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Julio Londoño Paredes

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El narcotráfico: ¿estamos pagando el castigo de Sísifo?

No obstante los denodados esfuerzos para combatir el narcotráfico, no se vislumbra luz al final del túnel.

29 de octubre de 2021

Iván Duque pasará a la historia como un presidente que ha manejado acertadamente el desastre de la pandemia, a diferencia de lo que ha pasado en muchos países, en los que incluso han caído jefes de Estado y se han generado graves crisis políticas.

Las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, con participación de otros organismos, lograron la captura del cabecilla del llamado Clan del Golfo, uno de los delincuentes mas buscados por la justicia colombiana. Ha sido un éxito para el Gobierno.

La pregunta que ronda es la de cuál será el efecto de dicha captura en el problema global del narcotráfico que afronta nuestro país desde hace varias décadas. Se recuerdan capítulos similares en los que se capturaron o se dieron de baja cabecillas de ese lucrativo negocio, que incluso llegaron a controlar departamentos, pueblos y ciudades. Sin embargo, el fenómeno prosiguió e incluso se extendió, con otras modalidades, en un marco de violencia, corrupción y derroche.

Aunque no hay ningún país que haya pagado un precio tan alto en la lucha contra ese flagelo, parece que ahora eso no tiene mayor connotación. Muchos ni siquiera recuerdan que nuestra angustiosa situación se desarrolló paralelamente a la guerra del Vietnam.

Hace años, después de la terminación de ese conflicto, jefes políticos y militares vietnamitas, en una gira por América Latina, visitaron a Colombia. Expresaron que, no solamente habían derrotado militarmente a los Estados Unidos, sino que “se le habían metido por debajo de la puerta” alterando hondamente la moral del pueblo norteamericano

Soldados que estuvieron en Vietnam cayeron en el consumo de la heroína y el opio producidos en el llamado “triángulo de oro” en las vecinas Birmania, Laos y Tailandia. La adición se extendió así, inicialmente a los Estados Unidos, pero como ya los centros de producción asiáticos eran demasiado remotos, surgió la cercana Colombia como el abastecedor ideal de cocaína.

Todos los gobiernos de nuestro país de cualquier línea o tendencia que sean deberán seguir afrontando este flagelo: no lo podrán eludir, ya que Colombia no puede constituirse en un “narcoestado”. Sería atentar contra la existencia misma de la República.

No existen fórmulas secretas para sacar del sombrero del mago para combatirlo. Lo cierto es que las soluciones no son exclusivamente domésticas, ya que el problema se extiende a los cuatro puntos cardinales.

Estamos desafortunadamente en el vórtice del huracán y no se vislumbra luz al final del túnel, a pesar de los esfuerzos heroicos de militares y policías y del sufrimiento de millones de colombianos.

¿Será acaso que por indolencia fuimos condenados al castigo de Sísifo, de empujar por toda la eternidad una gran piedra desde la base de una montaña hasta su cima para una vez allí, hacerla rodar hasta el punto de partida para volverla a subir nuevamente?

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