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Vargas Lleras, al ruedo

La renuncia de Germán Vargas Lleras a la Vicepresidencia es, a la vez, su lanzamiento a una campaña en la que, a pesar de una trayectoria respetable, nada tiene asegurado.

18 de marzo de 2017

Germán Vargas Lleras causó más impacto, esta semana, cuando afirmó que aún no ha decidido si será candidato a la Presidencia. Lo dijo en un contexto que sugería todo lo contrario. El martes, en un salón repleto de Corferias, con presencia de funcionarios, empresarios, y mucha clase política, presidió un acto pomposo para presentar su informe de rendición de cuentas. No hubo nadie en el evento que no considerara que allí se estaba lanzando su aspiración para las presidenciales del año próximo.

Vargas mostró una faceta que los colombianos ya le habían conocido en 2010, cuando aspiró a la Presidencia por primera vez. Es un buen candidato. En esta ocasión aprovechó al carácter sui géneris que tiene la renuncia de un vicepresidente –hecho que solo había ocurrido una vez, con Humberto de la Calle en el gobierno de Ernesto Samper– para juntar en el recinto al presidente Juan Manuel Santos, acompañado por su familia, y a la cúpula del Estado. Entre ellos, las cabezas de los organismos de control: el procurador Fernando Carrillo y el contralor Edgardo Maya. Brilló por su ausencia el fiscal Néstor Humberto Martínez, paradójicamente el más cercano a Vargas, seguramente para evitar comentarios sobre esa amistad.

Su discurso también fue de precandidato. Hizo una larga exposición de más de dos horas, en las que presentó con imágenes impecables sus ejecutorias. Estas no se limitaron a las impactantes obras públicas que coordinó desde la Vicepresidencia, donde el presidente Santos le encargó la supervisión de los Ministerios de Vivienda y Transporte con chequera suficiente para hacer una revolución en la infraestructura, sino también las de sus tiempos como ministro –de Vivienda, y de Educación y Justicia– en el primer cuatrienio santista. Fue evidente su esfuerzo por aparecer como un gran ejecutor y por resaltar los logros alcanzados en las diversas posiciones que ha ocupado en el Estado. Mensaje de candidato.

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Haber negado su aspiración, por todo lo anterior, sorprende, pero también tiene explicación. La primera es formal. La renuncia de un vicepresidente es un proceso que debe cumplir ciertos requisitos. Aunque Vargas Lleras, en su discurso de Corferias, aceptó que se va del gobierno para no inhabilitarse, tenía que esperar al 16 de marzo para presentar su dimisión en el Congreso, pues las normas establecen que solo puede tramitarse en sesiones extraordinarias. Una vez aceptada, el Legislativo en pleno elegirá a Óscar Naranjo para sucederlo. El proceso tomará una semana.

La otra razón es de tipo político. A un año y medio de las elecciones es aún muy pronto para lanzar una campaña formal. El ya casi exvicepresidente tomará las vacaciones familiares que pospuso durante los meses de intenso trabajo por todo el país. Y necesitará un periodo de reflexión para tomar decisiones estratégicas sobre quiénes dirigirán su campaña y cómo conformará los cuadros políticos y programáticos. Si algo corroboró el evento de rendición de cuentas –por sus mensajes y por la diversidad de los asistentes– es que Vargas quiere mantener aún todas las opciones posibles para hacer alianzas en los meses que se avecinan.

También quedó claro que, al contrario de lo que han especulado algunos, no habrá un salto con garrocha del gobierno a la oposición. La presencia del presidente Santos y el voto, casi simultáneo, de toda la bancada de Cambio Radical en favor de la controvertida justicia especial para la paz indican que en el debate de la campaña de Germán Vargas no se irá ni contra Santos ni contra los acuerdos con las Farc. Otra cosa es que busque diversificar su discurso y que le dé mayor prioridad a construir obras que a las negociaciones con la guerrilla.

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La campaña de 2018 no está fácil para nadie. Vargas tiene en su haber una hoja de vida respetable en términos de cargos ocupados y de ejecutorias realizadas. Y un partido sin competencia interna que –más allá de cuestionamientos recientes a varios de sus elegidos– posee una apreciable presencia regional, sobre todo en la costa norte. Pero ni siquiera el vice tiene algo seguro en un contexto caracterizado por la polarización, la desesperanza y la falta de fe en la política. Y solo en unas semanas, o incluso meses, se sabrá cómo enfrentará Vargas Lleras ese ambiente hostil. Por eso debe decir, por ahora, que no es candidato. Aunque lo sea.