Especial Palacio de Justicia, 40 años después

Julia Navarrete, la periodista que venció el miedo y narró la toma del Palacio de Justicia en vivo: “Vi cómo ardía, olía a carne humana”

Cuarenta años después de la toma del Palacio de Justicia, la periodista reconstruye los momentos más crudos que vivió en el asalto, cuando convirtió su voz en testigo del fuego, el miedo y la censura.

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7 de noviembre de 2025, 4:43 p. m.
“Yo pedí cambio al noticiero en la emisora y dije: ‘Se acaban de tomar el Palacio’. Mi jefe no me creyó, que era imposible. Pero era cierto”, relató a SEMANA la experimentada periodista.
Julia Navarrete (a la derecha), la periodista que registró para radio Caracol la toma del Palacio de Justicia. | Foto: Rafael González

El 6 y 7 de noviembre de 1985, la justicia colombiana ardió y Rafael González, periodista y reportero gráfico, lo registró con dos cámaras fotográficas. Una de ellas guardó por 40 años los rollos de unas fotos que hoy revelan la tragedia que se vivió en pleno centro de Bogotá cuando el M-19 se tomó el Palacio de Justicia.

En su relato a SEMANA, González, además de mostrar el tesoro que hoy hace parte de la historia del país y que fue cedido al Centro Nacional de Memoria Histórica para reconstruir un episodio que Colombia no puede volver a repetir, y para identificar a personas tanto heridas como muertas o desaparecidas, también contó cómo pudo llegar hasta el Palacio y registrar en más de 100 fotografías todo lo ocurrido.

Fue la radio la que le informó a Rafael sobre lo que estaba sucediendo y así se desplazó hasta el lugar que se convertiría durante 28 horas en el centro de una tragedia que dejó dolor, incógnitas y reclamos de verdad. “Tan pronto se supo la noticia, inmediatamente me transporté al Palacio de Justicia. Eso estaba muy cerca (de donde trabajaba). No había por dónde pasar, porque el Ejército cercó por la carrera octava, por la sexta, por todo lado. Y, sin embargo, vimos que el Ejército tomó como centro de operaciones la Casa del Florero”, dijo a SEMANA el fotógrafo.

El testimonio de esas fotos fueron cedidas por Rafael al Centro de Memoria
Histórica donde fueron recibidas como un tesoro.
Estas son algunas de las fotos que hacen parte del álbum de Rafael González y que por poco desaparecen en la basura. | Foto: Rafael González

Y mientras que González lograba registrar con dos cámaras —una Canon y otra personal Pentax— los instantes más angustiantes de esos dos días desde la Casa del Florero, centro de operaciones del Ejército en la respuesta y ‘rescate’ de quienes se encontraban al interior del Palacio, desde otra trinchera con sus dos armas, un teléfono y su voz, la periodista Julia Navarrete daba el urgente para Alerta Bogotá de Caracol Radio, confirmando la noticia.

Lo que la periodista del medio radial no esperaba fue que en el vademécum de imágenes de esos rollos González registrara el momento en el que ella aparece cerca de la Casa del Florero.

“No me creyó, que eso era imposible”

En ese tiempo no había celulares, ni redes sociales, tampoco internet. Solo un teléfono fijo en una tienda, una reportera que cubría judiciales y sus ojos, testigos de lo que se vivió en esas interminables horas.

“Yo pedí cambio al noticiero en la emisora y dije: ‘Se acaban de tomar el Palacio’. Mi jefe no me creyó, que era imposible. Pero era cierto”, relató a SEMANA la experimentada periodista, quien tras el transcurrir de los años no borra de su mente varias escenas que hasta hoy han marcado su carrera y su versión ante la justicia de lo que ocurrió durante esos dos días.

Rafael González comentaba, mientras ojeaba su álbum inédito de fotos, que varios periodistas y reporteros gráficos llegaron al lugar buscando la mejor ubicación para informar minuto a minuto sobre las decisiones que el Ejército tomaba desde la Casa del Florero, mientras que se escuchaban las incesantes ráfagas de disparos y el ruido penetrante de un tanque que avanzaba hacia la puerta principal del Palacio.

“Ahí nos quedamos los dos días. Día y noche, siendo testigos presenciales de lo que realmente estábamos escuchando, porque adentro no podíamos pasar, nadie podía pasar allá y lo único que se escuchaba era una totazón de bombas y balazos y todo tipo de cosas”, dice.

Antes de que todo esto ocurriera, Navarrete fue la primera en estar en el lugar. La comunicadora describió sobre ese 6 de noviembre: “Salía con el periodista Álvaro Almanza y un grupo con el que siempre nos íbamos y nos repartíamos las noticias en esa época. Entonces, yo le dije a Álvaro: ‘Yo cubro Congreso, que el procurador está en el Congreso hablando en un debate, y usted se queda en el Palacio y mira qué hay en las salas’”.

“Yo no sé de dónde han sacado que ese día estaban discutiendo en el Consejo de Estado el tratado de extradición. No teníamos eso en la agenda. De pronto fue una vaina reservada, pero como yo lo he dicho, en todas las declaraciones que he dado ante la Comisión de la Verdad de la Corte, nunca supe que ese día se estuviera discutiendo. Entonces, Álvaro entró al Palacio, y cuando yo iba en la estatua de Simón Bolívar, ahí en toda la mitad de la plaza, comenzó la balacera”, detalló Navarrete.

Al escuchar los disparos, de inmediato, cayó en cuenta de que Álvaro estaba dentro del Palacio “y el jefe de seguridad, que murió en la toma, lo sacó”. Ante la escena que estaba presenciando, corrió hasta el Congreso y pidió a gritos un teléfono para transmitir en vivo a la emisora: “Urgente: acaba de ser tomada la Corte Suprema de Justicia”.

A partir de ese momento, la radio se convirtió en su trinchera y en el único medio que conectaba al país con el horror. Un grupo de siete hombres armados, vestidos de civil, entró por los sótanos al Palacio y llegó hasta las salas de los magistrados. La tragedia dejó 100 muertos, 11 desaparecidos y 35 heridos.

“La masacre más grande de la historia del país”

Rafael González aseguraba que durante la cobertura de la toma se movía de un lado a otro para lograr las mejores fotos, sin trípode ni teleobjetivos, solo con sus manos y la pericia de esquivar a los soldados, pues a muchos de los fotógrafos y periodistas los ubicaron arriba de la Casa del Florero. Pero eso no ocurrió con Navarrete, quien con su astucia y agilidad logró ver lo que sucedía en el Palacio luego de dar la noticia de la toma.

“Yo echo la noticia y luego me devuelvo para el Palacio porque comenzó a llegar toda la Guardia Presidencial, y me fui a ver por la puerta del Palacio. Eso ya eran como las 12 del día”, relató Navarrete, al tiempo que indicó que en ese momento vio cómo salían unos rehenes que estaban en el primer piso, por lo que no dudó en infiltrarse entre los primeros rescatados que fueron conducidos hasta la Casa del Florero.

“Ya había gente detenida ahí. La gente miraba unos álbumes y miraba las caras de las personas que iban saliendo y los que se les parecían como a guerrilleros por alguna foto parecida, los subieron al segundo piso de la Casa”, aseguró.

Antes de que todo esto ocurriera, Navarrete fue la primera en estar en el lugar.
Varios periodistas y fotógrafos se apostaron cerca de la Casa del Florero para informar de lo que ocurría en el Palacio de Justicia, la radio fue clave en todo este hecho trágico. | Foto: Rafael González

En medio de lo que estaba viviendo, y registrando para cada instante en el que trabajaba, observó cómo hacia el mediodía llegó el tanque con el que el Ejército buscaba neutralizar a los guerrilleros del M-19 al derrumbar la puerta principal del Palacio. Sus ojos fueron testigos de las personas que lograron salir con vida, los heridos, los muertos y de aquellos que, tras sobrevivir al ataque, horas después resultaron muertos o desaparecidos.

“Unos soldados entraron con unos letreros grandes con los nombres de la esposa del entonces ministro del Gobierno, Jaime Castro, y Jaime Betancur, hermano del presidente, pues juntos eran consejeros, y ellos fueron los primeros que salieron”, detalló para luego afirmar, al igual que Rafael González, que lo que vino después fue una “balacera terrible”.

“Para mí fue la masacre más grande que ha podido ocurrir en toda la historia del país. Una cosa terrorífica lo que hicieron los militares”, sostuvo, pues en esas horas tuvo que contarle al país el horror de lo que estaba sucediendo.

Entre rehenes, fuego y silencio

Habían pasado las horas y mientras que Rafael seguía tomando fotos sin cesar y “sin pedir permiso”, como lo contó, además de desconocer qué ocurría realmente ante la falta de información, su colega de Caracol Radio se dio cuenta de cómo se cometieron errores antes y después de la toma y retoma del Palacio.

El primero, el hecho de que ya estaba anunciada una toma al Palacio, pues como detalló la periodista 15 o 20 días antes de la toma, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, les contó a ella y otros periodistas de confianza que habían descubierto un plan para atacar el edificio, “pero que eso parecía que no era cierto”, comentó el magistrado.

“Nadie publicó eso en ese momento porque era una cosa confidencial… Entonces, las máquinas para detectar armas en el Palacio las pusieron y a los ocho días las quitaron. Es muy extraño que las quitaran preciso el día que se tomaron el Palacio de Justicia”, indicó Navarrete.

Otro fue el hecho de que insistentemente el presidente de la Corte Suprema llamaba a Casa de Nariño para que el presidente Belisario Betancur lo atendiera y le ayudara, algo que nunca ocurrió, pues

Navarrete cuenta que eso “fue un golpe contra la democracia, la cosa más terrible. No hubo una negociación. El presidente de la Corte varias veces salió y decía: ‘Por favor, por favor, señor presidente’. No le contestó el teléfono, no dialogó con él. La cosa fue terrible. Al presidente no lo dejaban hacer nada”.

Y lo que más recalca ella es cuando sobre las 4 de la tarde del 6 de noviembre se comenzó a incendiar el edificio, tras la ojiva de 90 mm lanzada por el tanque que generó las llamas. Rafael González recordó que se acercó a un militar y le preguntó qué estaban haciendo y le respondió: “Defendiendo la democracia, maestro”, palabras del entonces coronel Alberto Plazas Vega, el mismo que Julia Navarrete recuerda que les dijo: “‘Miren, estos facinerosos incendiaron el Palacio’. Resulta que los guerrilleros ya no estaban en el primer piso, porque cuando entra el tanque se repliegan en el cuarto piso, y en el segundo y en el tercero. Entonces yo le dije: ‘No, coronel, qué pena, pero ¿cómo los guerrilleros van a quemar el Palacio, si los guerrilleros ya no están ahí? Los que quemaron el Palacio fueron los militares’”.

De repente, ante el caos que se estaba generando, Navarrete aseguró que a los periodistas nuevamente los querían llevar hacia el centro de operaciones del Ejército y es cuando aprovecha para escabullirse y tener un mejor registro de lo que sucedía. “Nosotros nos metimos en una ambulancia, y ocurrió lo de la ojiva de 90 mm sobre las ocho de la noche, que vuelve el Palacio una nada y deja un huecazo”.

La grabación de aquella jornada, en la que registró parte de las transmisiones y conversaciones con militares, mientras se refugiaba desde una ambulancia, fue confiscada y le pidieron a Yamid Amat entregarla. “Nos tocó entregar la grabación. La verdad es que no caímos en cuenta de hacerle una copia”, recuerda.

Aun así, Julia siguió con su reportería: “Llegué a un almacén que quedaba en toda la esquina de la iglesia de la Plaza de Bolívar, y allí estaba buscando un teléfono, y como no había teléfonos, me puse a buscar uno donde yo pudiera llamar a los noticieros. Y, desde ahí, iba comunicándome con ellos”.

Y así, entre el silencio, la angustia y las llamas, Julia pasó la noche entera en el centro de Bogotá, transmitiendo desde teléfonos públicos, mientras a su alrededor ardía la justicia, a pesar de que su relato fue interrumpido por un partido de fútbol que emitieron en las emisoras.

Salieron vivos, pero…

Humo, escombros, llantos y confusión marcaron esas 27 horas. Julia fue testigo de una de las mayores heridas del caso: la desaparición de los trabajadores de la cafetería, y ella, con la seguridad que siempre la ha caracterizado, conocía muy bien quiénes eran los magistrados y quiénes salieron vivos de esa tragedia.

Al día siguiente, “cuando comienzan a salir los del Palacio, sacan a un magistrado que no tenía una pierna y entonces la gente comienza a decir: ‘Ay, al magistrado se le perdió la pierna, se le perdió la pierna’, y dije: ‘No, él tenía una prótesis, que era el doctor Humberto Murcia Ballén, y a él se le cayó la prótesis. Entonces, se lo llevaron en camilla”, relató la periodista.

El testimonio de Navarrete fue vital en el proceso de identificación de las personas que estuvieron en el Palacio,
"Te digo que yo todavía tengo muy vivo ese recuerdo, porque olía a quemado y olía a carne humana quemada", recordó la periodista Julia Navarrete. | Foto: Rafael González

Luego vio salir a otro de los magistrados, el doctor Carlos Urán: “Lo llevan dos militares y él sale cojeando. Y luego nosotros comenzamos a gritar: ‘¡Eh, magistrado Urán, magistrado Urán!’, pero se los llevan en una ambulancia y no sabemos si a la Casa del Florero”; sin embargo, después la noticia más devastadora vino: “Apareció su cuerpo con un tiro de gracia en la cabeza. Eso fue una revelación que hizo Daniel Coronell después, cuando consultaron los papeles de él en la Brigada 13, en una bóveda”.

Otro a quien también identificó fue a uno de los empleados de la cafetería, Carlos Rodríguez: “También lo sacaron vivo. Bueno, ¿qué pasó con los de la cafetería? Mi teoría es que ellos salieron con ellos, todos vivos. Los llevaron y los desaparecieron”.

Por eso, el testimonio de Navarrete fue vital en el proceso de identificación de las personas que estuvieron en el Palacio, pues las investigaciones posteriores confirmaron lo que muchos periodistas y familiares denunciaron durante décadas: al menos 11 personas fueron desaparecidas después de salir con vida.

“Ese olor no se me olvida”

Julia Navarrete pudo entrar al Palacio tras el incendio, gracias a la ayuda de un conocido de la Policía que la ingresó por el sótano y le mostró cómo los guerrilleros lograron entrar al edificio.

“Cuando entré, me sorprendí porque al primer piso de la cafetería no le pasó nada. La cafetería estaba, los vidrios… Ese fue mi recuento, debe estar grabado porque es un recuento que hasta lloré. Encontré cinco tintos servidos, había cuerpos tirados, brazos, eso era terrible”, contó.

Y entre las cosas que más le impresionó fue cómo recogieron los cuerpos: “Mezclaron todo y por eso es que todavía no han identificado a mucha gente de la que murió ahí, porque eso eran pedazos de brazos, piernas… Te digo que yo todavía tengo muy vivo ese recuerdo, porque olía a quemado y olía a carne humana quemada”.

Tras 40 años de vivir en directo la mayor tragedia que enlutó a Colombia y de encontrar en la radio el refugio para narrar lo que no se puede borrar de la memoria de este país, Julia Navarrete sigue contando su historia con un claro mensaje: “La lección más grande es que no puede volver a pasar una masacre así. Hay que negociar, no destruir”.