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Elkin Velásquez ha sido asesor de varios gobiernos nacionales y locales en áreas como gestión urbana, planificación territorial, seguridad urbana y políticas públicas territoriales. | Foto: Cortesía: ONU-Hábitat

ENTREVISTA

“Un migrante no tiene por qué ser un problema, sino un activo”

Elkin Velásquez, director regional de ONU Hábitat para América Latina y el Caribe, conversó con SEMANA sobre los retos de la migración venezolana para las ciudades latinoamericanas.

6 de mayo de 2019

Elkin Velásquez fue jefe de la sección de Gobernanza Urbana y coordinador del programa ‘Ciudades más Seguras’ a nivel global en ONU Hábitat, donde hoy es director regional para América Latina y el Caribe. Ha sido asesor de varios gobiernos nacionales y locales en áreas como gestión urbana, planificación territorial, seguridad urbana y políticas públicas territoriales. Actualmente, es uno de los líderes regionales de mayor influencia en la promoción de la urbanización sostenible en América Latina como una herramienta de crecimiento económico y reducción de las desigualdades en ciudades.

Velásquez estudió Administración Pública en la ENA (Escuela Nacional de Administración Pública de Francia). Obtuvo doctorado en Geografía, especialidad Planificación y Política Territorial, en la Universidad de Grenoble (Francia) y se graduó en Ingeniería en la Escuela de Minas de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín. SEMANA conversó con él sobre los retos de la migración venezolana para las ciudades de América Latina.

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SEMANA: ¿Piensa que después de la liberación de Leopoldo López finalmente Maduro caerá?

Elkin Velásquez: Lo primero que tengo que reiterar es la opinión del secretario de la ONU: la idea es esperar que las partes encuentren espacios de transición y evitar cualquier tipo de violencia. En relación a la migración de los venezolanos, la región tiene que estar preparada para que el fenómeno continúe. Y que lo puedan hacer es mejorar en la atención en ayuda humanitaria. Para esto se debe fortalecer es el apoyo de la comunidad internacional para que los gobiernos locales tengan los recursos para poder responder ante la emergencia.

SEMANA: Sobre los apoyos hay quienes consideran que en un país como Colombia es difícil por los problemas de corrupción que se han presentado...

E.V.: Tenemos que trabajar con una perspectiva de confianza. Lo que hemos notado es que los gobiernos locales tienen el interés de atender esta situación. Dicho lo de la confianza, hay que verificar siempre el manejo del dinero público. En ese sentido no pueden escatimar ni dejar de lado las intervenciones de los organismos internacionales que además de aportar con la inversión pueden aportar con el manejo de los recursos.

SEMANA: ¿Cuál es su opinión con respecto a la forma en que las ciudades colombianas han afrontado la migración venezolana?

E.V.: Yo quiero resaltar y aplaudir a ciudades como Bogotá y a las ciudades de América Latina porque lo han hecho bien hasta ahora, han sido solidarios y han estado a la altura de la crisis. Pienso que una vez solucionada lo de la ayuda humanitaria, habrá que trabajar en políticas públicas para la integración de la población que se va a quedar a mediano y largo plazo.

SEMANA: A propósito de los que se quedan, hay ciudadanos que ven como algo negativo la llegada de migrantes. ¿Qué tiene de positivo?

E.V.: Una de las cosas positivas es que muchos se instalan en barrios que no habían tenido una renovación hacía mucho tiempo y la revitalizan, dinamizan el empleo, traen nuevos saberes, nuevas prácticas culturales, entre otros. Por eso deberíamos cambiar la conversación, un migrante no tiene por qué ser  un problema, sino un activo. En Barcelona, por ejemplo, hay  políticas de educación para integrar a los niños a la sociedad y a los jóvenes a actividades económicas. Todavía no hay una fórmula definida, pero lo que sí sabemos es que entre más diversas sean las ciudades más rápido pueden prosperar.

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SEMANA: Con la llegada de migrantes venezolanos el problema de los vendedores informales se ha agudizado. ¿Qué políticas públicas se podrían implementar para evitar la informalidad?

E.V.: Lo primero que hay que decir es que la informalidad era un problema en Colombia antes de que llegaran los venezolanos. En Colombia se ha hablado mucho de la economía naranja y de aprovechar las manifestaciones culturales para generar actividades productivas. Pienso que ahí podría haber una oportunidad. La cosecha cafetera, por ejemplo, contó con fuerza laboral venezolana porque no había fuerza colombiana suficiente. Hay que tratar de ver cuáles son las actividades hacia las que se podría conducir a esta población y por supuesto esto se tiene que hacer con la participación de los venezolanos. Se pueden hacer planes barriales para satisfacer las necesidades básicas y entrenarlos en habilidades que les permitan tener oportunidades de trabajo.

SEMANA: ¿Otra opción podría ser la organización de estos vendedores?

E.V.: Claro. Está primero el desafío de la formalización del trabajo y segundo la organización de esto que vamos a llamar economía popular para que estén en las mejores condiciones. Quito ya lo hizo porque se dio cuenta de que no se trata de sacarlos del espacio público; se ha hecho repetidamente y no funciona. Se trata de invertir en el espacio público. Una ciudad como Bogotá entendió que esta inversión permite una organización incluso estéticamente atractiva de las ventas en las calles. Y también es una forma de darle una oportunidad a estos comerciantes. Está el ejemplo de las Hamburguesas del gordo, que antes era solo un carrito y hoy tiene un puesto formal y paga impuestos. Sobre este punto quiero agregar que además hay que combatir el problema de las mafias y los actores criminales que controlan el espacio público. Como dije, este también era un problema que ya era grave antes de la migración de venezolanos. 

SEMANA: Aunque América Latina, como usted dice, ha sido solidaria, también se han presentado actos de xenofobia. ¿Qué medidas puede tomar un gobierno para evitar la discriminación hacia los extranjeros? ¿Cómo evitar esa sensación de inseguridad?

E.V.: La estigmatización y la xenofobia tienen que ser inaceptables. Debe ser denunciado y abordado por las autoridades competentes. Es importante insistir en la pedagogía de la convivencia, en la empatía y el respeto por el otro en todos los niveles, desde las familias hasta las instituciones políticas. Los medios de comunicación también deberían revisar su discurso. Por ejemplo, creo que las ciudades colombianas han sido ejemplo de solidaridad e incluso en algunas ocasiones de caridad y valdría la pena destacar esto.

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SEMANA: Este año se eligen alcaldes y gobernadores en el país. ¿De qué forma podrían afrontar la inmigración venezolana?

E.V.: En comparación con otros países veo que en Colombia no están haciendo uso político de la situación de los migrantes venezolanos para ganar réditos políticos. A pesar de que es un país polarizado, hay una visión común sobre la solidaridad con los migrantes y eso es un ejemplo para el mundo. Lo que pienso que podrían hacer los gobernantes es tratar de combatir problemas estructurales de la ciudadanía y que a la vez se solucionen las necesidades de los migrantes. Por ejemplo, en algunas ciudades, en algunos barrios, todavía no están suplidos los servicios básicos. Y puede ser que por lo baratos muchos migrantes terminen en estos lugares. Así que se podría mejorar las condiciones de vida de los habitantes de ese barrio y también el de las familias venezolanas que se están asentando en esos barrios.

SEMANA: Para terminar, de todos los retos que hemos mencionado ¿cuál es el mayor y más urgente?

E.V.: Definitivamente promover la cooperación internacional. Necesitamos más apoyo para los gobiernos locales que faciliten ese proceso de integración económica y social de los migrantes.

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