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La leyenda de El Dorado

El 80 por ciento de las compañías del mundo son empresas de familia, pero de esa cifra tan sólo 13 por ciento llegan a la tercera generación. Colchones El Dorado se ha convertido en un ejemplo a seguir, por tal razón su caso será expuesto en el Foro sobre empresas de familia, que se realizará el próximo 18 de septiembre en Bogotá.

7 de septiembre de 2003

Manejar una empresa de este tipo no es fácil, pues aunque todo queda en familia, las dificultades pueden terminar en muy poco tiempo con el trabajo de muchos años.

Gumercindo Gómez, un boyacense que comenzó su negocio en 1947 con tan sólo 35 pesos de la época, es hoy el fundador y dueño de Colchones El Dorado, una empresa familiar, que a pesar de las vacas flacas, ha logrado ser exitosa. En la década del 90, a la crisis por la que atravesaba el país se sumó un mal manejo por parte de la familia, lo que llevó a su fundador a pensar que iba a enterrar la empresa luego de años de prosperidad.

Sin embargo, Colchones El Dorado resucitó gracias a su gestión. Esa experiencia lo ha motivado a transmitir su conocimiento a los futuros administradores de empresas, a quienes ya ha comenzado a formar su patrimonio de familia. Por eso es miembro del Foro de presidentes de la Cámara de Comercio y acude a las universidades y otros espacios donde da conferencias sobre el tema, como el Foro Nacional Empresas de Familia ¿Cómo lograron el éxito?, que tendrá lugar el próximo 18 de septiembre en Bogotá, y en el que expondrá su caso. "Yo no tengo estudios universitarios pero sí muchos años de experiencia y eso es valioso para quienes están comenzado o están metidos en el negocio".

Gómez, hijo de campesinos, jamás se imaginó que sería el jefe de una gran compañía. Luego de vivir en el campo, con dos años de estudio y conocimientos básicos sobre aritmética, lectura y escritura, partió a Bogotá donde comenzó a trabajar en carpintería con un salario de 180 pesos mensuales. De ahí salió el capital para iniciar su fábrica de colchones, idea que nació de una propuesta de su patrón y que para él era inconcebible y hasta innecesaria.

Luego de mucho pensarlo se le midió y en un mes hizo su primer colchón. "El primer cliente que lo vio me preguntó por el precio, pero yo no sabía ni siquiera cuanto cobrar". Como los materiales le habían costado 25 pesos decidió venderlo por el doble y ahí comenzó el negocio. Luego hacía un colchón cada 20 días, con el tiempo dos a la semana, hasta que llegó a hacer 250 diarios en su mejor época. Movido por el crecimiento en la producción y la imaginación colombiana, inventó una maquina para hacer resortes que le costó cincuenta pesos. Hoy la exhibe en su oficina con el mismo orgullo con que cuenta que trabajó con ella 22 años y fue la que le dio para comprar una máquina de miles de dólares.

A los dos años de tener su fábrica comenzó a viajar por el mundo. Le ofrecieron un viaje en el buque Gloria para vender sus colchones, pero aprovechó la travesía para conocer y aprender cada vez más.

Ese conocimiento le permite hablar con propiedad sobre los pasos que cualquier persona debe seguir para crear una empresa. El nombre es uno de los puntos que primero hay que pensar, según Gómez. En su caso, El Dorado salió por simple asociación. Necesitaba que la marca fuera basada en algo fuerte y resistente como la pista del aeropuerto capitalino que estaba recién inaugurada y era una novedad en la ciudad. Ese fue uno de los aciertos para la consolidación de la marca. "El error que comete mucha gente es ponerle su nombre a la empresa. Imagínese si yo le hubiera puesto 'Colchones Gumercindo'", dice riendo.

Pero no todo surgió tan de repente. Muchos de los momentos difíciles por los que tuvo que atravesar le enseñaron a manejar, como lo hace hoy en día, su empresa.

El efecto resorte

Cuenta Gómez que Colchones El Dorado se vino al suelo por ser empresa de familia. "Un fundador de empresa nunca debe ceder más dl 50 por ciento de las acciones", explica basándose en su propia experiencia, pues la compañía cayó cuando pasó a su familia 68 por ciento de la empresa.

Y el problema empeora aún más cuando no se ha enseñado a valorar lo suficiente el patrimonio familiar y a manejar las relaciones jerárquicas entre unos y otros. "La cabeza de la empresa que en muchos casos es el fundador, debe tener ante todo educación para que no sea un dictador y permita que entren nuevas ideas", aunque según él también es importante lograr que las decisiones se tomen por conciliación y mutuo acuerdo.

Cuando la empresa entró en crisis por problemas de familia, también llegaron los problemas económicos del país. "La empresa estuvo al borde de la sepultura pero logré sacarla. Comencé dándole respiración boca a boca, luego le di su medicina y más adelante la puse a caminar", ahora -dice con gracia- está en condiciones de correr los 100 metros, aunque la meta es que gane los 10.000.

Gumercindo Gómez volvió a ser el socio mayoritario, tomó de nuevo las riendas y la puso a marchar. Le queda la experiencia de buenas y malas épocas y sobre todo el aprender que tanto la familia como los negocios son dos aspectos de igual importancia que no hay que descuidar.





Más información sobre el Foro Nacional Empresas de Familia ¿Cómo lograron el éxito? en el teléfono: 5337000