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La “historia privada” de la violencia en Colombia

El exguerrillero del M-19 Otty Patiño escribe su versión sobre la violencia en Colombia. El toque original de su libro titulado ‘Historia (privada) de la violencia’ es que entrevista a los hijos y nietos de los protagonistas de esa época.

20 de enero de 2018

Libros sobre la violencia bipartidista de mediados del siglo XX existen por montones. Desde que en 1962 el entonces monseñor Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña publicaron La Violencia en Colombia, este periodo de la historia se ha convertido en uno de los más estudiados por historiadores, sociólogos, politólogos y violentólogos.

En todo ese universo bibliográfico los lectores pueden encontrar los detalles de las peleas entre los dirigentes liberales y conservadores, así como las sanguinarias maneras como los colombianos se mataron durante una década. Sin embargo, a todo este rompecabezas le faltaba una ficha: la visión y opiniones de los descendientes de aquellos que protagonizaron ese momento de historia y que recoge Otty Patiño, uno de los fundadores del M-19, en su libro Historia (privada) de la violencia, publicado recientemente.  

El libro de Patiño no es una clásica investigación sobre la violencia bipartidista, pues se sale de los rígidos moldes académicos para darles importancia a las anécdotas y recuerdos de personajes que vivieron en sus familias esos acontecimientos. Su propósito era conocer la versión que ellos tenían de los hechos históricos en los que participaron sus  ancestros y que tuvieron lugar entre 1945 y 1953.

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Patiño logró entrevistar a 28 descendientes de los protagonistas políticos de la época. Entre estos están Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo, Eduardo Santos, Laureano Gómez, Mariano Ospina, Gilberto Alzate Avendaño y otros. Los hechos sobre los que cuestiona a los entrevistados tienen que ver con el fracaso de tres proyectos políticos: El reformismo liberal de López Pumarejo, el proyecto socialista de Gaitán y el corporativismo de Laureano Gómez. Les pregunta, entre otras cosas, por la renuncia de López, el asesinato de Gaitán, el predominio de las elites y la caída de Rojas Pinilla.

En ese proceso Patiño descubre viejas disputas, acusaciones, traiciones y odios que protagonizaron estas figuras políticas, que según él, son determinantes en la historia de la violencia del país. Queda en evidencia cómo los entrevistados buscan limpiar la imagen de sus familiares o resaltar los hechos que ellos hicieron para salvar al país de la debacle.

Según Patiño, lo más importante de este libro y de las entrevistas que lo acompañan es que logran desvirtuar la idea de que la elite política de esa época era un club, un cuerpo sólido, coherente y armónico que actuaba de manera unificada para no perder el poder. Por el contrario, esa elite u oligarquía, como la llamaba Gaitán, se encontraba lejos de llegar a consensos, que solo alcanzaron cuando el país y su posición como gobernantes estaban al borde del abismo. Los testimonios evidencian cómo las relaciones políticas estaban contaminadas por los odios, las rencillas y las traiciones que todavía se mantienen vivas en la sociedad colombiana.

El libro, como dice Gustavo Petro en el prólogo, deja la sensación de que los mismos nombres de ese tiempo siguen en el poder, con la diferencia de que los de antes tenían clara su ideología y visión de país y los de ahora no. Así mismo, deja la percepción de que las generaciones siguientes han sido incapaces de transformar significativamente a Colombia.

Precisamente, por eso Patiño escribió el libro para que “la lectura de estas historias ayude a comprender lo que no debemos continuar (…) a asombrarse de ese pasado y también de reírse de la pequeñeces y cobardías de personajes exageradamente rebajados o encumbrados por sus herederos y pos sus áulicos, con el solo fin de justificar o perpetuar una historia de violencia y de recelos. Una historia que les toca cambiar”.

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¿Eran oligarcas los López, los Lleras, los Santos, los Gómez y los Ospina?

Una de las banderas políticas de Gaitán era su lucha contra la oligarquía que se había enquistado en el poder y tenía oprimido al pueblo. Sin embargo, los entrevistados niegan sistemáticamente que sus ancestros hubieran pertenecido a ese club de privilegiados.

Enrique Santos Calderón: La palabra oligarquía me suena un poco anacrónica, reconociendo que es una categoría real, pero es que ha sido tan manoseada… La palabra oligarquía funcionó muchísimo en la época de Gaitán; ahí si era la oligarquía liberal y conservadora (…) ¿Oligarcas los Santos? No. Toda la vida se opusieron a que El Tiempo, como periódico, se mezclara con otro tipo de negocios que no tuvieran que ver con su propia entraña. No había una concepción de acumulación.

Álvaro Gómez Hurtado (entrevistado por Patiño durante su secuesto por el M-19): El M-19 se equivocó cuando me secuestró por oligarca. No lo soy, como no lo fue mi padre, un hombre que trató de modernizar a este país, que pensó en autopistas (…) Y, por no ser oligarca, es que a mí no me van a dejar ser presidente. No pertenezco al régimen, a ese entramado de complicidades que tienen los que han manejado este país y lo mantienen en el atraso.

Carlos Lleras de la Fuente: A mi papá Gaitán lo tachaba de oligarca; pero el propio Gaitán todos los años pedía que se le admitiera en el Jockey Club, y siempre le negaron la entrada con las famosas balotas negras. Nunca entendí esa insistencia.

Mi papá nunca fue rico. En ese entonces no pudo sacar una cuenta corriente en un banco, la plata no le alcanzaba. Tenía una alcancía de madera que aseguraba con 16 tuercas y tornillos, y cada seis meses la abría, hacía arqueo y sacaba la plata que se necesitaba para gastos como matrículas de nosotros y otros menesteres. Cuando López Pumarejo hizo un último esfuerzo para recomponer su gobierno antes de su renuncia definitiva, llamó a mi papá para que se desempeñara como ministro de Hacienda. Él ya tenía una oficina y no le iba mal. El sueldo de ministro era de 500 pesos mensuales, aun en esa época cuando un peso tenía cierto valor, era una miseria. Mi mamá lloró, le suplicó que no aceptara, pero ¡qué va! Cerró su oficina y se posesionó del ministerio¡Y Gaitán decía que era un oligarca!

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La muerte de Gaitán

Se podría decir que el asesinato del líder liberal es el hecho más importante de la historia del siglo XX que atizó la violencia bipartidista. Setenta años después no se sabe quiénes fueron los autores intelectuales y los móviles del asesinato. Solo existe una serie de hipótesis a los que los entrevistados se apegan de acuerdo con su orientación política.

Gloria Gaitán: Mi mamá le había advertido que no confiara en Plinio. Fue él quien lo separó del grupo y lo puso frente al asesino.

Plinio Apuleyo Mendoza: A la loca de Gloria Gaitán le dio por decir que mi papá había sido cómplice de los asesinos (…) y otras tonterías sin sentido. Lo cierto era que Gaitán estaba separado de doña Amparo: de ella heredó Gloria su famosa locura; convivían en la misma casa, pero no se hablaban.

Mi papá y Gaitán eran amigos. Lo eran desde 1936 cuando a mi papá, siendo ministro de Guerra, lo acusó Lleras Restrepo de malos manejos presupuestales. Quien lo defendió de esas falsas acusaciones fue Gaitán. En 1947, cuando Gaitán se convirtió en el jefe del Partido Liberal, quien estuvo más cerca de él fue mi papá. Eso de acusarlo de haber sido cómplice de los asesinos es una bellacada.

Mariano Ospina Hernández: ¿A Ospina Pérez le convenía producir un hecho de esa magnitud el 9 de abril, cuando se celebraba la Conferencia Panamericana? ¿A quién en su sano juicio se le puede ocurrir? Por ello hay que mirar otras hipótesis: ¿qué hacía Fidel Castro aquí, ese 9 de abril? Él ya confesó que estuvo aquí, en la Quinta Estación de Policía, sacó un fusil y ayudó a la revuelta. Y como no logró su objetivo, lo empacaron en un avión. Él mismo lo cuenta.

Julio César Turbay Quintero: Lo que todo mundo repetía en esa época –y es la versión generalizada– es que se trató de un complot comunista; no tengo otra más creíble. No me parece que haya sido un crimen cometido solamente por Roa; alguien le ordenó ese crimen. Otros dicen que los conservadores. Pero yo me inclino más por el complot comunista.

Álvaro Leyva Durán: Estoy convencido de que la muerte de Gaitán no tuvo origen político. Yo excluyo de toda responsabilidad al gobierno conservador. Se trataba de una fecha muy importante, donde Ospina se iba a lucir en el evento más importante de la época, como fue la Conferencia Panamericana.

También me parece muy difícil que los liberales hubiesen sido cómplices o artífices de dicho crimen (…) La apertura de los archivos confidenciales y secretos de las grandes agencias de inteligencia de las potencias no ha revelado nada nuevo en torno a ese crimen. De modo que hablar de una conspiración internacional no tiene pruebas que lo respalden.

Queda entonces la motivación personal de Roa. Se rumora –pero de eso no hay nada serio y documentado– de unos amoríos que tenía Gaitán con una copera del café Gato Negro, donde a veces departía con sus amigos. Roa, el asesino según esos chismes, estaba profundamente enamorado de esa copera…

Enrique Santos Calderón: La pregunta del millón ¿quién fue el autor material del asesinato de Gaitán? Evidentemente Roa Sierra; posiblemente hubo otros determinadores, no un acto solitario. La hipótesis de que no fue únicamente Roa Sierra es apasionante, porque indica que hubo conspiración; pero la verdad científica, objetiva e histórica es que no se sabe. Acá vino hasta Scotland Yard, la agencia de inteligencia más prestigiosa del mundo, y no llegaron a ninguna conclusión.

Me seduce la hipótesis de López Michelsen –que enfurece a Gloria Gaitán– según la cual Roa Sierra era un personaje profundamente complejo y deprimido, que su señora le ponía los cachos, que lo menospreciaba, y él, Roa, quería demostrarle a ella que era un hombre valeroso, y la mejor forma de pasar a la historia era con una locura de esas, un magnicidio; él le decía: “Se va acordar de mí, no soy un don nadie”.

Juan de Dios Varela: No es descabellado pensar que en el asesinato de Gaitán estuvo, por un lado, la mano de los Estados Unidos, en el contexto de la Guerra Fría donde ellos eran líderes. Gaitán iba ser, casi inevitablemente, presidente de Colombia. Y, por otro lado, estuvieron implicados personajes colombianos de altísimo nivel. Yo creo que algunos líderes conservadores estuvieron vinculados al asesinato.

Constanza Vieira: Como periodista, nunca he tenido evidencia de que la CIA haya participado en el crimen de Gaitán, pero habría que mirar otros argumentos. La visión mía es: ¡fue esta oligarquía asesina! Mira lo que hicieron después del 9 de abril; pero es que ya lo venían haciendo. La oligarquía no tuvo necesidad de pedirle ayuda a la CIA para incendiar aldeas; desde 1946 estaban incendiando las aldeas liberales en todo el país.

Carlos Lleras de la Fuente: Es tan difícil saber quién mató a Gaitán. La reacción conservadora, por supuesto, dice que fueron los comunistas (…) La dirección liberal afirmó que habían sido los godos. Por cierto, parte de la culpa se la echaron a Ospina. Eso no lo creo. Es un misterio que nadie sabrá nunca. Trajeron expertos de Scotland Yard, a quienes los robaron en el hotel: los pasaportes y el dinero. Grotesco.

Sobre el reformismo liberal

Entre 1934 y 1938 el presidente Alfonso López Pumarejo lanzó una serie de reformas bajo el eslogan de la ‘Revolución en marcha’. Ese fue un periodo turbulento que generó la oposición de Laureano Gómez y de la Iglesia católica, el cual produjo una polarización parecida a la que se vive hoy en el país.

Juan Manuel López: Yo tengo la teoría de que mi abuelo no fue, ni se sentía, ni se pensaba como revolucionario ni tenía esa tendencia a la cosa social, sino que era muy institucionalista. La Ley 200 lo dice muy claro: él no estaba buscando darles tierras a los campesinos que es más o menos lo que ha planteado siempre la izquierda, sino dar reglas de juego para que se pudiesen resolver todos los problemas que se estaban planteando en el campo por la falta de una legislación apropiada. Curiosamente, es lo que se necesita ahora.

Juan de Dios Varela: López Pumarejo tuvo en sus comienzos unas medidas progresistas que valoro mucho, como fortalecer la Universidad Nacional, lugar que me acogió y donde me desempeñé en mi vida profesional. Con López se desarrolló el sindicalismo, hizo un gobierno abierto a las nuevas corrientes, facilitó la participación de sectores de izquierda.