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El golpe maestro

Valfierno', la novela ganadora del Premio Planeta en Argentina, reconstruye uno de los robos más espectaculares en la historia del arte: el de la 'Mona Lisa' en 1911.

23 de enero de 2005

Entre los muchos secretos que esconde la enigmática sonrisa de La Gioconda se encuentra uno del que se habla muy poco: el misterio de su robo, en 1911. Y sobre todo, el gran misterio del personaje desconocido que ideó este golpe, el estafador argentino Eduardo Valfierno. "Lo poco que se sabe de Valfierno es el robo aquel y no mucho más, pero es un tipo que tiene mucha presencia entre los grandes ladrones. Lo curioso era que los argentinos nunca le habíamos edificado el panteón que se merece", dice Martín Caparrós, autor de Valfierno, la reciente ganadora del Premio Planeta de Novela en Argentina. Caparrós, escritor y periodista, hizo la novela en parte para reivindicar a su compatriota y también para reconstruir el robo, del que no se sabe mucho.

La mañana del martes 22 de agosto de 1911 un estudiante de arte llegó al Museo del Louvre en París para observar algunos detalles de la obra clave del Renacimiento italiano. Cuando entró al salon Carré, la sala donde se exhibía el cuadro, descubrió asombrado lo que ningún guardia de seguridad había notado: la Mona Lisa ya no estaba en su lugar. De inmediato las autoridades comenzaron una investigación, pero después de varias semanas de trabajo no encontraron ninguna pista. La pieza de arte más famosa del museo había desaparecido sin dejar rastro.

Lo que las autoridades nunca descubrieron es que detrás del robo se encontraba un hábil estafador argentino. El conde Eduardo Valfierno (él mismo se atribuyó el título nobiliario) nació en Rosario, Argentina, a finales del siglo XIX. Era hijo de un terrateniente de origen italiano muy rico y su nombre real era Gian María Bonaglia. Desde muy joven vivió en medio de lujos y muy pronto gastó la fortuna de su padre. Para poder seguir con sus extravagancias vendió piezas de arte de su familia y comenzó a involucrarse en el mercado negro del arte robado. En 1910 se instaló en París con el dinero que había ganado en algunas estafas en el mercado de arte suramericano. Se cambió de nombre, se autonombró conde y comenzó a vivir como un noble. Pero sus ahorros se acabaron y tuvo que comenzar a trabajar. Durante sus primeros años en Francia Valfierno fue cocinero en una cafetería, contador en una tienda y administrador de un prostíbulo. Justamente en ese lugar conoció a Yves Chaudron, un pintor fracasado que se ganaba la vida copiando cuadros famosos.

Valfierno le propuso a Chaudron que se hicieran socios en una estafa que tenía planeada desde su llegada a París: vender costosas falsificaciones de la popular Gioconda. El único problema era que la obra original tenía que desaparecer. Entonces Valfierno y Chaudron comenzaron a buscar un empleado del Louvre que les ayudara a robar la obra para llevar a cabo su estafa. Fue así como conocieron a Vicenzo Peruggia, un humilde carpintero. Peruggia, nacido en Dumeza, Italia, se había mudado a París hacía poco tiempo con la esperanza de encontrar un trabajo mejor. Hacia 1908 empezó a realizar pequeños oficios en el Louvre, entre ellos la construcción del armazón vidriado con que el museo quería proteger su pieza más preciada. Gracias a este trabajo, el carpintero conocía las salidas y escondites del edificio. Y no sólo esto, también, las rutinas y los horarios de los guardias de seguridad. Valfierno vio en el carpintero al cómplice perfecto: nadie como él tendría acceso a la obra.

Valfierno abordó a Peruggia de una forma muy inteligente. Le dijo que al robar la obra le estaba haciendo un favor a su país. Que la obra más grande del arte italiano nunca debería haber salido de su país. Peruggia, que había sufrido mucho en Francia, se sintió identificado con el argumento nacionalista. Así pues aceptó robar la Mona Lisa. Según su confesión posterior, Peruggia ingresó al museo el domingo 20 de agosto poco antes de su hora de cierre. Se quedó sólo allí toda la noche y el lunes -día en que el museo no abre sus puertas al público- salió por una ventana con la Mona Lisa escondida entre su ropa. Entre tanto Chaudron había hecho una labor de falsificación impresionante. Durante 14 meses hizo reproducciones sobre madera añeja como la del original (hay que recordar que la Mona Lisa no está pintada sobre un lienzo sino sobre una tabla de álamo), utilizó pigmentos similares a los del Renacimiento y sometió sus obras a un complicado proceso de envejecimiento.

La noticia del robo, tal y como esperaban sus autores, se divulgó de inmediato y los expertos comenzaron a especular sobre quién había sido el ladrón. Ese mismo día Valfierno ya había contactado a algunos de los coleccionistas más importantes y les había hecho creer que tenía la obra original. Es más, se cree que logró vender seis de ellas.

Valfierno no volvió a hablar con Peruggia ya que no le importaba el destino del original. El carpintero se quedó solo y con una de las obras de arte más grandes de la humanidad escondida debajo de su cama. El cuadro estuvo allí por casi dos años y el italiano no sabía qué hacer con ella. Un día leyó en un diario que en Florencia un coleccionista llamado Alfredo Geri estaba comprando objetos de arte "a buen precio" y le escribió una carta diciéndole que tenía la Mona Lisa en su poder y que se la quería vender. Geri avisó a la policía, que de inmediato arrestó a Peruggia y recuperó la obra. La pintura volvió a ser exhibida el 4 de enero de 1914 detrás de un grueso cristal que aún hoy la protege.

Una de las grandes incógnitas sobre este caso es por qué Valfierno robó la obra. Si bien la historia oficial dice que fue por dinero, la novela de Caparrós va más allá. El autor sostiene que el argentino lo hizo porque se trataba de un personaje ególatra que quería hacer de su vida una obra de arte. Esto lo confirma el investigador Héctor Feliciano (ver recuadro), para quien el robo no tiene mucha importancia: "Este robo no llegó a mucho, apenas fue una anécdota. Tengo entendido que los ladrones lo hicieron más por el desafío. Creo que fue un reto personal, bastante ingenuo además, y que sólo tenía como fin demostrar que la 'Mona Lisa' podía ser robada".

En todo caso es poco lo que se sabe de Valfierno después del robo. Se dice que gracias a las ventas de la obra logró una fortuna de 30 millones de dólares. Los coleccionistas a quienes estafó no pudieron denunciarlo pues ellos mismos habían hecho algo ilegal. Pero después de unos años de permanecer escondido, Valfierno no pudo soportar la idea de que el mundo creyera que el autor del robo había sido Peruggia. Entonces llamó al periodista Karl Decker y le contó toda la historia. Le dio datos, fechas, descripciones e incluso el nombre de los que le habían comprado los cuadros. La única condición que dio Valfierno es que el reportaje fuera publicado después de su muerte. Y así fue. La historia apareció en el Saturday Evening Post en 1932, después de que murió el cerebro detrás de uno de los más brillantes robos de arte de la historia.