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La urgente reinvención de Duque

El presidente Iván Duque tiene una segunda oportunidad para marcar el camino y trazar los cambios que prometió. Pero no pinta bien.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
20 de julio de 2019

El 20 de julio es una fecha memorable. Y no solo porque coincide con mi onomástico. Es el discurso anual del presidente de la república ante las dos cámaras. Es para destacar lo que ha salido bien e identificar los problemas. Es particularmente crítico en los gobiernos de cuatro años. Y más aún, cuando la primera alocución no salió como estaba planeado.

El discurso presidencial del 7 de agosto fue impactado por el que lo precedió: una diatriba del Centro Democrático contra el Gobierno que se iba. Fue lo que quedó: unas palabras que opacaron a las del presidente. Con el tiempo, terminaron influenciando el trascender legislativo con las derrotas anunciadas. Fue imposible dejar de lado a Enrique Macías, la voz cantante del primer año.

Ahora, el presidente Iván Duque tiene una segunda oportunidad para marcar el camino y trazar los cambios que prometió. El discurso del 20 de julio es el primer paso. Infortunadamente, no pinta bien. Existe el peligro de que sea, nuevamente, opacado por su partido.

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En primer lugar, por el caso de Andrés Felipe Arias. Lo heredó de la administración anterior. Se ha convertido en un símbolo que reúne a todos los del partido y, en particular, a Álvaro Uribe Vélez. Es un elefante, imposible no verlo y menos pensar que tendrá una salida fácil. Toda solución toma tiempo. Incluso años.

El presidente Iván Duque tiene una segunda oportunidad para marcar el camino y trazar los cambios que prometió. Pero no pinta bien.

Y no hay ninguna garantía del resultado porque, además de la segunda instancia, necesita que sea retroactiva. Curiosamente hay un crecimiento de la oposición. Andrés Felipe Arias genera temor en algunos sectores. Hoy castigado y sin opción política, su situación se complica con otro factor: el tiempo del debate en el Congreso.

El segundo tema, obviamente, tiene que ver con la Justicia Especial para la Paz. El Centro Democrático no cede en sus pretensiones de reformar ese tribunal. A pesar de un hecho irrefutable: en todas las entrevistas los presidentes de la Cámara y del Senado han sido contundentes en que no van a tocar la JEP. El Centro Democrático insiste en su posición y aunque no ayuda en lo político, no les importa. Lo relevante es que Álvaro Uribe Vélez lo dijo. Y hay razones que llevan a Uribe a seguir con el tema de la JEP. Para empezar, a las bases las une; es el pedazo de carne roja. No importa que no pase nada. Lo importante es que el tema esté en los titulares.

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El tercero es la llamada prima de Uribe. Es una iniciativa que busca adicionar medio salario mínimo legal vigente, a la prima que reciben los trabajadores. Para las empresas pequeñas, sería de cinco días, para las medianas sería de 10 días y para las grandes de 15 días. Es populismo puro. Recuerda su propuesta del año pasado en la que pidió un aumento del salario mínimo desproporcionado. Con un ingrediente adicional: hay mayorías en el Congreso para que sea aprobada.

Pero Uribe tiene opositores en el Gobierno y en los gremios. Hay consenso acerca de que generaría un incremento en la tasa de desempleo. Una difícil expectativa para aguantar. A Uribe le resbala; el objetivo inmediato son las elecciones locales. Él sabe que la propuesta juega bien electoralmente.

Con tres temas álgidos de la agenda de su partido –Arias, JEP y la prima adicional–, no queda claro cómo se impondrá lo que Duque propone. No es ilimitado el tiempo del Congreso, menos aún con comicios en octubre.

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El único tema de Duque es la propuesta de incluir la pena de cadena perpetua a los violadores de niños. Y aunque necesita una reforma constitucional para que sea oficial, el problema es otro: ¿cuál es nivel de efectividad sobre la norma? El mismo Gobierno tiene dudas. La Comisión Asesora de Política Criminal dijo que no es conveniente. Pero Duque ya ha mostrado sus cartas.

Es popular pero no es claro cómo le ayuda al mandatario. Parece más reactivo que proactivo. Próximo a cumplir un año en el poder, Duque no está en el lugar que le corresponde a un presidente al que aún le esperan tres cuartas partes de su mandato para lograr resultados.

Tal vez el discurso del 20 de julio sea el comienzo de la transformación. Tal vez, el primer año fue de calentamiento. Tal vez Duque alcance a reinventarse. Tal vez.