LA LENTA MUERTE DEL M - 19
La muerte de Alvaro Fayad, comandante en jefe del M-19, no sólo es un rudo golpe para su propio grupo sino para la guerrilla en su conjunto.
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Durante toda la semana el  M-19 volvió a copar la atención del país. Primero por una  audaz acción militar emprendida a las  puertas mismas de Cali, donde unos  trescientos guerrilleros -según fuentes militares- se enfrentaron con las  tropas de la Tercera División en las  orillas del Pance, detrás del Club Campestre y de la Universidad San Buenaventura. Los combates se prolongaron durante tres días del miércoles 12 a la madrugáda del sábado, y  continuaban todavía al cierre de esta  edición. Amplias zonas de Cali estaban militarizadas mientras las tropas, respaldadas por tanques y helicópteros artillados, luchaban contra los  guerrilleros provistos de armamento  moderno que incluía ametralladoras  pesadas. No estaba muy claro todavía  el número de bajas. Al parecer, diez  muertos del lado del Ejército, incluyendo un teniente y siete suboficiales, y numerosos heridos. Del lado del  M-19 las cuentas eran aún más confusas, pues el número de muertos variaba con cada fuente militar consultada: veintidós, treinta y cinco, o más  de cuarenta. Sólo siete cadáveres, sin  embargo, habían sido objeto de la habitual exhibición para los fotógrafos, así como un importante arsenal recuperado por las fuerzas militares.
Pese a la gravedad de la situación  en Cali -no es usual que un enfrentamiento con la guerrilla se prolongue durante tres días, y lo es menos aún  que se dé casi en plena ciudad- todo  eso se vio opacado por la noticia del  jueves por la noche en Bogotá: la  muerte de Alvaro Fayad, comandante  general del M-19. Tampoco ahí, sin  embargo, estaban muy claras las cosas, y era notable el hermetismo de las  autoridades militares. Habían anunciado para la mañana del viernes una  rueda de prensa con la Policía, pero fue cancelada con la lacónica explicación de que "continuaban los operativos". La prensa sólo tuvo acceso a informaciones fragmentarias, según las  cuales una llamada anónima denunció a la Policía la presencia del jefe  guerrillero en un apartamento del  barrio Quinta Paredes, cercano a la  Ciudad Universitaria. Agentes del  GOES cercaron la zona, algunos, haciéndose pasar por empleados de la   Energía, cortaron la luz en el sector, y dieron el asalto a las siete y media de la tarde del jueves. Fayad, al parecer, se defendió a tiros de ametralladora,  hiriendo a un capitán y un agente, y  fue dado de baja. Con él murió la esposa del dueño del apartamento, el compositor Raúl Rosero.
No se permitió a los periodistas  presenciar la salida de los cadáveres  en un furgón cerrado. Tampoco se había permitido que el juez 80 de Instrucción Criminal, doctor Godoy Espinel, hiciera la diligencia del levantamiento de los cadáveres. Durante más  de veinticuatro horas, hasta las nueve  de la noche del viernes, nadie los pudo ver, lo cual hizo que se tejieran toda suerte de especulaciones. Que habían quedado totalmente desfigurados a balazos. Que el muerto no era  Fayad. Que sí era, pero que había sido capturado vivo. Finalmente, el  Noticiero Nacional de la televisión recibio de las autoridades unas fotografías del cadáver de Fayad en el anfiteatro de Medicina Legal, que mostró  en pantalla y fueron reproducidas en la prensa del día siguiente, al parecer  con orificios de bala en la boca y la  frente. SEMANA intentó infructuosamente obtener algún dictamen  técnico de los funcionarios de Medicina Legal, cuyo hermetismo es total. El cadáver de María Cristina de Rosero fue entregado a su familia, pero el  de Alvaro Fayad siguió en la morgue en espera de la autopsia.
Tampoco fueron muy explícitas las  informaciones sobre los nuevos operativos. Hubo numerosos allanamientos y detenciones en Bogotá, algunas  fuentes militares hablaron de una  reunión en la capital de la Coordinadora Nacional Guerrillera, para la  cual habria venido desde Cali el comandante del M-19, y el Ministro de  Defensa se limitó a decir con cierto misterio que tenía "información cierta" de que Fayad pensaba viajar a Nicaragua, pero no sabía con qué propósito.
En opinión del general Manuel  Guerrero Paz, jefe de Estado Mayor  de las Fuerzas Militares, con la muerte de Alvaro Fayad el M-19 queda  "desvertebrado". El golpe, efectivamente, es duro. Fayad no sólo era desde hace un año el jefe máximo de  la organización, sino que con él suman ya cinco los dirigentes de primera fila que ésta pierde en los ultimos  tres años. Primero Jaime Bateman,  su legendario fundador, que pereció  en un accidente de avioneta. Luego  Carlos Toledo Plata, cuyo asesinato en Bucaramanga, la vispera de la firma de la tregua, todavía no ha sido  esclarecido. Luego Antonio Navarro  Wolf, quien no murio pero perdió  una pierna en un atentado en Cali en  plena tregua, que tampoco se ha aclarado aún. Y luego Iván Marino Ospina, muerto en Cali en combate con el  Ejéreito. A ellos hay que sumar los  tres importantes dirigentes caídos en  el Palacio de Justicia, Luis Otero, Andrés Almarales y Alfonso Jacquin, y el reciente asesinato de Augusto Lara en Bogotá.
Por otro lado, sin embargo, la fuerza  militar de la organización es hoy, segun sus boletines, más grande que nunca. La creación del "Batallón América" con guerrilleros ecuatorianos y peruanos, y las acciones de  los últimos dos meses en el norte del  Cauca y el sur del Valle con su culminación en el asalto a Cali, todo un proceso que el M-19 llama "campaña  Paso de Vencedores", muestra que  esa fuerza existe, pese a los constantes  partes de victoria del Ejército. Según estos, desde los combates de Morales,  Cauca, el 3 de febrero, ha habido no  menos de 180 guerrilleros muertos.
Pero tampoco se ha hecho -como en Pance- la tradicional exposición de  los cadáveres, y el M-19 asegura por su parte no haber sufrido en este  tiempo sino seis bajas mortales. Sin  contar, desde luego, las más recientes de Cali. Ni, obviamente, la muerte de  Alvaro Fayad.
Esta no es una baja más. Fayad  era, desde la desaparición de Bateman, la cabeza política del movimiento; y desde hace un año, tras la destitución de Ospina como jefe máximo, también su cabeza militar. Era el "hombre de la unidad", como fue calificado por el propio Ospina en el  momento del relevo. Y aunque no parecen auténticas, sino concebidas por  los servicios de la inteligencia militar,  las recientes "proclamas" firmadas  por el comandante Boris contra  Carlos Pizarro y contra el mismo Fayad, que implicarían una división interna, sí es evidente que desaparecido  Fayad las posibilidades de que ésta ocurra aumentan. Si no dentro del  propio M-19, sí, al menos, dentro de la Coordinadora Nacional Guerrillera, que por primera vez en la historia  de la guerrilla colombiana habia empezado a lograr la unificación de grupos armados hasta entonces rivales y  la veces enemigos: el EPL, el ELN, el  Quintin Lame, los pequeños Paltria Libre y PRT,. y el propio M-19.
"EL TURCO" FAYAD 
"El turco", como llamaban sus compañeros a Alvaro Fayad Delgado, había nacido en Ulloa (Valle), el 24 de julio de 1946. Su juventud la vivió en  Cartago y estudió el bachillerato en el  Seminario de Santa Rosa.
En 1965 ingresa a la Universidad Nacional a estudiar sicología, allí conoce a Camilo Torres y se hacen amigos pero no comparten la misma militancia. Mientras el sacerdote se va para  el ELN, Fayad ingresa a la Juventud Comunista y allí se encuentra con  Jaime Bateman, de quien diría "cambió el rumbo de mi vida". Con Bateman ingresan a las FARC en donde  permanecen hasta finales de 1969,  cuando deciden con otros compañeros ingresar a la Anapo y luego conformar el M-19, a raíz de la discutida derrota electoral del general Rojas Pinilla en 1970.
En 1974, el 27 de enero participa en el  robo de la espada de Bolívar, acción  que dio a conocer al M-19 y que simbolizaba el nacionalismo y la adopción del pensamiento bolivariano, como las banderas de este grupo. Acciones espectaculares como esta  fueron llevadas a cabo por el M-19 en los años posteriores; sin embargo, los  reveses no se hicieron esperar. El espectacular robo de las armas del Cantón Norte, llevó a la gran mayoría de dirigentes del M-19 a la cárcel. Fayad  no escapó. Su detención se produjo 10 meses después de caer la mayoría  de sus compañeros. Es juzgado junto a 219 miembros del M-19 en un Consejo Verbal de Guerra, donde asume  su propia defensa, denunciando, como aparece en el libro "Las guerras  de la paz" de Olga Behar, las torturas  a que fueron sometidos él y sus compañeros. Es condenado por el Tribunal Militar a 26 años de cárcel, de la  que escapa gracias a la amnistía concedida por el gobierno de Betancur.
Mandatario con el que tendria varios encuentros, como el de octubre de  1983 en Madrid (España), a fin de iniciar un debatido proceso de conversaciones y negociaciones de paz, que  terminaron en un acuerdo firmado en  Corinto en agosto de 1984. En todo  este proceso Fayad jugo un papel  muy importante no sólo dentro de su  organización sino con otros grupos  guerrilleros como el EPL. Se dice que  Fayad ante la renuencia del comandante del EPL, Ernesto Rojas, de  aceptar siquiera conversar sobre la  paz, le dijo: "Hermano, no se olvide  que usted y yo somos de Cartago y no  podemos quedar mal con nuestro  pueblito".
Alvaro Fayad, había asegurado varias veces que moriría a causa de su  inseparable compañera: una vieja úlcera que regularmente lo hacia padecer de fuertes dolores estomacales y vómitos de sangre. Pero no, ella le fue fiel. Fue una o muchas balas, a las que tantas veces había escapado, las que finalmente cegaron su azarosa vida.
