Home

Nación

Artículo

| Foto: A.P. Photo / Gregory Bull

INTERNACIONAL

¿Qué pasará con el apoyo internacional al proceso de paz?

Colombia podría perder el respaldo de los países que han intervenido en el proceso de paz con las Farc si no llega pronto a una solución concreta.

8 de octubre de 2016

Colombia se convirtió en una nación relevante en el mundo por el proceso de paz con las Farc. Para la comunidad internacional, el acuerdo de La Habana er a la evidencia simbólica de que el fin de un conflicto armado es posible en un momento en que cuatro focos delicados de violencia afectan la estabilidad de Europa y el mundo entero: el intento de Putin de reconstruir la antigua Unión Soviética en territorios como Georgia y Ucrania; el enfrentamiento en Oriente Medio; la creación de Isis en Irak y Siria; y la guerra devastadora en una frontera invisible en el centro de África.

Por eso, en las primeras 48 horas tras la victoria del No en el plebiscito del pasado domingo, la comunidad expresó una enorme frustración y los titulares de la prensa internacional así lo confirmaron: pasaron de celebrar la firma del acuerdo en Cartagena a manifestar no solo una sorpresa y pesimismo generalizados, sino a reiterar la percepción de que Colombia es un país violento por naturaleza. “La comunidad nos ayudó a hacer la guerra. Luego nos ayudó a hacer la paz. ¿A qué quieren que nos ayude ahora?”, se pregunta la internacionalista Laura Gil.

Sin embargo, a pesar de la conmoción inicial, los países y organizaciones internacionales que han apoyado a Colombia en la búsqueda de la paz confirmaron muy pronto que lo seguirán haciendo en este nuevo y angustiante escenario.

Por eso los diversos actores empezaron a moverse muy rápidamente, pues aunque no pueden intervenir en las decisiones internas, sí pueden ser fundamentales en lo político para destrabar el proceso. Esta semana la Unión Europea manifestó que su apoyo al proceso de paz sigue firme, y los gobiernos de Alemania, Noruega, España y el Departamento de Estado de Estados Unidos se comunicaron directamente con la canciller, María Ángela Holguín, para confirmar su acompañamiento. El presidente Obama remitió de inmediato a La Habana a su enviado Bernard Aronson. Y en los próximos días llegarán a Colombia el delegado alemán, Tom Koenigs, y el delegado de las Naciones Unidas, Jean Arnault, quien hasta el cierre de esta edición también se encontraba en La Habana.

En este momento la comunidad internacional trabaja sobre todo en cuatro frentes. En primer lugar, está hablando con las Farc para convencerlas de no romper los diálogos de paz, sino aceptar una reapertura limitada y acotada de los puntos acordados que la oposición considera problemáticos, aunque estos todavía estén por plantearse concretamente. En segundo lugar, podría pedirles flexibilidad a los representantes del No, enfatizando en que la negociación debe ser realista y precisa, y en que no deben pedir la inviable salida de una renegociación total del acuerdo. En tercer lugar, viene a apoyar al gobierno en este difícil estadio de las renegociaciones. Y por último, los países pueden trabajar en que haya cohesión dentro de la comunidad misma. Es decir, un solo discurso unificado que respalde los diálogos actuales.

En cuanto a los fondos de cooperación internacional exclusivamente dirigidos a financiar el posconflicto, la Cancillería dijo que, aunque siguen en firme, quedan temporalmente congelados hasta que se aclare el panorama. Los países están a la espera de ver qué pasa con el acuerdo, pues de eso depende que esos fondos puedan ser utilizados.
Tal vez el punto más preocupante es la misión política de las Naciones Unidas, porque si bien todas las partes, incluidos los promotores del No, concuerdan en que el papel de la ONU es vital para la seguridad de la guerrilla en este frágil momento, su monitoreo a las zonas de concentración y el proceso de desarme quedó en el limbo.

Por ahora Naciones Unidas verificará temporalmente el mantenimiento del cese al fuego bilateral anunciado por el gobierno y las Farc. Y según Laura Gil, la misión está trabajando, con el acompañamiento del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en que de la estrategia de las zonas de concentración pactadas en el acuerdo se pase a mantener a la guerrilla en una especie de zonas de preagrupamiento.

El problema central es que el mandato de Naciones Unidas está atado a un acuerdo que en este momento no tiene viabilidad jurídica. En términos prácticos, eso quiere decir que no hay manera de financiar la misión en Colombia por mucho tiempo, puesto que no puede utilizar los 50 millones de dólares destinados a ello mientras no empiece la implementación de un acuerdo. La permanencia de la misión política en el país depende ahora mismo de un fondo de emergencia de la Secretaría General de la ONU. Por eso mismo varios analistas afirman que, de no haber claridad y una línea de tiempo concreta en los próximos días, la ONU tendría que retirarse.

Aunque los países garantes, los acompañantes y todos aquellos que han participado de una u otra manera en el proceso de paz estén apoyando a Colombia y asumiendo un papel de discreta presión sobre las partes para que salven el proceso de paz, mucho de lo que está ahora en juego depende del tiempo, y de que las fuerzas políticas tengan la madurez suficiente para sentarse a renegociar pronto lo pactado, para así retomar el camino hacia el fin del conflicto.