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Abel no hubiera sido recordado sino fuera porque su hijo se convirtió en narcotraficante más poderoso. | Foto: Archivo particular

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La herencia desconocida del papá de Pablo Escobar

Semana.com conoció la sucesión que dejó Abel Escobar tras su muerte en 2001. Lo increíble es que estos bienes por más de mil millones de la época nunca fueron tocados por el Estado.

5 de noviembre de 2016

Abel de Jesús Escobar Echeverri era un campesino, agricultor, mayordomo de la finca del político antioqueño Joaquín Vallejo Arbeláez, quien sería el padrino de su hijo más famoso, más nombrado por toda la tierra, uno de los rostros colombianos más conocidos por los 4 mil muertos que se le adjudican: Pablo Escobar Gaviria.

Abel no hubiera sido recordado si no fuera porque su hijo se convirtió en el narcotraficante más poderoso, en el hombre más buscado del mundo.

Cuando murió en octubre de 2001, las autoridades aseguraron que nunca participó de los oficios ilícitos de su hijo mayor, y bajó a la muerte en paz. Sin embargo, no deja de ser un misterio la millonaria herencia que dejó a su esposa Herminia de los Dolores Gaviria, quien era profesora de escuela, y a sus otros hijos Gloria Inés, Argemiro de Jesús, Alba Marina y Luz Marina.

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Semana.com conoció la sucesión de Abel, cuyos bienes según lo avalado por catastro, que a veces pueden ser hasta un 50 por ciento menos del valor comercial, ascienden a 1.141.000.000 de pesos de la época.

El documento, presentado al Juez Once de Familia de Medellín con radicado 1445-2003, también revela que el padre de Pablo Escobar tenía pasivos superiores a los 300 millones de pesos, sin embargo su fortuna era mucho mayor. En los documentos se puede leer que dejaba “una finca denominada el Pantanillo, de la vereda la Cascada y conformada por varios lotes”, trece lotes para ser exacto, y su valor total —a 2001 y con solamente avalúo catastral— era de 128.000.000 de pesos.

Además, figura un apartamento “601 PENT* HOUSE”, ubicado en el barrio El Poblado, uno de los más caros de Medellín, que constaba de dos pisos y tenía un “hall de recibo del ascensor, salón-bar, comedor, biblioteca, un baño social, dos terrazas cubiertas, cuarto de costurero, cocina, cuarto de oficios, despensa, alcoba de servicios, con cuarto de baños y dos escaleras que conducen a la segunda planta integrada por cuatro alcobas, cuatro cuartos de baños, hall de alcobas, una terraza cubierta y una piscina, un cuarto de turco, un cuarto de baño sauna y una terraza descubierta, con un área de 57 mts. 2, altura 2.35 mts”.

El área total del apartamento era 398 metros cuadrados. Además, contaba con un garaje para el uso de dos carros y que valía 8.500.000 pesos.

La propiedad más costosa era una finca de 14 hectáreas y lindante a una propiedad de su exjefe Joaquín Vallejo y que había sido adquirida por su esposa Hermilda Gaviria, cuyo valor llegaba a los 237.000.000 de pesos.

Según las fechas de compra, la primera propiedad que tuvo el matrimonio de Abel y Hermilda fue adquirida en 1964: una casa en Envigado que para el momento de la muerte de Abel, valía 22.000.000 de pesos. Su segunda compra fue la finca vecina a la de Joaquín Vallejo, y que data de 1979, el resto de bienes inmuebles, doce en total, se adquirieron en la década del ochenta, cuando Pablo Escobar era -entre las sombras de una fachada de hombre negocios- el jefe del cartel de Medellín y empezaba su guerra contra el Estado colombiano.

Lo increíble de esta sucesión es que los bienes nunca fueron objeto de extinción de dominio.

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Hace poco, en una entrevista concedida al portal web RT, Juan Pablo Escobar, hijo del capo, decía que toda la fortuna de su padre fue entregada a los enemigos de sus padres, “esa gran fortuna que él amasó, terminó sirviendo para financiar durante años a aquellos que lo buscaron para matarlo (…) no puedes negociar, simplemente te toca decir que sí a todo lo que digan. Haces lo que sea con tal de salvar tu vida”.

Sin embargo, todo el dinero de Pablo Escobar no fue a parar a las arcas de los Pepes —Perseguidos por Pablo Escobar, grupo paraestatal que fue vital en la persecución al capo—, según dice el mismo Juan Pablo en el capítulo cuatro, “Ambición desmedida”, de su libro Pablo Escobar, mi padre —Planeta Libros, 2014—, en el sentido de que la familia paterna nunca tuvo grandes entradas de dinero, y todo venía de los negocios ilícitos del narcotraficante.

Así lo relata en la disputa por la herencia de su abuela Hermilda, donde supuestamente a él ni a su hermana Manuela les tocó un solo peso.

Según el artículo quinto de lay 333 de 1996, cuando los bienes de un causante —en este caso los herederos— provienen del narcotráfico, estos pueden ser objeto de extinción de dominio, sin embargo, esta fortuna, que provendría según el libro de Juan Pablo, de los negocios ilícitos del llamado “Patrón”, no ha sido mirada por las autoridades en su totalidad.

Ya hay ejemplos de que un libro puede empezar toda una investigación por parte de las autoridades, famoso es el caso de Los jinetes de la cocaína, del periodista Fabio Castillo. De allí, de ese texto, se desprendió con los años casi una matriz de investigación por la cantidad de hallazgos, en una época en la que apenas si se vaticinaba lo que vendría.