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Borrero es abogada especializada en derecho administrativo, tiene más de 35 años de experiencia en sistemas y reformas judiciales, funcionamiento y gestión del Estado, en especial en el área de la administración de justicia. | Foto: Guillermo Torres

POLÍTICA

Duquista pero no uribista purasangre ¿esa es la cruz de la ministra de Justicia?

Por tercera vez en ocho meses, el nombre de Gloria María Borrero vuelve a ser la comidilla de los políticos. Le cobran una fallida reforma a la justicia, la carta a los gringos que se perdió en Panamá y la apabullante derrota por las objeciones presidenciales. ¿Culpable o carne de cañón?

9 de abril de 2019

Al cierre de la Plenaria del lunes, cuando los representantes a la Cámara firmaron una aplastante derrota a las objeciones que el presidente Iván Duque le hizo a la Jurisdicción Especial para la Paz, un parlamentario intentó cobrarle la responsabilidad política de este descalabro a la ministra de Justicia, Gloria María Borrero. Edward Rodríguez, del Centro Democrático, sorprendió incluso a sus propios compañeros de bancada con esta intervención que además revivió los antiguos y reconocidos dolores de cabeza que le produce al gobierno una cartera como la de justicia.

Este cargo es uno de los más desgastantes del Estado: tiene poco presupuesto; es responsable pero no administrador de dos verdaderos chicharrones: el Inpec y su Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios; y además es articulador y vocero político con dos ramas del poder público sobre las que naturalmente no tiene el menor control (Judicial y Ejecutiva). Como para hacerse a una idea, en sus dos periodos presidenciales Santos tuvo seis ministros de justicia: esto es en proporción un ministro cada año y tres meses.  

Gloria María Borrero dejó la dirección de la Corporación Excelencia en la Justicia, una entidad sin ánimo de lucro en la que estuvo 15 años, para empoderarse en el ministerio de tres puntos protagónicos de la agenda presidencial: sacar adelante una históricamente frustrada reforma a la justicia; conseguir la cirugía a la Justicia Especial para la Paz que el Gobierno pedaleó desde la campaña y ayudar a la erradicación de un mal que invade al país, los cultivos de coca. En el cumplimiento de esta agenda Borrero se ha ganado las enemistades de quienes son opositores de Duque, ha sido criticada por algunos integrantes del mismo partido de gobierno y no ha conseguido atraer como aliados a los magistrados que desde el comienzo no vieron su designación con buenos ojos.

Unos contradictores aseguran que es muy "santista", otros que es la más "duquista" pero en ningún caso es encasillada como uribista purasangre. También han dicho que es demasiado técnica y que por eso su relacionamiento con el Congreso ha fracasado. "Si quieren nombrar técnicos nómbrelos como segundos, porque la pericia la tiene el político y uno no puede sustituir una cosa por otra", dijo María Fernanda Cabal cuando fracasó la reforma a la justicia. En esas batallas perdidas no logró la confianza de las cortes para ser la articuladora de un debate que los toca y que estuvo perseguido hasta el último día por el fantasma de una super corte que tiene espantado al poder judicial.   

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En su afán por hacer que la reforma pasara de tercer debate, Borrero también se ganó de enemigo al presidente de la Cámara, Alejandro Chacón, cuando lo acusó de "engavetar" la reforma a la justicia porque su partido (Liberal) estaba en contra del proyecto. Chacón, por su parte, le pasó la responsabilidad a Ernesto Macías, el presidente del Senado. En ese momento también se habló de que la ministra Borrero iba a ser la primera en salir del gabinete, justamente porque la reforma fue la principal tarea que le encomendó el presidente.

Esto no sucedió y ahora se encienden los motores para un nuevo intento de reforma a la justicia al que le madrugó el partido de Germán Vargas Lleras. Borrero aseguró que vienen trabajando con Cambio Radical y el Centro Democrático en este tema y no descartó que el Gobierno termine apoyando el documento radicado hace una semana en el Congreso.

De cara a una nueva concertación, la jefe de la cartera de justicia no la tiene fácil. La reforma que se hundió fue seriamente criticada, no convencía ni al fiscal general ni a los magistrados de las cortes, ni tampoco resolvía los problemas estructurales. Pero tampoco se ha escrito una sola fórmula en la historia de reformas del país que deje contentos a todos los poderes que intervienen en el funcionamiento de la justicia. 

El segundo golpe a la gestión de la ministra ocurrió a comienzos de año, cuando reveló que la carta de la JEP que contenía la petición de las pruebas del caso de Jesús Santrich nunca llegó a Washington, porque "se quedó varada en Panamá”. Este material probatorio era clave porque de este dependía que la JEP determinara si procedía o no a la extradición de líder guerrillero. El hecho generó molestia en el uribismo, sobre todo porque extraditar a Santrich es un punto de honor. Algunos sectores cercanos al senador José Obdulio Gaviria y al exviceministro de Justicia, Rafael Nieto, pidieron la renuncia de la ministra.

Pero la batalla más estruendosa que ha dado Borrero ocurrió este lunes, cuando el representante Rodríguez se atrevió a pedir "su cabeza" al final de la plenaria. "Aquí hay que llamar la cosas por su nombre. No hemos visto el liderazgo de la ministra del Justicia, varios partidos la citaron y no fue, y hoy la derrota que ha sufrido el presidente Duque tiene que tener una responsabilidad y tiene que ser en cabeza de la ministra de Justicia, que no ha hecho absolutamente nada por la justicia, que no tiene diálogo con el Congreso ni con las altas cortes, pero que, además, no supo defender las objeciones del presidente. Debe renunciar", sentenció Rodríguez. Luego de su intervención brotaron las amistades y enemistades que se ha echado al hombro Gloria María Borrero en escasos ocho meses.

Angélica Lozano, opositora del Gobierno, calificó la postura de Rodríguez como injusta. "Pongan la cara y asuman el costo político los fanáticos que propusieron y decidieron formular las erradas objeciones. Ella (la ministra Borrero) no tiene el alcance, esa orden vino de arriba", trinó. 

Parlamentarios del mismo Centro Democrático salieron a respaldar a la ministra. El representante Gabriel Santos se mostró en “total” desacuerdo frente a la postura de Rodríguez, y aseguró que pedir la renuncia en el debate estaba fuera de lugar.

Por su parte, el senador José Obdulio Gaviria –aunque ha sido uno de los críticos de la ministra– aseguró que la propuesta de Rodríguez no la comparte la bancada en pleno. "Debe ser una consideración de partido, en una sesión plenaria hacer semejante proposición no tiene sentido. Semejante paso debe ser una decisión de la bancada del Legislativo hacia el Ejecutivo", aseguró a SEMANA.

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Rodríguez no logró redireccionar el golpe que se vino contra el gobierno por cuenta de la derrota política, pero sí dejó en evidencia las fisuras que hay al interior del partido de gobierno y por tercera vez puso el nombre de funcionaria en la cuerda floja. 

El representante le pidió a Borrero como "gesto de grandeza" 
que hable con el presidente a ver si se pude "pasar la página y con su renuncia" se resuelve "este gran problema". A lo que Borrero respondió que no pondrá su renuncia en el despacho presidencial, y que sólo dejará su cargo el día en que el presidente Duque así se lo pida.

Producto del acalorado debate, en  los corrillos del Congreso volvió a coger fuerza la idea de un revolcón ministerial que abra espacios de "representación política" en el gobierno. En lo que respecta a la cartera de justicia los 
nombres de posibles candidatos afines al partido de gobierno vuelven al sonajero: el del alto consejero Francisco Barbosa, se habla de los exmagistrados Marco Antonio Velilla y Nilson Pinilla y hasta vuelven a mandar al ruedo a la magistrada Margarita Cabello Blanco. 

Pero la
 gobernabilidad es el problema de fondo. Las principales quejas apuntan a una falta de liderazgo ministerial que permita un diálogo fluido, por lo que en consecuencia les achacan los fracasos a Borrero y a la ministra del Interior. Pero también es cierto que el Gobierno no ha logrado conseguir suficientes consensos para hacer peso en el Congreso y la agenda legislativa a duras penas avanza. 

“Estoy en este puesto hasta que el presidente quiera, como lo he dicho siempre", ha reiterado la ministra esta semana, cuando libra su tercera guerra en la cartera de justicia. No ha pensado en renunciar y sigue trabajando por sacar adelante una reforma a la justicia, que sin duda alguna era más fácil verla desde la barrera –cuando era directora de la Corporación– que dentro del furioso ruedo político.