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Aurelio Suárez Montoya. Columna Semana

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Fui, vi y vendí

No dejará más huella que la sumisión ante los poderes mundiales como agente viajero del saqueo: fue y vendió.

Aurelio Suárez Montoya
13 de noviembre de 2021

Animado por “a viajar, que esto se acaba”, Iván Duque inició el 24 de agosto pasado un periplo de cinco viajes, en cuatro semanas de las últimas nueve, a ocho países: España, Estados Unidos (dos veces), Corea del Sur, Brasil, Escocia, Francia, Emiratos Árabes Unidos e Israel. Hay reseñas sobre la comitiva de 150 personas para el crucero de Escocia hasta Israel pasando por París y Dubái, acompañado de esposa, hijos, hermano y patos infaltables como Luigi Echeverri, émulo del rol de su padre en el Gobierno de Uribe, la jefa de Gabinete, María Paula Correa, y casi todos los ministros en despliegue burocrático internacional. También se habla sobre el ¡hola!, de puño con Joe Biden o la conversación con Infantino, el de la Fifa, que solo provocan burlas.

Tiene más interés evaluar la esencia de las correrías: ahondar en la atracción de capital extranjero como variable de cierre de la economía, la misma de César Gaviria y, en el siglo XXI, de Pastrana, Uribe y Santos, que la hace dependiente en exceso de la inversión foránea y, por consiguiente, vulnerable a sus ciclos, rentabilidades e imposiciones. “Vender el país”, lema inspirador de Duque.

En ese afán se resaltan las reuniones de negocios a puerta cerrada con inversores como Millicom, la empresa que “estafó a Medellín”, por los resultados de la fusión en Tigo, como acusa el representante Jorge Gómez, o con Goldman Sachs y JP Morgan para que nos refuercen la dosis tóxica de una tasa interna de retorno del 9 por ciento o más, de las vías 4G y ahora de las 5G, o con los imperios empresariales coreanos, Samsung o Hyundai, que nos tienen aherrojados en el TLC, para que aterricen en la “economía naranja” a cambio de colocar unas toneladas de aguacate, limón y banano.

También con Florentino Pérez, poco transparente con sus contratos en Colombia, y con Jeff Bezos, magnate que casi nada deja de sus actividades digitales, o con fondos brasileños, presentes en infraestructura como Itaú o BTG Pactual, que ya están en las jugosas vías 4G, y, en el colmo, alentar los temas mineros, al calor de excesos gastronómicos, con los fondos soberanos de los Emiratos Árabes Unidos, que pujan con Minesa por arrojarse sobre el oro del páramo de Santurbán.

Los supuestos flujos de capital que atrajo en el periplo apenas llegan, según su propaganda, a 6.000 millones de dólares: 2.500 de España, en particular del empresariado de Galicia, pesquero, tecnológico y sede principal de Zara; 2.300 de Francia empujados por Medef, organización empresarial que “toma iniciativas que permitan a las empresas beneficiarse de un entorno legislativo y regulatorio favorable... en Francia como en el extranjero”; 1.400 de Brasil y 70 de Emiratos. A la vez contrajo más deudas: por 500 millones de dólares del BID, crédito dispensado por Claver-Carone, trumpista por el que Colombia votó en oposición a Latinoamérica; 2.000 millones más del Banco Mundial y la ratificación de la línea especial de crédito del FMI por 5.400 millones, para cubrir déficits en las cuentas externas. Una excursión de hinojos en la que no faltó la estación en la Ocde.

Se acompaña la subasta con osos como el fallido lanzamiento de su libro en la Feria de Madrid, o el alarde con el premio Theodore Roosevelt, el de I took Panama, que le dio el ICFF (grupo de lucro en conservación ambiental), o la penosa tertulia con Almagro, de la OEA, acerca del fracasado apoyo a Guaidó, o las complacencias con la familia Buffett, ligada a CB&I, demandada en la corruptela de Reficar; o la instalación de una oficina de INNpulsa en Jerusalén, desechando el pedido palestino de privarse de representaciones en esa ciudad (Agencia EFE) y, de remate, declaratorias de animosidad contra Irán.

Debe añadirse el Duque histriónico, que, aplicando el fracking, funge de líder ambientalista, más que Greta Thunberg, con el estribillo “50 por ciento menos de GEI para 2030, carbono cero para 2050 y 30 por ciento de áreas protegidas”, incluidas las marinas que Uribe cedió en el TLC con Estados Unidos, o de febril promotor de la reforestación como “negocio verde”, o de abanderado de la paz en la ONU y con Macron en París, mientras persiste el holocausto de líderes sociales y firmantes del acuerdo y se incumple el capítulo de tierras. El mismo que lloró en el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén y llevó otrora una ofrenda floral a la Revolución china en Beijing. Lagartadas por doquier.

“Conocerás a las personas en el extranjero”, adagio que aquí se cumple. Es la versión siglo XXI de Marco Fidel Suárez, el Duque de la “política de la subordinación activa”, que “concedió un estatus preponderante a la variable económica” (M. Ardila, 1990), y no dejará más huella que la sumisión ante los poderes mundiales como agente viajero del saqueo: fue y vendió.

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