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¡Ojo con 2026!

Colombia quiere un presidente que respete la Constitución, las instituciones, la propiedad privada, que promueva el crecimiento económico, las políticas sociales con equidad, los subsidios donde así sea necesario, que proteja el medioambiente y que esté dispuesto a gobernar para todos sin odio ni divisiones.

María Andrea Nieto
11 de noviembre de 2023

Cuando el expresidente Álvaro Uribe dijo en agosto de 2020 que Colombia tenía que pararles bolas a las elecciones de 2022, con su famosa frase “ojo con el 2022”, nadie hizo caso. Sobra resaltar cuánta razón tenía el expresidente. Para que la extrema izquierda llegara al poder, faltaba que sucediera el “estallido social” de 2021, que, hoy sabemos, fue una pantomima. Ahí no había indignación por cuenta de la reforma tributaria que erróneamente Iván Duque quiso adelantar en el Congreso y que le subía elprecio a la comida. Fue una toma violenta del territorio orquestada a modo de campaña presidencial y que hoy, ante la real subida del precio de los alimentos por la reforma tributaria de Petro, no genera la misma indignación ni violencia en las calles. Es que los indignados de entonces ya son Gobierno y exprimir el bolsillo a los colombianos ahora sí está bien.

Faltan 1.000 días para que termine el mandato de Petro y es claro que Colombia transita de manera acelerada el camino de la destrucción. Los indicadores económicos no mienten, y están en negativo la producción nacional, las ventas minoristas, la confianza del consumidor, las ventas de vehículos, la bolsa de valores, el PIB está en su nivel más bajo desde la pandemia, la construcción, la venta de vivienda; y la peor noticia de esta semana: la caída de las utilidades de Ecopetrol en un 46 por ciento.

El sistema de salud sufre la amenaza de su destrucción, hay desabastecimiento de medicamentos y están asfixiando financieramente a las EPS.

A Colombia la lidera un presidente megalómano que se considera a sí mismo un mesías salvador y que no resiste tener un funcionario que considere que lo supere intelectualmente, porque su ego no se lo permite. Por eso, el gabinete ministerial está conformado por gente sin experiencia técnica en sus sectores, ignorancia y mucho fanatismo ideológico.

En 2026, a este ritmo, el país va a estar destruido. Así como Claudia López dejó a Bogotá y Daniel Quintero a Medellín, dos ejemplos claros de populistas que en la misma línea de Petro gobernaron a punta de redes sociales, show, división y enfrentamiento entre los ciudadanos.

Si bien en las elecciones regionales de hace dos semanas el péndulo se devolvió hacia el centro y la centroderecha, no hay que cantar victoria. Petro tiene una chequera abultada y un gobierno sin escrúpulos para enmermelar a todo aquel que se atraviese en sus caprichosas imposiciones. Por eso, será fundamental que desde ya la oposición se organice y comprenda los mensajes que los ciudadanos enviaron en las elecciones del pasado 29 de octubre.

A nadie le gustan los extremos ni las propuestas populistas del corte de Gustavo Bolívar. De hecho, el excandidato y exsenador ya inició un recorrido por el país con el propósito de unificar al derrotado Pacto Histórico en las regiones. ¿Será Bolívar el llamado a hacer campaña presidencial para reemplazar a Petro? ¿En qué otra ficha podría confiar el presidente su “legado”? Indudablemente, en su esposa, Verónica Alcocer. La primera dama pareciera estar en campaña presidencial desde el 7 de agosto de 2022, recorriendo el país de manera silenciosa. En efecto, le bajó el tono a sus intervenciones, bailes, show, se quitó las trusas de danza y se puso gafas de intelectual. A veces, en realidad, parecería que es ella la que maneja el país en las ausencias inexplicables de Petro, pero ¿está preparada para gobernar? ¿Tiene conocimiento técnico y de gerencia pública? Pues no, porque si ella gobierna en la sombra eso explica que el país está patas arriba.

Si Verónica Alcocer se convierte en la candidata del Pacto Histórico, enfrentaría a otros dos egos populistas de la izquierda. Claudia López, que sale de la alcaldía con resultados desastrosos en materia de seguridad, empleo, obras de infraestructura y medioambiente. Y Daniel Quintero, experto en difundir fake news, acosar contradictores y bombardear las redes con información que no corresponde a la realidad. Su gobierno también fue desastroso y dejó a Medellín insegura, sucia y dividida.

Estas cuatro figuras encarnan lo que los colombianos no quisieron votar en las elecciones regionales. El país quiere que haya seguridad, respeto por las Fuerzas Armadas, pero sin abuso de autoridad y con respeto por los derechos humanos. Por eso, los candidatos de la derecha y la centroderecha que empiecen a aparecer en el partidor tienen que entender que la opinión pública favorecerá una candidatura mesurada, con criterio, posición (nada de tibios) y preparación.

En Bogotá, por eso, Gustavo Bolívar perdió frente a Juan Daniel Oviedo. El exdirector del Dane le daba sopa y seco en conocimiento técnico al libretista de narconovelas, que no pudo convencer a los bogotanos de que podía gobernar. Y eso mismo puede ocurrir con cualquier populista (de derecha o de izquierda) a nivel nacional.

Los candidatos de la centroderecha y derecha no pueden salir con propuestas extremistas como las de Milei en Argentina, quien mesuró su discurso ad portas de las elecciones del próximo fin de semana al comprobar que muchos se espantaban con sus propuestas libertarias. Colombia quiere un presidente que respete la Constitución, las instituciones, la propiedad privada, que promueva el crecimiento económico, las políticas sociales con equidad, los subsidios donde así sea necesario, que proteja el medioambiente y que esté dispuesto a gobernar para todos sin odio ni divisiones.

Gustavo Petro va en camino a convertirse en el peor presidente en la historia de Colombia. La política de “paz total” es un fiasco que nos ha retrocedido 30 años. No más experimentos fallidos que prometen ser el “cambio”. Con que sepan administrar y tengan experiencia comprobada, sin tacha ninguna, son dignos de defender la democracia. Y, pilas, porque ahora sí el país está en peligro, como lo advirtió Uribe desde 2020.

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