El Auditorio Fundadores de la Universidad EAN tuvo en la noche del martes 9 de diciembre a la familia y allegados del fallecido senador Miguel Uribe Turbay para la presentación de Mi causa: Colombia, su autobiografía póstuma. El evento fue encabezado por su esposa, María Claudia Tarazona, sus hijastras María, Emilia e Isabela.
El evento inició con las palabras de la editora de Planeta, Mónica Laverde, responsable del proceso editorial del libro que el exsenador escribió durante dos años. La mujer aseguró que la obra representa “una de las últimas huellas de Miguel”. Explicó que Uribe entendía que “los libros que perduran son aquellos que trascienden el momento”, y que su objetivo era dejar una reflexión sobre la vocación pública y los valores que marcaron su trayectoria.
El manuscrito estaba concluido en un 95 % y, según dijo, tres días antes del atentado habían discutido con él una nueva propuesta editorial: un segundo libro titulado Colombia tiene futuro. “Miguel confiaba en ti, yo también voy a hacerlo; cumplámosle ese sueño a Miguel”, le dijo Laverde a María Claudia Tarazona. “Le cumplimos a Miguel, le cumplimos su sueño”, manifestó.
Posteriormente, las hijastras de Uribe Turbay tomaron la palabra para presentar un retrato de vida del fallecido senador. “Tuvimos la maravillosa oportunidad de crecer rodeadas de dos profundos amores. El primero, el amor profundo de Miguel por nuestra familia y hogar. Y el segundo, su amor por nuestro país”, dijeron al inicio de su intervención. Lo describieron como “matemático, humanista, ajedrecista, músico, deportista y un gran líder”, y afirmaron que “realmente vivía enamorado de su país”.
Recordaron que desde niño enfrentó la violencia con la que convivió Colombia durante décadas por cuenta del asesinato de su madre, Diana Turbay. “A los cuatro años, Miguel perdió su mamá en manos de Pablo Escobar. Desde una temprana edad conoció los rincones más oscuros y dolorosos de la humanidad, pero transformó su dolor en fuerza y propósito”, señalaron.
En su intervención, las jóvenes afirmaron que Miguel Uribe Turbay representaba para muchos “el futuro más brillante del país” y destacaron su disciplina, su formación y su capacidad de liderazgo. Recordaron su paso por el Concejo de Bogotá, la Secretaría de Gobierno, su candidatura a la Alcaldía, su maestría en Políticas Públicas y su MBA en Harvard. “A los 35 años se convirtió en el senador más joven del país”, dijeron, subrayando que cada logro de él se apoyó en “disciplina, honestidad y un compromiso inquebrantable con la excelencia”.
También hablaron de la dimensión ética que, según ellas, definió su vida pública. “Creía profundamente que quienes tenían la oportunidad de hacer una diferencia estaban llamados a hacerla. La política era su vehículo para servir, nunca un fin en sí mismo”, afirmaron. Añadieron entre lágrimas que defendía la democracia como “la expresión viva de la justicia y la libertad”, un ejercicio cotidiano de escucha, unidad y respeto.
Las palabras de las tres jóvenes finalizaron con un énfasis en lo que consideran el legado del asesinado candidato presidencial. “Miguel nos demostró que por más difícil que sea el camino, no hay que perder la esperanza. La resiliencia no significa olvidar, sino transformar el recuerdo en fuerza y el duelo en propósito”, aseguraron.
El momento central de la noche llegó con la intervención de María Claudia Tarazona, quien habló del proceso personal que ha vivido tras el asesinato de Uribe Turbay. “Mis tres hijas y Alejandro son mi mayor motor, son la fuerza que me da la vida y lo que me hace anclarme a la tierra para poder seguir adelante sin la dolorosa pérdida de Miguel”, dijo.
Relató dos anécdotas que marcaron su reflexión sobre el perdón y el propósito de su esposo. Recordó que él veía en su abuela Nidia un ejemplo de fortaleza: “Si mi abuela pudo perdonar el asesinato de su hija, de mi mamá, ¿yo cómo no voy a perdonar?”. Contó también que, tras su muerte, pensó en la manera como Miguel Uribe Londoño enfrentó la pérdida de su hijo. “Si Miguel papá pudo y puede con el dolor de la muerte de su hijo, ¿yo por qué no voy a poder?”, afirmó.
Tarazona compartió un episodio reciente con su hijo Alejandro y un doloroso paralelismo con su esposo, ya que en medio del libro él narró que una vez siendo muy niño dijo, “yo soy Miguel Uribe y no tengo mamá”, y luego, hace poco, su hijo estando en el colegio habló de una forma similar al respecto, diciendo “yo soy Alejandro Uribe y mataron a mi papá”.
A partir de esa frase, afirmó: “No creemos que ningún niño, nunca más en nuestro país, tenga que repetir que mataron a su papá o mataron a su mamá”. Agregó un llamado en el que pidió que “no nos divida el miedo, por favor, que nos una la esperanza”, manifestó María Claudia Tarazona.
La viuda de Uribe Turbay leyó luego un texto titulado Mi causa, Colombia, en el que expone las lecciones que, según ella, definen el legado de Miguel. La primera, dijo, fue “hacer política decente”, entendida como un servicio guiado por principios y sin alimentar el ego. La segunda explicó la importancia de los procesos. “Las tres cosas más importantes de la vida requieren tiempo: el amor, el trabajo y un propósito construido con valores”.
En la tercera fue la formación, académica y vital, que caracterizó a Uribe Turbay y su disposición a aprender y reconocer errores. Y la cuarta, su visión del propósito. “Para él había una diferencia esencial entre querer ser y querer hacer”.
Tarazona concluyó que Miguel trabajó todos los días de su vida para transformar el país y que su última palabra fue “Colombia”. Sus palabras cerraron un acto marcado por el recuerdo de su vida pública y personal, y por la presentación de un libro que, según la familia, refleja su visión de un país posible.
Posteriormente, María Claudia Tarazona estuvo en un conversatorio con el periodista Juan Lozano, quien abrió la intervención reconociendo la carga emocional del libro y el valor simbólico que representa para quienes conocieron a Miguel Uribe Turbay. “La clave en medio del dolor de este libro es esperanza”, dijo, al subrayar que el texto funciona como una bitácora de vida que muchos lectores convertirán en guía.
Lozano leyó apartes en los que Miguel relataba cómo la violencia marcó su infancia, desde el asesinato de su madre hasta la pérdida de otros familiares, y cómo esa herida se transformó en propósito político: “Decidí que mi vida solo tendría sentido si lograba que ningún otro niño… tuviera que vivir lo que yo viví”. Para Lozano, ese tránsito del dolor a la responsabilidad es uno de los fundamentos del legado que deja el libro.
Al preguntarle a María Claudia Tarazona por el proceso de leer la autobiografía, ella admitió: “Lloré en cada una de las páginas”, pero también señaló que la lectura profundizó su convicción sobre el verdadero propósito de vida de Miguel: la construcción de un país en paz. Explicó que en cada capítulo encontró la misma idea que él repetía en vida: que ningún niño debía crecer sin su familia por culpa de la violencia.
“Lo más importante para la vida de Miguel era su familia”, afirmó, y sostuvo que el libro confirma la coherencia entre su vida privada, su acción política y su rigurosidad ética. Tarazona aseguró que volver a sus palabras la llenó de nostalgia, pero también de un sentido renovado de propósito frente a Colombia.
Lozano destacó que el fallecido senador representaba un liderazgo poco común en la política colombiana, un liderazgo “vertical, categórico, profundamente tierno y humano”, capaz de defender convicciones sin renunciar al diálogo. Recordó que en sus debates Miguel reconocía otras voces para buscar consensos y que su defensa de la separación de poderes, la democracia y la participación ciudadana era innegociable.
Tarazona finalizó al señalar que Miguel Uribe Turbay no transaba principios ni valores y que su aspiración central era “llegar a la casa, mirarte a ti, a las niñas y a Alejandro a los ojos y no esconder nada”. Para ella, esa integridad, sumada a la influencia liberal de su abuelo Julio César Turbay y al sentido social heredado de su abuela Nidia, definía su forma de hacer política.