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| Foto: Jhon Barros

ELECCIONES 2018

El “no” rotundo de los venezolanos a la izquierda en Bogotá

SEMANA conversó con varios ciudadanos de ese país sobre las elecciones en Colombia y qué consejos le darían a los colombianos al momento de votar.

Jhon Barros
27 de mayo de 2018

A las 9 de la mañana, mientras los bogotanos empezaban a depositar sus votos para elegir al próximo presidente de Colombia, Onofre Zambrano y Carlos Velarde, dos venezolanos que llegaron al país en busca de mejores oportunidades, se reunieron en una cafetería de la calle 147 con carrera 15, en el barrio Cedritos.

El motivo  de su encuentro no era debatir sobre el futuro político de Colombia. Lo hicieron para cuadrar detalles de un proyecto periodístico de contenidos deportivos que comenzaron en mayo de este año, Sport Trending, el cual mueven en diferentes redes sociales y que consideran que se afectaría si los colombianos no eligen bien al sucesor de Juan Manuel Santos.

“Elegir a alguien de la izquierda sería un error por parte de nuestros hermanos colombianos”, asegura Carlos, un asesor de servicios internacionales que se radicó en Bogotá con su esposa y sus dos hijas hace un año.

“Es no fijarse en lo que está pasando en Venezuela. El izquierdismo y el comunismo no conducen a nada bueno, ya lo hemos visto en otras dictaduras. Lamentablemente, hay que poner a mi país como un espejo de algo malo que no se debe repetir en ninguna parte. Mi consejo es que miren a Venezuela y no cometan los mismos errores”.

Carlos, de 47 años, visitaba Colombia constantemente desde hace más de una década, pero nunca había contemplado la posibilidad de radicarse en el país, hasta que la delincuencia de Caracas lo hizo replantear su forma de vida.

Emily González, Alida Romagoza y Catherine Carrillo 

“Primero me robaron con revolver para quitarme el celular. Al poco tiempo, cuando iba con mi hija mayor en el carro, a plena luz del día, una banda de delincuentes nos asaltó con pistola. Lo que vive mi país no se lo deseo a nadie. Allá la gente se está muriendo de hambre y por falta de medicinas, son crímenes de lesa humanidad. Por eso tome la decisión de venirme a Bogotá”.

Para este venezolano -de voz gruesa y con matices de locutor deportivo- si la izquierda se impone en Colombia no se iría inmediatamente. “Esperaría un par de años a ver cómo marchan las cosas, tanto acá como en Venezuela. Si todo se complica miraría opciones como regresar, si ya no están esos malandros”.

“La mayoría de venezolanos sentimos un profundo rechazo hacia la izquierda en Colombia por el pasado de Gustavo Petro con Hugo Chávez. Es más, solo falta escuchar su discurso para traerlo de vuelta. El pueblo colombiano debe hacer uso de la memoria antes de elegir”,enfatiza con seguridad.

Onofre, periodista de 40 años, comparte el rechazo hacia la izquierda de su compañero, pero de una forma no tan radical. Llegó a Bogotá en enero de 2015, cuando con su novia colombiana, hoy su esposa, percibieron que la situación en Maracay se estaba complicando.

“Como venimos de un izquierdismo es obvio que los venezolanos no queramos nada con eso. Si yo pudiera votar no lo haría por el candidato de la izquierda, aunque no me genere desconfianza. Preferiría prevenir que lamentar. Nuestra tendencia va más hacia la derecha, porque tenemos un buen concepto de Uribe. Solo hasta que llegué a Colombia percibí que muchos lo odian”.

Onofre, en el primer año en Bogotá, no pudo conseguir trabajo en su profesión. “Empecé vendiendo paquetes turísticos online por mes y medio. Después, con el esposo de una amiga venezolana, me metí en un negocio de repuestos para máquinas de café expreso, en venta de multiniveles y hasta en supermercados promocionando natillas”.

Luego, un colega venezolano le dijo que llevara papeles a un diario para cubrir deportes, su especialidad, y ahí estuvo cinco meses.“Luego, por cosas del destino, presenté pruebas en uno de los canales grandes. Les gustó mi portafolio y en marzo de 2016 me contrataron supuestamente para presentar deportes, pero no fue así. Las cosas no se dieron como yo pensaba y me cancelaron el contrato en enero de 2017”.

Estuvo siete meses sin trabajo, viviendo solo del dinero de la liquidación, por lo cual pensó en irse a Santiago de Chile, donde vive un hermano. “Pensé que iba a conseguir trabajo rápido después de pasar por un medio grande. Pero no fue así. Jugaba en contra mi edad, ser extranjero y no tener contactos importantes. Dicté unos cursos de locución por unos meses, vendí cosas por internet e hice trabajos freelance. Pero la plata no alcanzaba, nos endeudábamos cada vez más y hasta me enfermé”.

Onofre Zambrano y Carlos Velarde

Su esposa lo convenció de que no se apresurara a dejar todo y, al poco tiempo, encontró puesto como editor en un portal de internet. “Un amigo me presentó a Carlos y los tres empezamos a trabajar en la idea de los contenidos digitales deportivos, pero con otro enfoque, el cual promocionamos en Instagram, Facebook y Youtube. El ideal es crear una página web en el futuro que nos permita generar ganancias”.

Por ahora, Onofre, quien a pesar de los obstáculos no ha perdido la sonrisa y las ganas de liderar las conversaciones, echó raíces en Bogotá, por lo cual le recomienda a los colombianos tomar una buena decisión para elegir al nuevo mandatario.

“Está demostrado que el izquierdismo nunca ha funcionado. Colombia debería pensar bien las cosas con todo lo que ha sufrido. El llamado es a que no cometan el error de llevar el país a la involución, como nosotros, y no dejen entrar a la izquierda”.

Arepas rellenas con sabor político

La calle 140 con carrera 12 se ha convertido en uno de los principales puntos de encuentro de la comunidad venezolana en el barrio Cedritos. La razón: dos locales dentro del centro comercial venden platos típicos del país vecino.

Se trata de Entre Panas y Parceros y Rápido y Sabroso, que son visitados por los venezolanos para recordar el sabor de su tierra, representado en arepas rellenas, empanadas, pasteles, hamburguesas y hasta el pabellón criollo, un plato con carne desmechada, arroz blanco, plátano maduro y caraotas negras fritas.

Por estar a solo dos cuadras de uno de los puntos de votación del barrio, en la jornada de elecciones los clientes de los dos locales debatieron sobre política. Uno de ellos fue Emir Arzola, un ingeniero de petróleo que visitó el país por primera vez en 1997.

“Desde esa época busqué radicarme del todo en Bogotá. Hoy ya soy residente y solo me falta nacionalizarme. En estas elecciones, la única opción que tienen los colombianos es votar. No pueden dejar en manos de un grupito esta importante decisión. Deben verse en el espejito de Venezuela, en donde los pocos que votaron generaron esta crisis”.

Para Emir, cualquier persona que llegue de izquierda es sinónimo de caos. “El problema no está en las ciudades sino en el campo. La gente campesina es muy fácil de convencer dándole cualquier cosa. El que no ha tenido nada no desea nada, hasta que se lo regalan. Eso es populismo, comprar a la gente”.

Si tuviera la opción de votar, Emir se inclinaría hacia la derecha, ya que según él fue la responsable de que se pueda recorrer Colombia con mayor tranquilidad. “Yo aplico mucho un dicho que hay en Venezuela: joven o estudiante que no sea comunista no tiene corazón, pero si luego de convertirse en profesional y trabajador sigue comunista, no tiene cerebro”.

Al lado de Emir, tres mujeres venezolanas esperaban con ansias su plato de pabellón criollo. Emily González, de 27 años, fue la encargada de dar inicio a la charla política.

“Los colombianos primero deben estudiar muy bien las propuestas de los candidatos, para así decidirse por el que se sientan identificados”,asegura esta mujer que llegó hace cuatro meses a Bogotá, cuando abandonó Caracas para organizarse del todo con su pareja.

“En lo personal me da mucho miedo el tema de la izquierda, ya que su candidato en los discursos ha plasmado el reflejo de lo que nosotros ya vivimos. No hay que creer en el populismo, que es el peor daño que le ha pasado a Latinoamérica. Esa creencia de que todo se le debe regalar al pueblo es errónea: un país se construye con trabajo”.

Rafael Hurtado

Alida Romagoza, madre de Emily, llegó a la capital hace tres semanas.“Nuestra economía está muy distorsionada. Todo está dolarizado menos los ingresos, por lo cual el nivel de vida se ha visto afectado. Me vine para buscar mejores opciones e incursionar en nuevas cosas”.

Según esta rubia de sonrisa contagiosa, hace 20 años Venezuela creyó en el socialismo como una alternativa, “pero lo que hizo fue llevar al país a un caos. Los colombianos no deben caer en eso. Tienen que olvidarse radicalmente de todo lo que tiene que ver con la izquierda, la cual ha desbancado y llevó a la quiebra a nuestro territorio”.

Catherine Carrillo, de 27 años, es amiga de Alida y Emily. Aunque nació y vivió toda su vida en Caracas, sus papás son barranquilleros, por lo cual tiene nacionalidad colombiana, un plus que aprovechó para iniciar una nueva vida.

“No tenía sentido desgastar el 90 por ciento de mi vida pensando de dónde iba a conseguir desodorante, toallas, papel higiénico y comida, y con un sueldo que cada vez me alcanzaba menos. Pensé: no puedo gastar mi vida en esto. Además, estaba asustada por la inseguridad. Tenía un temor de morir a cualquier hora del día por un robo”.

“No se confíen”, les recomienda Catherine a los colombianos. “Sepan administrar bien ese derecho al voto. Vean bien el candidato, no por el que le regaló la panela, la bolsa de comida o una platica. Un país en cuatro años de mandato puede destruirse o engrandecerse mucho”.

Para esta joven, Petro, el candidato de la izquierda en Colombia se ha mantenido muy al margen del tema de Venezuela, lo cual le genera desconfianza. “El es muy comedido. Eso me da miedo. Prefiero una persona que muestre su verdadera filosofía, sin pañitos de agua caliente, y que luego no saqué las verdaderas garras cuando esté en el poder. Además tiene varios antecedentes negativos, como la Alcaldía de Bogotá. Es mejor pasar la página a algo novedoso”.

Lilian Moya (nombre cambiado), quien a veces ayuda a atender en Rápido y Sabroso, fue mucho más puntual y precisa. “Nada que ver con el comunismo ni la izquierda, eso solo trae miseria y desgracia. Mírenos a nosotros, 20 años en la miseria total. El socialismo y la izquierda no suman, sino restan. Si sube al poder a Colombia me voy de una, sin pensarlo dos veces”.

Por su parte, Crismal Gil, quien desde hace dos meses atiende el local Entre Panas y Parceros, no se atreve mucho a hablar de la política colombiana. Mientras frita empanadas y le mete la carne a las arepas, solo dice que no cree en ningún tipo de izquierda, pero que no considera que en Colombia pase lo mismo que en su tierra.

“No creo que acá alguien pueda ser tan malo como Maduro. Los colombianos conocen lo que puede pasar y espero que voten bien y a conciencia”.

Más amor que necesidad

Diveana Paola Cuevas, una joven venezolana de 22 años, llegó a Bogotá el 16 de enero de 2018. Pero su fuga hacia el país no fue desde el territorio vecino, sino desde México, y más que por necesidad lo hizo por amor.

“Recién me gradúe en artes visuales y diseño en Mérida decidí irme a trabajar a México, ya que ahí vive una hermana. Lo hice por la dura situación de mi pueblo, que sufre de racionamiento de agua y luz y la comida es escaza. Me fui con mi novio, un colombiano que conocí en Venezuela, pero al poco tiempo lo deportaron a Colombia”.

Emir Arzola

Con la partida de su pareja, Diveana empezó a contemplar la posibilidad de radicarse del todo en Bogotá. “Sabía que regresar a Venezuela no era la mejor opción, a pesar de que mis padres y hermanos no pasan muchas necesidades, ya que trabajan para el gobierno. Así que me arriesgué y me fui a vivir con mi novio en el apartamento de un amigo de él en el barrio La Soledad”.

Lo primero que hizo al llegar a la capital fue sacar el permiso para poder trabajar en algo relacionado con su profesión. “Empecé a buscar opciones por Facebook, pero no se concretaba nada. Iba a empezar como mesonera en un restaurante, pero unos días antes me llamaron de una empresa de comunicaciones llamada Brújula, en donde me ha ido muy bien. En salario es bueno y me queda cerca al apartamento”.

Esta joven y su familia sienten miedo e incertidumbre con el futuro político de Colombia. “Mis papás están preocupados. Ven que el candidato de la izquierda es el vivo ejemplo de Chávez. Me han dicho que hace 20 años ninguno creía que Venezuela se pudiera convertir en una Cuba, y miren lo que pasó. Lo mismo le podría pasar a Colombia”.

“En el mundo no hay un solo ejemplo bueno de la izquierda, el comunismo o el socialismo. Pero ningún extremo es bueno, así que si pudiera votar tampoco lo haría por la extrema derecha. Hay candidatos mucho más equilibrados que podrían hacer un buen gobierno”, enfatiza.

Si la izquierda llega al poder, Diveana contempla migrar hacia otro país con su novio. “Por la situación de Venezuela, muchos de mis familiares se fueron hacia Panamá, Perú, Ecuador y México, así que tenemos varias opciones. Esperemos que no pase, ya que no quiero volver a dejar todo por una mala decisión política”.

Aunque conoce a varios coterráneos en Bogotá, Diveana solo es cercana a cuatro. “Aunque suene feo, evito hacer amistad con los venezolanos. No me gusta que muchos no quieran trabajar y que acudan a la lástima. Y eso viene desde el gobierno de Chávez, quien con su socialismo creó desadaptados y los acostumbró a que todo sea regalado. En mi país les dan bonos y beneficios a las mujeres por tener hijos y hasta a los presos”.

Alcalá, un parque con sabor venezolano

Al frente de la estación de TransMilenio de Alcalá, en la calle 134 con Autopista Norte, el parque se ha convertido en un lugar gobernado por la comunidad venezolana. Los vendedores de dulces y cigarrillos, los conductores de bicitaxi y uno que otro caminante, comparten esa nacionalidad.

Ana Jiménez es una de las vendedoras ambulantes de mecato del parque, trabajo que solo realiza los fines de semana. “Llegué hace 10 meses a la ciudad. Cuando me vine del estado Lara la situación estaba mala, pero ahora está crítica, invivible. No hay comida, medicina y salud, y ni hablar de la inseguridad. Yo soy profesora de educación preescolar, pero el sueldo allá no me alcanzaba para nada”.

Su herramienta de trabajo, el puesto ambulante, no es propio, se lo atiende a un señor los sábados, domingos y festivos. De lunes a viernes se las rebusca en cocinas de restaurantes, limpiando apartamentos y de vez en cuando en algún colegio. 

“Lo que me hago en un día acá en Bogotá no me lo podría hacer ni en un mes en Venezuela. Lo que gano me alcanza para vivir y mandarles plata a mis dos hijas; la mayor está a punto de graduarse como médica”.

Cataloga como tenso el actual panorama político. “Aunque no conozco mucho a los candidatos por el poco tiempo que llevo acá, si le recomiendo al pueblo colombiano que no vaya a cometer el mismo error de nosotros, que nos dejamos llevar por la izquierda por una casa, un empleo o un bono; en pocas palabras nos iban a mantener para vivir gratis y sabroso. Una falsedad. Tienen que saber elegir”.

“No se dejen llevar por una simple ilusión o propuesta que solo beneficiará a un grupo, pero no a todo un país”, complementa esta risueña mujer que vive en Suba y que está a punto de cumplir, como ella dice, su tercer periodo de 15 años.

Mientras arregla las papas, los ponqués y las gaseosas, Ana denuncia que nunca ha creído en la izquierda. “No conozco un país izquierdista que haya progresado y avanzado, hay que tener mucho cuidado con eso”.

Diveana Paola Cuevas

Vanesa Sánchez, de 31 años, llegó hace una semana a la capital en compañía de una prima buscando mejorías. En el parque de Alcalá conocieron a Ana, quien las ha orientado en el negocio de las ventas ambulantes.

“Sepan elegir, no comentan nuestros errores. Para mí la izquierda es dictadura, que es lo que padecemos todos los venezolanos. No permitan que el socialismo y populismo gobiernen Colombia”, afirma esta joven música y pedagoga, quien no puede ejercer porque no tiene permiso ni recursos para la visa, y que hoy vive en el sur bogotano.

Rafael Hurtado, de 41 años, visita este parte constantemente para caminar y dejar volar sus pensamientos, a pesar de vivir cerca al Portal de la 80.

Su vida en Bogotá está divida en tres etapas. Primero en 2012, cuando le salió trabajo como productor de televisión en Colombia, por lo cual se vino con su esposa y su hija mayor. “En ese primer año ocurrieron muchas cosas malas. La empresa que me contrató solo me pagó bien los primeros tres meses. Después empezaron a fallar, lo que nos afectó mucho y nos tocó regresar al país”.

Entre 2012 y 2017, Rafael viajó esporádicamente a Bogotá para hacer trabajos por tres meses. “Iba y venía. Yo no tenía la urgencia de salir de Venezuela, ya que me pagaban en otra moneada. Pero la situación empezó a tornarse caótica en Maracay, y como ya había nacido mi segundo hijo decidí volver a buscar suerte en Argentina, pero la agencia que nos vendió los tiquetes nos timó. Nos fuimos para Manizales y luego a Pereira”.

En noviembre de 2017, un amigo bogotano le ofreció trabajo en una agencia de publicidad para una empresa editorial infantil, donde actualmente labora.

“La política está complicada. Colombia se debate principalmente entre la ultra derecha y ese socialismo que tiene los mismos ideales de la gente que ha gobernado Venezuela. Espero que el rumbo que elijan los colombianos no sea el mismo de mi país con Chávez, que a través del populismo convenció a mucha gente pobre y empresas por sus ideales”.

Según Rafael, el caso de Venezuela sirve de ejemplo para toda Colombia y Latinoamérica. “Los colombianos deben fijarse en nuestro país, un territorio que a pesar de sus riquezas en petróleo no las ha sabido manejar. Recuerdo mucho que antes de elegir a Chávez en Venezuela se decía que era imposible convertirse en un sitio comunista, y miren lo que pasó: ese ‘yo no creo’ se convirtió en puras verdades”.

“Todo extremo es perjudicial, y mucho más si es de izquierda”,asegura. “Si en Colombia llega un gobernante de ese movimiento, empezaría a ahorrar para irme a otro país. Mi esposa comparte el mismo pensamiento”.

Actualmente, Rafael trabaja para cumplir un sueño: montar una página web en donde los extranjeros puedan plasmar sus historias de vida.“Los inmigrantes no cuentan con un medio de comunicación o una ventana para expresar sus distintas facetas: su historia, razas y vivencias en países en los que no nacieron. Así nació la idea de esta plataforma virtual, la cual quiero iniciar primero con los venezolanos”.