Imágenes aéreas muestran la magnitud de la destrucción del huracán Ian
La destrucción del huracán Ian se ve en medio del área comercial de Estero Boulevard de Fort Myers Beach, en Florida. | Foto: REUTERS

Estados Unidos

A pesar de los huracanes, Florida sigue atrayendo gente, ¿por qué?

Durante los últimos años, Florida ha sido uno de los estados que más ha crecido en población.

10 de octubre de 2022

A pocas semanas del paso del huracán Ian, uno de los más nefastos en la historia de Florida, cientos de personas perdieron sus casas por la tormenta, así como muchas otras perdieron la vida quedándose en sus viviendas para proteger sus objetos valiosos; a pesar de esto, muchos residentes en Estados Unidos e inmigrantes llegan hasta esta costa para asentarse y hacer una nueva vida.

Florida, conocida como el “estado soleado”, atrae a numerosos jubilados con su buen clima; y sus costas, además de ser bonitas, generan grandes ingresos económicos a través del turismo o de la pesca.

Por ejemplo, Kenneth Lowe, un habitante del estado que no tiene ninguna intención de mudarse, y el hecho de tener que vaciar su casa inundada tras el paso del huracán Ian la semana pasada, no lo hará cambiar de opinión.

“El suroeste de Florida es mi paraíso en la Tierra, y en el suroeste de Florida hay huracanes. Hay que vivir con ello”, dijo el joven de 28 años en el jardín de su vivienda, donde ha amontonado muebles destrozados por las inundaciones.

“Estoy dispuesto a vivir con ello, es mi lugar favorito, merece la pena”, añadió Love, insistiendo en que empezar de cero no sería un problema tras el paso del huracán, puesto que el vivir en Florida sería su deseo, a pesar de los riesgos.

Pese a las advertencias de los expertos sobre un mayor riesgo de huracanes violentos e inundaciones por culpa del cambio climático, las costas del sureste de Estados Unidos atraen a cada vez más habitantes, lo que es considerado como una paradoja especialmente llamativa en Cabo Coral, la ciudad donde vive Kenneth Lowe.

Así entonces, entre 2010 y 2020, su población aumentó en 40.000 personas hasta casi 200.000 habitantes, según el censo estadounidense. Empero, esa localidad que fue fundada en 1958 en la península de Redfish Point, es considerada como una ciudad planificada para vender el sueño floridano.

Su trazado urbano incluye decenas de cuadras rectangulares rodeadas de canales navegables con acceso al río Caloosahatchee, que desemboca en el cercano golfo de México. El resultado es que muchos habitantes pueden tener una vivienda con vistas al agua e incluso un pequeño barco.

Antes de la construcción de esta ciudad, la zona estaba llena de pantanos y humedales que hubo que drenar. También se destruyeron manglares y corales. Un enorme cambio que creó un lugar muy vulnerable antes las inundaciones, como se pudo comprobar con el huracán Ian.

En las calles de Cabo Coral, decenas de habitantes apilan ahora sus pertenencias delante de sus casas: camas, armarios o frigoríficos inservibles tras el temporal.

Para el sociólogo y demógrafo Mathew Hauer, que estudia los efectos del cambio climático en las migraciones, la población no está suficientemente informada sobre los riesgos de la vida en las costas.

“Creo que si la gente entendiera realmente el riesgo de inundaciones en las viviendas, veríamos cambios en dónde compra sus casas y dónde elige vivir”, considera este profesor asistente de la Universidad Estatal de Florida.

Gavin Smith, profesor de planificación medioambiental, destaca otro problema: los mapas de zonas inundables diseñados por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (Fema) están “desactualizados”.

Una realidad problemática para el futuro. Según un estudio de la revista Nature Climate Change, si el nivel del mar sube 0,9 metros de aquí a finales de siglo, unos 4,5 millones de personas tendrán que desplazarse en Estados Unidos, un cuarto de ellas en Florida.

Una mayoría de estadounidenses (67 %) afirman que prefieren reconstruir sus casas antes que mudarse tras una catástrofe natural, según un sondeo de 2021.

*Con información de la AFP.