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El original de la Carta de Jamaica, escrita en inglés por el Libertador, reposa en el Archivo General de la Nación.

HISTORIA

El sueño de Simón Bolívar que no se cumplió

Este domingo se conmemoran 200 años de la Carta de Jamaica en la que el Libertador soñó con crear una gran nación entre Venezuela y Colombia.

5 de septiembre de 2015

Hace 200 años, el 6 de septiembre de 1815, Simón Bolívar escribió en Kingston una carta al comerciante jamaiquino Henry Cullen, en la que exponía la situación de las colonias españolas en América en plena reconquista española, justificaba su independencia y analizaba el futuro político de la región. El documento, que ahora se conoce como la Carta de Jamaica, es en la actualidad no solo una de las obras más importantes del pensamiento de Bolívar sino de la historia intelectual hispanoamericana.

La carta deja ver el lado intelectual del Libertador, una faceta que poco se conocía de él. Hasta 1815, Bolívar tenía entre sus contemporáneos una reputación de buen estratega militar, pero lo que pocos sabían es que era un gran letrado con profundos conocimientos del acontecer político de la época, de la historia de América, universal y de teoría política. En la Carta de Jamaica, Bolívar expuso casi de forma premonitoria cómo podría ser la organización política de toda la América Meridional y en ella propuso que una vez se liberaran del yugo español, Venezuela y la Nueva Granada debían formar una sola nación que se llamaría Colombia. Proyecto por el que luchó hasta su muerte en 1830.

Como es conocido, el sueño de Bolívar se consolidó en 1819 y solo duró 12 años. Desde ese momento las dos naciones han recorrido juntas un camino como hermanas. Con momentos de enfrentamientos y peleas, como el conflicto que estuvo a punto de desatarse entre los gobiernos de José Manuel Marroquín y Cipriano Castro por la ayuda que Venezuela les estaba dando a los ejércitos liberales en la Guerra de los Mil Días, o el delicado incidente de la corbeta Caldas de 1987, pero también de un intenso intercambio económico, político, intelectual y social. El café y el cacao llegaron de Venezuela, por Maracaibo han salido históricamente las exportaciones del oriente, y la frontera, para las personas del común, es solo un accidente político que divide a un mismo pueblo. Los vaivenes políticos, de lado y lado, han tenido efectos en los dos países. Incluso, en Colombia se han refugiado o recargado baterías, en sus momentos más difíciles, muchos líderes políticos, Carlos Andrés Pérez y el propio Hugo Chávez.

De todo se había visto en esta larga historia compartida, pero nunca la ira desatada hace dos semanas por el gobierno de Nicolás Maduro contra los colombianos en la frontera. Perseguir a personas humildes –marcar sus casas y destruirlas– y desterrarlas, sin consideración por los derechos humanos, no es propiamente lo que Bolívar tenía en mente hace dos siglos. Qué lejos está el orgullo que tenía el Libertador por su nación cuando escribió en la carta:  “Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras”.

A 200 años de la Carta de Jamaica, la unión entre colombianos y venezolanos es  casi una utopía. Paradójicamente con un gobierno que, como el de Caracas, se considera guardián del ideario de Bolívar. Una buena forma de celebrar este bicentenario sería que ambos gobiernos rescataran el sentimiento de hermandad y de unidad consignado por el Libertador en la carta y se sentaran a resolver sus diferencias.

Mientras esto ocurre, el presidente Maduro debería leer la carta en la que encontrará muchas frases que sin duda lo harán reflexionar: “Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza le han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación”.