteamericanas. De ahí que ni las preocupaciones de la Casa Blanca ni el particular interés de Rusia sobre estas elecciones son injustificadas. Lo que suceda el próximo 1 de junio tendrá un fuerte impacto internacional, pues los resultados de la votación determinarán el futuro de las relaciones bilaterales del segundo país más importante de América Latina.

Finalmente, muy al estilo de la Guerra Fría, los intereses de Rusia por interferir en las elecciones mexicanas tienen detrás un objetivo geopolítico importante. De llegar a ser exitoso, Putin podría desestabilizar el sur de Estados Unidos al obligar a compartir los 3.180 kilómetros con un gobierno rival. Al igual que lo hace Estados Unidos con Ucrania y otros países exso-

viéticos que rodean a Rusia, el Kremlin expande su influencia en el entorno inmediato de su mayor competencia política. Como dijo a SEMANA Pablo Hiriart, escritor y periodista mexicano que denunció el tema en su columna en el diario El Financiero, “el interés del gobierno ruso deriva en que México es un socio estratégico de Estados Unidos, y conforman, esos dos países más Canadá, una área geopolítica vital para la seguridad de Estados Unidos. Romper ese bloque geográfico, económico y de seguridad debilitaría al adversario histórico de ‘la Gran Rusia’ que pretende Putin”.

No es la primera incursión del país asiático en América Latina. Las buenas relaciones diplomáticas y comerciales entre Putin y Chávez ocuparon la agenda de la geopolítica mundial durante más de 10 años. Actualmente, el apoyo de Rusia al gobierno de Nicolás Maduro y los auxilios económicos que otorga reafirman su presencia en el territorio suramericano.