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La madre que aún espera el regreso de su hijo secuestrado por las Farc

Amalia de Márquez lleva 18 años esperando el regreso de su hijo Enrique, secuestrado por las Farc. A pesar del dolor y las dificultades, hoy su fe y empeño por encontrar la verdad prevalecen. Esta es la historia de cómo el amor puede trascender los daños de la guerra y el olvido del tiempo.

Manolo Villota Benítez
19 de abril de 2017

La mañana del 11 de febrero de 1999, el abogado Enrique Márquez Díaz iba en su carro hacía Conalcrédito, la cooperativa en la que se desempeñaba como secretario general. Eran las 6:30 y las calles de Bogotá lucían tranquilas, incluso solitarias. El día, que no prometía menos rutina que otros, dio un vuelco cuando un grupo de hombres armados le cortó el camino al llegar al parqueadero de la entidad. En una rápida operación, Márquez, de 30 años, fue secuestrado frente a la mirada impotente de algunos testigos. Ese fue el principio de un camino lleno de dolor e incertidumbre que casi dos décadas después no termina.

Cuando el teléfono del apartamento timbró, un mal presentimiento se apoderó de Amalia de Márquez, madre de Enrique. "El gerente de la empresa me avisó que lo habían raptado, pues unos empleados, no sé si de la telefonía o del acueducto, observaron todo y luego le contaron", dice con precisión.

Esa fue la primera de tres llamadas que la familia Márquez Díaz recibió ese día. La segunda y tercera las hizo el propio Enrique. A las 8:20 de la mañana, brevemente le dijo a su padre que iba para una "reunión inesperada" y que no debían preocuparse. "Él siempre hablaba mucho con nosotros, conocíamos su itinerario, por eso entendimos que se comunicaba en clave", dice doña Amalia.

La tercera llamada, a las 9:00 de la noche, les reveló quiénes lo tenían y por qué. En esa ocasión habló con su mamá. "Gatis, me tienen las Farc. El frente 51. No se preocupen, no es con ustedes ni conmigo, es con el gerente –de la cooperativa- que tiene que darles unas explicaciones", fueron sus palabras.

Al parecer, un ajuste de cuentas y queriéndolo usar como medio de presión hicieron que Enrique Márquez terminara en poder de la guerrilla. La persona que les interesaba era el representante legal de esta empresa, Édison Hernández Quintero. Según doña Amalia, no fue un secuestro con fines extorsivos. "Siempre que hablamos con ellos nunca me pidieron un peso, solo repetían que querían hablar con el gerente", enfatiza.

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Pese a lo ocurrido, a la fecha se ignora a ciencia cierta qué relación tuvo el grupo insurgente con esta cooperativa y cuáles eran las "cuentas" que tenía que rendirles Hernández. A través de los años escucharon rumores que decían que las Farc querían recuperar dinero invertido en la entidad a través de testaferros, pero al sol de hoy nada ha sido comprobado. De hecho, Conalcrédito fue liquidada ese mismo año y Hernández, aunque mostró interés por el caso al principio haciendo visitas y llamadas para preguntar cómo avanzaban las cosas, paulatinamente se hizo menos presente. Con el tiempo no volvieron a saber nada de él.

Sus padres, Amalia e Ismael Márquez, emprendieron una búsqueda incansable para recuperar a su hijo. Han visitado cada oficina y nivel burocrático que pueda responder por este tipo de casos; han escrito cientos de cartas a todos los funcionarios posibles; unas veces con respuesta, otras no. También, en este largo tiempo, conocieron muchas personas que les trataron de ayudar: colaboradores anónimos, otras víctimas del conflicto y ex secuestrados que trajeron noticias de Enrique, que les dijeron que efectivamente estaba secuestrado por las Farc. Incluso, por un breve lapso, Jaime Garzón intercedió por ellos antes de ser asesinado. "A pesar de lo que algunos han dicho, él jamás se lucró de eso, era una buena persona que actuaba sin interés", dice doña Amalia.

Se volvieron asiduos visitantes de los medios para que su caso no se volviera un número más de las estadísticas en un año en el que estaban disparadas. Según el informe ¡Basta Ya! del Centro Nacional de Memoria Histórica, en 1.999 hubo 3.354 secuestros, de los cuales, 1.020 fueron cometidos por las Farc. Entonces su lucha no solo era por lograr la libertad sino por evitar el olvido.

El hoy desaparecido Enrique Márquez es abogado de la Universidad Externado de Colombia, al igual que su padre y su hermano mayor. Medía 1.87 centímetros, cabello negro, heredó la mirada de su mamá y el temperamento serio de su papá. Era una persona cariñosa, con un fino sentido del humor además de buen estudiante. Al respecto, Amalia recuerda cómo años atrás su hijo, cuando terminó materias, compitió por el puesto de secretario del ministro de justicia de la época, Roberto Salazar Manrique. Ella, escéptica, le aconsejó que no se hiciera ilusiones, pues probablemente asignarían el cargo a dedo. Para su sorpresa y la alegría de todos resultó escogido. "Es una persona sumamente inteligente que ha perdido 18 años de vida profesional ", dice.

Para la familia, estos años perdidos y la angustia inacabable tienen dos responsables: Vladimir González alias Miller Perdomo y Henry Castellanos alias Romaña. El primero, ex comandante del frente 51, que actuaba en el centro del país, se le atribuye la creación de las ‘pescas milagrosas‘ y encontró su fin a manos del Ejército pocas semanas después del secuestro de Enrique. El segundo, comandante del Bloque Oriental de las Farc, recientemente integró la subcomisión de cese al fuego y dejación de armas durante las negociaciones de La Habana. La familia habló con los dos comandantes en distintas oportunidades pero ninguno dio una respuesta para terminar este suplicio.

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De hecho, conversar con la guerrilla siempre fue difícil. A pesar de que algunas llamadas querían sonar tranquilizadoras como la de Miller Perdomo en la que este les decía que "el muchacho estaba aburrido pero bien", hasta las de Romaña, quien alguna vez de la manera más cruda invitó a doña Amalia a recoger los restos de su hijo, cosa que después descubrieron era mentira. "Siempre que hablé con ellos jamás me tembló la voz. No les permitía saber que me afectaban. Pero luego de colgar, rompía en llanto", dice doña Amalia quien es una convencida de la entereza y la energía positiva que se debe mantener en estas situaciones, pues según ella lamentarse empeora todo.

"El dolor solo se lleva por dentro ", comenta, y añade que para ellos las celebraciones terminaron. Ya no hay aniversarios ni festividades. Ese es uno de los precios de la ausencia. "En el cumpleaños de Enrique celebramos una misa y eso es todo".

El arte se volvió un aliado para mitigar el dolor. Pintar es una terapia personal para la madre de Enrique. Hoy, varios cuadros cuelgan en las paredes de su apartamento. Todos son paisajes que, a pesar de tener buena técnica, también llevan implícita la melancolía de su creadora. Así mismo, ella atribuye su fortaleza a la fe católica. "Dios es el mejor respaldo y el mejor psicólogo", dice.

Desde que doña Amalia y su esposo Ismael se enteraron, por cuenta de una ex secuestrada, que su hijo escuchaba la radio en cautiverio, no hay semana en la que sus voces no se escuchen en las madrugadas a través de Caracol y RCN Radio. "Hola mi Kike Kike del alma", es como inicia cada mensaje en los programas Las Voces del Secuestro y La Noche de la Libertad que existen para visibilizar a familiares de los secuestrados. Pensar en la posibilidad de que su hijo los escuche ha valido cada segundo al aire. "Yo quiero creer que está vivo", dice Amalia con convicción, añadiendo: "a veces siento su presencia cerca de mí".

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Esa esperanza es la que los ha mantenido en pie de lucha por los últimos 18 años. Ambos octogenarios, junto a su hijo mayor y su nieta de 11 años, la sobrina que Enrique no ha podido conocer. Se han sobre puesto a cada obstáculo, incluso a los problemas de salud que la tristeza ha traído consigo. Ismael Márquez sufrió ya un infarto hace algún tiempo y Amalia padeció parálisis en parte del cuerpo. Hoy él tiene la movilidad limitada, por lo que su mujer está al frente de todo.

Cuando le preguntan sobre el perdón y la reconciliación la respuesta de doña Amalia es contundente: "yo solo puedo perdonar cuando me digan la verdad de lo que pasó con mi hijo". Y afirma que durante el proceso de paz se dejaron de escuchar a muchas víctimas de las Farc y ni ella ni su marido recibieron invitación para ir a La Habana. Han hablado con Sergio Jaramillo y Humberto de la Calle, pero la respuesta fue seguir esperando. "Si ya llegamos hasta ellos ¿a dónde más podemos acudir?", se cuestiona.

Mientras tanto, esta madre asegura que insistirá hasta donde la vida le alcance. Añora el día en que la verdad se sepa, pero más aún, aguarda con todas su fuerzas que un día llamen a la puerta y quien aparezca detrás sea por fin y para siempre su amado hijo menor.