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Joe Biden y su vicepresidenta, Kamala Harris, prometen devolver la tranquilidad a Estados Unidos.

ESTADOS UNIDOS

Cinco retos titánicos que tiene Biden por delante

Los retos que enfrenta el nuevo presidente son monumentales. La pandemia por coronavirus, el desempleo, la amenaza de los grupos de ultraderecha, la división política en Washington y el desprestigio de su país en el ámbito internacional.

23 de enero de 2021

Joe Biden demostró ser un caballero. En un acto de gentileza hacia el presidente saliente, Donald Trump, se aseguró de que su primer ejercicio público el día de la posesión no coincidiera con la salida de su predecesor de Washington. Fueron solo segundos entre una imagen y otra, pero bastaron para dejar claras las diferencias entre los dos hombres y sus principios. Tras un discurso de autoalabanza y de la mano de su esposa Melania enfundada en Chanel, Trump subió al Air Force One que lo llevaría a Mar-A-Lago en Florida, mientras en los parlantes retumbaba el clásico de Frank Sinatra A mi manera y los empleados de la Base de la Fuerza Aérea Andrews recogían el tapete rojo, última huella de su mandato. Despegó el avión y la imagen en las pantallas cambió. Se vio a Biden y a su familia entrar a la Catedral de San Mateo el Apóstol mientras se escuchaba el Ave María de Franz Schubert y el susurro discreto de quienes los saludaban. A la parroquia –donde se ofició el funeral de John F. Kennedy, único presidente católico antes de Biden– asistieron prominentes demócratas y republicanos, que en silencio inclinaron la cabeza y pidieron la salvación de su nación. Y no era para menos.

Así comenzó el día en el que al gran ausente, Donald Trump, no se le extrañó. Fueron tantas las novedades durante la toma de posesión de Joe Biden y de Kamala Harris, que el desplante del inquilino saliente de la Casa Blanca, el primero en 152 años en no asistir al juramento de su sucesor, dejó de ser noticia antes de que aterrizara en Florida. En las escaleras del Capitolio, frente a puertas y ventanas aún con grietas provocadas por manifestantes pro Trump dos semanas antes, se llevó a cabo el evento cuidadosamente coreografiado para que en los libros de historia se lea como un capítulo nuevo. Primero recibió el juramento Kamala Harris, la primera mujer, negra e hija de madre asiática, en llegar al segundo cargo de elección popular en esa nación. Faltando minutos para el corte oficial entre una administración y otra, a las 12:00 del día del 20 de enero cada cuatro u ocho años, el turno fue para Joseph Robinette Biden Jr., quien con 78 años se convirtió en la persona de mayor edad en ocupar el cargo político más poderoso del planeta. “Este es el día de la democracia”, dijo Biden en su primer discurso como presidente. “La democracia es frágil. Y a esta hora, mis amigos, la democracia prevaleció”, continuó mientras las cámaras enfocaban al exvicepresidente Mike Pence, máximo representante de la administración saliente, cuya presencia fue el único atisbo de una transición civilizada de poder.

Donald Trump fue el primer presidente en 152 años que no asiste voluntariamente al juramento de su sucesor.

Los problemas que enfrenta Joe Biden son monumentales y si bien sería fácil culpar de todos a Trump, lo cierto es que algunos son mucho más antiguos que la administración saliente. Los más apremiantes son la pandemia, la economía, la tensión racial, la división política, la crisis por el cambio climático y el desprestigio de Estados Unidos en el escenario internacional. “Con propósito y resolución, nos volcamos a esas tareas”, dijo Biden, quien cinco horas más tarde comprobó qué tan serio es. Sin público, ni desfile de inauguración, ni bailes de frac, se sentó en su escritorio en la Oficina Oval y firmó las primeras 15 órdenes ejecutivas que pretenden aliviar las muchas emergencias y tensiones, y revertir políticas anteriores.

El día de su posesión fue el tercero más mortal en su país desde que comenzó la crisis, con 4.229 muertes en 24 horas. Momentos antes de su llegada a la Casa Blanca la cifra de muertos superó 400.000 y hay más de 25 millones de personas contagiadas. Lo primero que hizo Biden fue ordenar medidas extremas que evitó Trump, como el uso de tapabocas en todos los edificios federales, aviones y transporte público y exigirá guardar cuarentena a los que vienen del exterior. “Avanzaremos con velocidad y urgencia, pues es mucho lo que debemos hacer en este invierno peligroso con significativas posibilidades”. La Casa Blanca presentó su estrategia para covid -19, que tiene como meta vacunar a 50 millones de personas (100 millones de dosis) en los primeros 100 días de su administración. Sin embargo, las voces de los expertos dicen, por un lado, que la cifra es muy alta, pues no existe la capacidad de producción para llegar a esa cantidad de vacunas, y por otro, que es muy baja, ya que no garantizaría la “inmunidad de rebaño” que solo se da si se vacuna o se considera inmune a 75 por ciento de la población de 331 millones de personas. Biden también confirmó el regreso de su país a la Organización Mundial de la Salud y ordenó al experto en inmunología Anthony Fauci liderar la delegación estadounidense en ese organismo.

Los mercados recibieron eufóricos a Biden, pese al temor de aumento de impuestos y de nuevas restricciones en materia ambiental. El miércoles, día de la posesión, los índices bursátiles tocaron máximos históricos no vistos en 20 años y el jueves volvieron a subir. Pero no todas las noticias económicas son favorables para el nuevo mandatario. El jueves despertó con 900.000 personas más desempleadas esta semana que la anterior. El coronavirus mostró la cara cruel de la desigualdad y los 1.400 dólares que llegarían a los pobres y el incremento del salario mínimo a 15 dólares la hora –si el Congreso aprueba su paquete de estímulo económico de 1,9 billones de dólares– no resuelven el problema a largo plazo. Además no está claro cómo se lograría eso sin un endeudamiento sin límite y evitando la inflación. Sanearía el reactivar la economía y la apertura de los colegios, pero eso por ahora es imposible y más aún si se tiene en cuenta el riesgo que significa la nueva variante de covid-19, más contagiosa que la primera. Hoy, más de 16 millones de estadounidenses dependen del Estado para vivir y la cifra de desempleo se elevó a 6,7 por ciento. El presidente aprobó moratorias en pagos de deudas estudiantiles y arriendos, lo cual tampoco permite al país salir de un círculo vicioso de desesperación en el que no se ve luz al final del túnel.

Para enfrentar la pandemia, Biden anunció el regreso de Estados Unidos a la OMS y designó a Anthony Fauci para liderar la delegación estadounidense ante ese organismo de la ONU.

Biden firmó varios decretos relacionados con inmigración. Permitirá el ingreso de personas provenientes de países musulmanes, lo cual había prohibido Trump, y suspenderá la construcción del muro en la frontera con México. Además, prevé otorgar eventual ciudadanía a 11 millones de migrantes y permitirá quedarse a los dreamers, es decir, a los hijos de migrantes que estudian en ese país. En cuanto al medioambiente, cumplió con su promesa de regresar al acuerdo de París de Cambio Climático y revocó el permiso del oleoducto Keystone XL, que uniría a Nebraska con Canadá. Entre sus promesas de campaña está asegurar su alianza con la OTAN y replantearse acuerdos que dio por terminados Trump, como el pacto nuclear con Irán y las relaciones diplomáticas y comerciales con China. También para la comunidad internacional tuvo palabras durante su inauguración al decir, “Este es mi mensaje para quienes están más allá de nuestras fronteras. América fue puesta a prueba y salimos fortalecidos. Vamos a reparar nuestras alianzas y seremos parte del mundo de nuevo”.

Pero será el tema de la violencia racial y el de los grupos de extrema derecha el que no resolverá con estímulos ni vacunas. Ninguno de ellos es nuevo y bastó ver las imágenes de la toma del Capitolio para entenderlo. Ese día se vio una multitud de personas blancas, bravas y armadas que no va a desaparecer. Algunos con banderas confederadas y otros con símbolos de la era nazi, que recordaron el pecado original de Estados Unidos: la esclavitud y el racismo. Los violentos no representan a los 74 millones de personas que votaron por Trump, pero sí hacen parte del 68 por ciento de los republicanos que creen que al presidente saliente le robaron las elecciones y que no aceptan el triunfo de los demócratas. El fantasma del 6 de enero, día en que una turba se tomó el Capitolio dejando cinco muertos y por lo que se le adelantará un juicio político a Trump, no desaparecerá y más tarde que temprano vendrá a asustar al nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Dentro de los retos cruciales que enfrentará Biden se encuentran la reforma migratoria y el desempleo, que alcanzó cifras históricas en 2020.

El presidente de los Estados Unidos se define a sí mismo como una persona creyente y religiosa. Un presidente católico que llegó a reemplazar a uno caótico. El día de su posesión, Biden mencionó a “los ángeles buenos” que dice han elevado a los Estados Unidos a la gloria en los momentos más difíciles de su historia. Juzgando por la cantidad y la complejidad de las tareas en su escritorio, conviene que crea en ángeles; los va a necesitar.