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En esta fotografía, tomada a las 3:05 de la madrugada del 31 de octubre de 2010, se observa a Luis Andrés Colmenares disfrazado de diablo en compañía de Laura Moreno y otra persona cuando salían de un bar de la Zona Rosa, en donde estaban en la fiesta de disfraces.

CRIMEN

La misteriosa noche de Halloween

Ya hay dos cosas claras en la muerte del estudiante de la Universidad de los Andes: que lo mataron y que se hizo un montaje para ocultar el asesinato. SEMANA revela grabaciones y evidencias que dan pistas sobre quiénes y por qué lo habrían matado.

30 de octubre de 2011

La tarde del sábado 30 de octubre de 2010, horas antes de su muerte, Luis Andrés Colmenares Escobar estaba conversando por su teléfono móvil con Laura Moreno. "Dejemos eso así. Yo no soy de peleas ni de problemas", le oyeron decir. "Ponle tú orden a eso. Es que yo no quiero problemas con nadie".

Luis apenas había comenzado a salir con Laura hacía unas tres semanas. Y era claro para él, como les había contado a sus allegados, que ella estaba tratando de salir de una relación difícil con otro novio, Carlos Cárdenas. Por eso, quienes oyeron la conversación se imaginaron que estaban hablando de él.

A pesar de que Luis, de 20 años, y Laura, unos años menor, estudiaban la misma carrera en la Universidad de los Andes, solo se fijaron el uno en el otro a principios de ese octubre. En la semana de receso de la universidad, un grupo de amigos armaron un paseo al Carmen de Apicalá y allí coincidieron.

Al principio, Luis tuvo que bajarse del paseo porque a su mamá la operaron de urgencia de una apendicitis. El destino tal vez le puso la tentación de salvarse. Pero él, a última hora, y cuando su madre ya estaba bien, resolvió unirse al grupo en los dos últimos días de vacaciones. Allí conoció a Laura y comenzó, como llaman los guajiros, el 'vacilón'.

Ella se mostró interesada en Luis. Tanto que muy pronto comenzó a recogerlo en su casa en Quirinal, de camino a la universidad, en un carro con chofer y escoltas. Laura vive en Ciudad Salitre con una prima porque su familia reside en Casanare, donde su papá es un próspero y exitoso ganadero de la región y tiene además una compañía que hace todo tipo de obras civiles y de geotecnia para las más grandes petroleras del país. Además, según dijo Laura a la Fiscalía, tiene una empresa de taxis en Bogotá.

Ese sábado, Luis no parecía estar muy seguro de querer ir a la fiesta de Halloween. Algo lo inquietaba. Y, metódico como era, comenzó a hacer una lista de pros y contras de ir a la fiesta. En la lista de pros anotó: "Arreglar el problema con Laura".

Resolvió ir. A las 11 de la noche de ese sábado, Laura llegó a recogerlo, luego pasaron por Gonzalo Gómez, y se fueron a cumplir la cita que tenían con su combo de amigos en la Zona Rosa, más exactamente en la discoteca Penthouse, cerca de un pequeño parque que hay en el costado sur de la 85 con 13.

En las fotografías se ve cómo se divirtieron. Luis Andrés iba disfrazado de diablo y Laura, de la ratoncita Minie. Carlos Cárdenas también fue, disfrazado de policía con esposas y revólver de juguete al cinto (ver foto). En otra fotografía, tomada a las tres de la mañana a la salida de la discoteca, minutos antes de que ocurrieran los trágicos hechos, se ve a Luis con la cabeza baja y a Laura, con otra compañera, Yesi Quintero, conversando (ver foto).

Ellas son las únicas dos testigos de lo ocurrido que han aparecido hasta ahora. Las dos coinciden en contar la misma historia a las autoridades: ellas dicen que estaban en la salida de la discoteca esperando el carro para irse de la fiesta y de repente Luis Andrés se fue hacia la 85 con 15 a comprar un perro. Y que de repente, cuando ya tenía el perro en la mano, él salió corriendo hacia el Parque El Virrey, que queda dos cuadras más al norte, y que se tiró al caño. "Lo cogí, lo abracé para que no siguiera corriendo. Se soltó a la fuerza y siguió corriendo hacia el caño. Vi cuando él cayó en el caño", declaró Laura Moreno. "Llamé al celular de Luis y me contestó Laura, la llamé para saber dónde estaban, me contestó que estaba en un caño. Mientras hablábamos, ella empezó a gritar que el Negro se había caído en un caño. Decía: '¡Se cayó, se cayó!'".

La historia, aunque puede sonar extraña, podría ser también cierta. Sin embargo, a la familia de Luis Andrés un muchacho juicioso, sin problemas de alcohol, uno de los mejores resultados del Icfes del país, con 50 medallas de todo tipo en el Liceo Cervantes y con tres monitorías en la universidad- no le cabía en la cabeza ese comportamiento. Además, no era de su temperamento enloquecerse por las mujeres.

En ese momento comenzaron a aflorar las primeras preguntas: ¿por qué si Luis Andrés salió corriendo y se tiró al caño, Laura tenía su teléfono móvil? ¿Por qué estando tan cerca del CAI, Laura no pidió ayuda de inmediato a la Policía para rescatar a Luis Andrés? ¿Por qué los bomberos no encontraron el cuerpo esa noche en un caño que la mayor parte del año, cuando está más profundo, no le llega a una persona a la rodilla? ¿Por qué al otro día, a plena luz del sol, tampoco lo vio ninguna de los cientos de personas que por allí transitan y solo vino a aparecer, en ese mismo caño, el domingo 31 de octubre a las siete de la noche boca abajo?

Esto huele muy mal

La familia nunca se creyó esta historia. Y empezó a gritar a los cuatro vientos que lo de su hijo no era un suicidio. Sin embargo, cuando conocieron la necropsia, en febrero de este año, todo parecía consumado. En el dictamen forense decía que su hijo había muerto por la caída y el examen de alcoholemia arrojó grado tres -el máximo- en su sangre.

Pero ahí, otra vez comenzaron las preguntas: ¿cómo había podido correr tantas cuadras si con ese grado de alcoholemia no habría sido capaz de sostener su cuerpo? ¿Por qué la necropsia se demora en salir casi dos meses?

No obstante las preguntas que la atormentaban, la familia Colmenares Escobar, ante ese documento con valor de prueba judicial, no tenía nada que hacer. Y solo varios meses después, cuando Oneida, la mamá del fallecido, una mujer de Villanueva, Guajira que cree que las madres tienen contacto con los hijos aunque se vayan, soñó que su Luis le decía: "Mami, la prueba está en mi cuerpo, búsquenla", como dijo en entrevista en El Espectador.

Y por eso decidieron contratar a un experto en exámenes forenses, que con solo comparar los resultados de la necropsia con el álbum fotográfico del levantamiento del cadáver encontró muchas incongruencias: unas tan evidentes como que no tenía solo una herida, como consta en el primer informe de Medicina Legal, sino siete. Y otras mucho más técnicas que llevaron al forense particular a concluir que Luis "no murió ahí, ahí lo pusieron". El médico legista encontró 60 inconsistencias en el informe inicial de Medicina Legal y determinó que Luis, antes de ser arrojado al caño, debió permanecer boca arriba en otro lugar por mínimo 12 horas.

A partir de ahí empezaron a quedar claras dos cosas en el caso: una, que al muchacho lo habían asesinado, y dos, que se había presentado un grave encubrimiento de lo ocurrido.

¿Cómo se confirmó que lo mataron? En junio, un golpe de suerte le dio un giro fundamental al caso. El fiscal 298 de la Unidad de Vida de Bogotá, que tuvo en su poder la investigación sin ningún avance durante ocho meses, sufrió repetidos quebrantos de salud y le ordenaron reasignar varios casos, entre ellos el de la muerte de Luis Andrés. El proceso llegó entonces a manos del fiscal 11, Antonio Luis González. Y la mamá, Oneida Escobar, que no había dejado de tocar la puerta de la Fiscalía ninguna semana, buscó al nuevo fiscal y le presentó el informe del forense particular, al tiempo que le contó las serias dudas que tenía. Tras escuchar a la acongojada madre, a González le quedó claro que algo olía mal y le pidió a Máximo Duque, una autoridad forense en el país, que revisara el caso.

Duque confirmó que la necropsia inicial tenía serias irregularidades. El fiscal González decidió entonces cambiar a los investigadores del CTI y optó por apoyarse en el grupo de homicidios de la Sijín de la Policía de Bogotá para realizar una nueva investigación. El 7 de septiembre, investigadores de la Sijín en compañía del médico Duque viajaron hasta Villanueva, Guajira, en donde estaba sepultado Luis Andrés, y exhumaron el cuerpo. Lo que descubrieron los dejó escandalizados.

Uno solo de los siete golpes que tenía Luis Andrés en el cráneo había sido suficiente para dejarlo inconsciente. Estaba en toda la frente y, por su forma, todo indica que se trató de un botellazo. Tenía también fracturas en las vértebras 2 y 4, lo que señalaría que o se las quebró después de muerto -¿tal vez cuando lo tiraron al caño - o pudo también ser víctima de asfixia mecánica. De todas maneras, un dato grueso que tampoco se había registrado en el primer informe. Tenía heridas pre mórtem, moribundo y post mórtem. Lo cual puede significar, de acuerdo con los peritos, que Luis no murió con los primeros golpes y que agonizó por lo menos diez horas, a lo largo de las cuales también recibió fuertes golpes. No había duda alguna de que Luis no había caído ni se había lanzado al caño. Había sido asesinado brutalmente.

Con esa evidencia contundente, el fiscal González y los investigadores de la Sijín prácticamente arrancaron de nuevo la investigación. En ese momento se dispararon las alarmas: es evidente que hubo encubrimiento. Como dice la mamá: "Algo muy grave hay detrás de la muerte de mi hijo".

No solo fue manipulada la necropsia. También se borraron las grabaciones de las cámaras de seguridad de todo el sector. Además, una alcaldía local se apresuró a emitir un inusual comunicado en el que asegura que el joven estaba borracho y que les había dicho a sus compañeros que se quería suicidar. Y como si fuera poco, la declaración que tomaron los agentes del CTI en el CAI, en el amanecer, desapareció.

¿Quién o quiénes estaban interesados en cambiar la historia? ¿Un grupo de jóvenes estudiantes serían capaces de hacerlo? ¿Quiénes ayudaron a tapar lo ocurrido y por qué o a cambio de qué?

En las últimas semanas, los investigadores han descubierto que se ha movido mucho dinero alrededor de este caso. Incluso tienen indicios de que se habría pagado por sobornos una cifra cercana a los 1.000 millones de pesos.

¿Por qué lo mataron?

Las preguntas que ahora quedan pendientes de resolver son: ¿quién lo mató? y ¿por qué? Hasta ahora las únicas investigadas son Laura Moreno, por coautoría impropia en homicidio agravado, y Yesi Quintero, por encubrimiento. A las dos, además, por falso testimonio.

Sin embargo, además de ellas, el nombre de Carlos Cárdenas, el otro novio de Laura, ha aparecido en la investigación como una pista a seguir para dar con los responsables. El fiscal González y la Sijín interceptaron las líneas telefónicas de Laura y Yesi y esa labor arrojó nuevas pistas que las comprometían a ellas y a Cárdenas. En una de esas conversaciones, por ejemplo, Laura habla con él y le dice: "Nos tenemos que poner de acuerdo para defendernos juntos".

Otra llamada se refiere a un caso más reciente, el cambio de fiscal que se estaba fraguando. La fiscal Viviane Morales llegó a tener en su escritorio una solicitud para quitarle al fiscal 11 el caso. Por esas fechas, en una de las interceptaciones se escucha a Carlos diciendo que estaban ganando "y lo van a archivar". Sin embargo, ese cambio no se dio. Precisamente, cuando el caso apareció en los medios de comunicación, la fiscal Viviane Morales fue advertida de lo que estaba ocurriendo y, en resolución del 12 de octubre, negó la solicitud de cambio de fiscal. Pero lo curioso de la petición es que la había hecho, como consta en la resolución (ver facsímil), Aydée Acevedo, como "apoderada de Carlos Andrés Cárdenas Gómez". ¿Por qué hace ese pedido si Cárdenas ni siquiera es sujeto de investigación todavía?

Y por último, también ha llamado la atención de los investigadores el hecho de que varios de los asistentes a la fiesta de disfraces, cuando la Fiscalía les preguntó si Carlos Cárdenas había estado aquella noche en la discoteca, lo negaron. Curiosamente, a pesar de que él mismo lo aceptó.

Más allá de si Carlos Cárdenas tiene o no algo que ver en los hechos, hay otras grabaciones que conoció la revista SEMANA y que muestran que todavía hay muchas cosas por aclarar en este caso.

Por ejemplo, en una conversación entre Yesi y uno de los compañeros de la universidad que no estuvo en la fiesta, Juan Pablo, y que había tenido un affaire con Laura, él hace énfasis en que en la Fiscalía le preguntaron "por el almuerzo. Pero ahora te cuento". Y lanza expresiones cómo: "Lo que yo les dije no les va a servir para ni mierda". "Estoy supercagado, te lo juro".

Y en otra conversación, el mismo Juan Pablo llama a Laura a consultarle por qué lo llamaron de la Fiscalía. En uno de los apartes, él le pregunta por Yesi: "¿Tú con ella casi nunca hablas?". "No, yo nunca he hablado con Jessy. Juan… hmm… juan pis… hmm… Después de que sucedió todo como que no sé… No sé… como que todo… ¡tú sabes cómo funcionan las cosas!". De inmediato surge la pregunta: ¿Qué hizo que Laura y Yesi, que es la única testigo de lo que Laura hizo esa noche, no volvieran a hablar?

Los investigadores del caso están tratando de descifrar todo el encubrimiento que parece haber de por medio. Creen que los jóvenes estudiantes no están diciendo toda la verdad. Pero también están convencidos de que así fuera una muerte accidental o un homicidio, unos jóvenes no son capaces de montar todo esto. Más allá de los estudiantes, debe haber detrás -dicen- otras personas que hayan podido esconder un cadáver, luego volver a lanzarlo a un caño y además saber cómo se maneja el fino arte de la intriga y el soborno.