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Tuluá, Valle. | Foto: Luis Ángel Murcia / SEMANA

JUDICIAL

¿Reaparecen las decapitaciones en Tuluá?

Comunidad reportó el hallazgo de la cabeza de dos personas el sábado en la noche y un día después autoridades encontraron sus cuerpos en otro sector de la ciudad. Sospechan que se trata de vendettas entre bandas criminales.

17 de junio de 2019

Una tenebrosa forma de causar pánico, mostrar servicia criminal e intimidar a las bandas rivales, acaba de reaparecer en Tuluá, Valle, luego de que la comunidad reportara el hallazgo de las cabezas de dos personas, las cuales fueron halladas en bolsas, en una zona residencial de esa ciudad, en la noche del sábado anterior.

Y mientras las autoridades intentaban establecer la identidad de las víctimas del macabro crimen, un día después se confirmó la aparición de los dos cuerpos decapitados, pero en otro sector conocido como La Playita.

El episodio que por sí solo es espeluznante, recordó una vieja práctica criminal que se implantó en Tuluá hace siete años, cuando dos bandas mafiosas al mando de dos temidos capos de tercera generación conocidos con los alias de Porrón y Picante, se peleaban el control territorial del centro del Valle.

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Para entonces era evidente la llegada de capos mejicanos a territorio colombiano y en especial al Valle, Cauca y Nariño, por lo tanto, las autoridades concluyeron que en esa nueva estrategia criminal los delincuentes locales eran ayudados por emisarios de carteles como los Zeta, Sinaloa y Juárez, quienes replicaron la exhibición de los cuerpos descuartizados y decapitados de sus rivales, tal cual lo hacían en México. En medio de esa macabra estrategia criminal las autoridades tulueñas alcanzaron a contabilizar media docena de víctimas, en un mismo año.

A juzgar por las pistas que maneja la Policía, todo parece indicar que en esta ocasión el doble homicidio ocurrido el fin de semana, fue producto de una vendetta entre bandas rivales, que se pelean a muerte el control territorial por el negocio ilegal del microtráfico.

Así lo dejó entrever el coronel Guillermo Alejandro Carreño, comandante del Segundo Distrito de Policía que tiene jurisdicción en Tuluá y otros municipios del centro del Valle.

Según explicó el oficial en una rueda de prensa con medios locales, hace algunos meses se hicieron allanamientos y capturas en ese sector (barrio Rojas) donde aparecieron los decapitados, “Al parecer, la hipótesis, es que las dejaron (las cabezas) como un mensaje de un hecho que se ha presentado”, argumentó el comandante policial.

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Esa tesis tiene sustento en otra realidad que fue confirmada por las propias autoridades. Las dos víctimas tenían antecedentes penales o anotaciones por concierto para delinquir, tráfico de estupefacientes, porte ilegal de armas y hasta hurto. Incluso, uno de ellos gozaba de libertad condicional desde el año pasado.

Según explicó el oficial en una rueda de prensa con medios locales, hace algunos meses se hicieron allanamientos y capturas en ese sector (barrio Rojas) donde aparecieron los decapitados, “Al parecer, la hipótesis, es que las dejaron (las cabezas) como un mensaje de un hecho que se ha presentado”, argumentó el comandante policial.

Las víctimas fueron identificadas como Edwin Andrés Gutiérrez Saavedra, de 25 años de edad y Cristian Andrés Mesa. Ambos se dedicaban a la extracción de material de río. 

Frente a ese caso, fuentes de la Fiscalía informaron que por ahora coordinan los actos urgentes relacionados con el doble homicidio, “tendientes a establecer los móviles y los responsables del hecho delictivo. Asimismo, determinar si los dos cuerpos decapitados, encontrados posteriormente, corresponden a las dos víctimas que ya fueron plenamente identificadas por Medicina Legal”, explicaron a través de un comunicado.

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Este macabro crimen en Tuluá se suma a la presunta reactivación de las temidas casas de pique en Buenaventura, tal como lo denunció recientemente el obispo de esa ciudad portuaria, Rubén Darío Jaramillo.

En una entrevista a este portal, el jerarca de la iglesia católica habló de la violencia que se reactivó en el puerto, los homicidios, desplazamientos, desapariciones, extorsiones y las temidas fronteras invisibles. Todo por cuenta de la guerra territorial entre bandas criminales conocidas como La Empresa y La Local.

“Por ejemplo, la comunidad manifiesta que desplazan una familia, la casa queda vacía y la toman los delincuentes para guardar armas, para hacer ajusticiamientos entre bandas y para llevar allí a las personas que no pagan extorsión", denunció monseñor Jaramillo.